Por: Maryam Qarehgozlou
El ministro burkinés de Seguridad, Mahamadou Sana, reveló que los cabecillas de dicho complot se encuentran radicados en Costa de Marfil, país cuyo gobierno, encabezado por el presidente Alassane Ouattara, es ampliamente reconocido por su alineación con los intereses franceses en la región.
Sana declaró el pasado lunes en la televisión estatal que el objetivo del intento golpista era “sembrar el caos total y colocar al país bajo la tutela de una organización internacional”.
El complot fue descubierto tras la interceptación de mensajes entre un oficial del ejército burkinés y líderes de grupos terroristas, en los que se detallaban las posiciones de las fuerzas de defensa y seguridad, así como las operaciones militares en curso.
Según el gobierno, la información compartida con dichos grupos terroristas buscaba intensificar los ataques contra las fuerzas de seguridad y la población civil bajo el mandato del presidente Ibrahim Traoré, con la finalidad de “provocar una insurrección contra las autoridades”.
Este último episodio pone de relieve los múltiples desafíos que enfrenta el presidente Traoré, quien desde su llegada al poder hace dos años y medio ha trabajado activamente por desvincular al país de su antigua potencia colonial, Francia.
A sus 37 años, Traoré es el segundo jefe de Estado más joven del mundo, después de la primera ministra de Islandia, Kristrun Frostadottir. A pesar de la persistente amenaza del terrorismo y el neocolonialismo, ha logrado avances significativos en la reconfiguración de la política interna y las relaciones exteriores de Burkina Faso.
Traoré se ha posicionado como uno de los principales defensores africanos de un mundo multipolar, y actualmente representa el rostro visible de la Alianza de Estados del Sahel (AES), un bloque regional antioccidental constituido en conjunto con Mali y Níger el año pasado.
Este carismático y joven líder africano, firme defensor del antimperialismo, ha liderado la expulsión de las tropas francesas de Burkina Faso, desencadenando un efecto dominó a medida que otros países africanos consideran adoptar medidas similares.
Al rechazar el salario presidencial y conservar su modesto rango de capitán, Traoré ha dado señales claras de su compromiso con la autosuficiencia económica y la lucha contra la corrupción.
Ascenso al poder
Conocido popularmente como “IB”, Traoré ingresó al ejército de Burkina Faso en 2010, a la edad de 22 años.
Para 2020 ya había sido ascendido a capitán, participando activamente en numerosas operaciones antiterroristas en el país.
Sin embargo, fue en este periodo cuando comenzó a desencantarse con la clase dirigente tras constatar el contraste entre los soldados mal equipados y los políticos corruptos que se repartían “maletas llenas de dinero” en sobornos.
Su creciente inconformidad con el statu quo lo llevó a convertirse en portavoz informal del descontento de los soldados destacados en el norte del país.
En enero de 2022, desempeñó un papel en el golpe de Estado que derrocó al presidente Roch Marc Kaboré, lo que derivó en la instauración de la junta militar denominada Movimiento Patriótico para la Salvaguarda y la Restauración.
No obstante, la frustración con el líder de dicha junta, Paul-Henri Sandaogo Damiba, se intensificó debido a su incapacidad para hacer frente eficazmente a la amenaza terrorista.
La inconformidad entre los oficiales más jóvenes en las líneas del frente desembocó en otro golpe militar el 30 de septiembre del mismo año.
Tras este segundo levantamiento, Traoré, con apenas 34 años, fue elegido como nuevo líder del Movimiento Patriótico para la Salvaguarda y la Restauración.
El 6 de octubre de 2022, asumió también el cargo de presidente interino, ostentando simultáneamente los títulos de “Jefe de Estado” y “Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas”.
Otros intentos de golpe
El intento más reciente de derrocar a Traoré no ha sido el único desde su ascenso al poder; de hecho, su administración ha resistido múltiples conspiraciones a lo largo de los últimos dos años y medio.
Poco después de que Traoré asumiera el liderazgo, fiscales militares revelaron en diciembre de 2022 un intento de “desestabilizar las instituciones estatales”, protagonizado por civiles y un teniente coronel llamado Emmanuel Zoungrana.
En septiembre de 2023, el gobierno informó que se había frustrado otro “intento comprobado de golpe”, casi un año después de la llegada de Traoré al poder.
En enero de 2024, el portavoz gubernamental Rimtalba Jean Emmanuel Ouédraogo anunció la desarticulación de otro plan golpista, describiéndolo como un “enésimo intento de desestabilizar” la nación saheliana.
En septiembre de 2024, el gobierno de Burkina Faso denunció haber frustrado “varios intentos de desestabilización”, señalando al expresidente de transición Damiba como el líder del “segmento militar del complot” desde el interior del país.
El ministro Sana explicó que las fuerzas opositoras, apoyadas por agencias de inteligencia occidentales y mercenarios europeos, habían urdido un plan de desestabilización de gran envergadura desde diversos países, incluidos Costa de Marfil, Ghana y Nigeria.
Política exterior pragmática
Desde su llegada al poder, este joven líder africano antimperialista ha buscado liberar a Burkina Faso de las fuerzas neocoloniales, particularmente de Estados Unidos y Francia, con el fin de garantizar la soberanía nacional.
En una decisión firme, el gobierno de Traoré expulsó a cientos de soldados franceses en febrero de 2023, apenas un mes después de exigir oficialmente su retirada.
Posteriormente, expresó su deseo de “explorar otros horizontes, porque queremos asociaciones de beneficio mutuo”, abogando por la diversificación de las alianzas internacionales.
En la misma línea, el primer ministro Apollinaire Kyélem de Tambèla sugirió en 2023 que Rusia sería un aliado “razonable” en la lucha contra el terrorismo.
El rechazo al legado colonial ha desatado una tendencia más amplia en África Occidental y Central, donde varios países han comenzado a debilitar sus vínculos con Francia.
Mali, Burkina Faso y Níger han expulsado colectivamente a unos 4300 soldados franceses en los últimos años.
En enero, Francia completó la retirada de sus tropas en Chad, y Costa de Marfil había anunciado previamente su intención de hacer lo propio.
Además, Francia y Senegal se encuentran negociando los términos para la salida total de las tropas francesas estacionadas en este último país antes de fin de año.
Estas bases militares han funcionado como centros logísticos para las intervenciones francesas en África, a menudo bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo.
Su cierre implicaría el fin de la capacidad de intervención militar francesa en la región, debilitando considerablemente su influencia.
En respuesta a esta tendencia, el presidente francés Emmanuel Macron declaró en enero que los líderes africanos “se han olvidado de dar las gracias” a Francia por su supuesta ayuda en la lucha contra las insurgencias en el Sahel.
Repudiando tales declaraciones como “una simple cortina de humo para el pueblo”, Traoré respondió: “Si alguien es desagradecido, ese es él. Francia existe hoy gracias a nuestros ancestros. Deberían rezar por nosotros”.
La Alianza de Estados del Sahel
El 26 de julio de 2023 se produjo un golpe de Estado en Níger, durante el cual la guardia presidencial depuso y detuvo al presidente Mohamed Bazoum.
En respuesta, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) emitió un ultimátum el 30 de julio exigiendo la restitución de Bazoum en el plazo de una semana, bajo amenaza de sanciones internacionales y posible intervención militar.
El 26 de septiembre de 2023, Mali, Níger y Burkina Faso fundaron la Alianza de Estados del Sahel (AES), un pacto de defensa mutua establecido como reacción a las presiones de la CEDEAO.
En julio de 2024, la AES evolucionó hacia una confederación dirigida por los tres gobiernos posteriores a los respectivos golpes de Estado.
Esta confederación se manifiesta abiertamente contraria al neocolonialismo, lo que se refleja en la degradación del estatus del idioma francés y en el cambio de nombres de calles heredados de la época colonial. Asimismo, mantiene posturas críticas tanto hacia Francia como hacia la CEDEAO, cuestionando numerosas de sus políticas.
La AES aspira a unir recursos para desarrollar infraestructuras energéticas y de telecomunicaciones, establecer un mercado común, implementar una unión monetaria con una divisa propia, facilitar la libre circulación de personas, promover la industrialización e invertir en los sectores agrícola, minero y energético. Su meta final es federalizarse como un único Estado soberano.
Los países miembros de la AES son ricos en recursos naturales y se encuentran renegociando los términos de cooperación con empresas occidentales para ejercer mayor soberanía sobre sus recursos y operaciones.
Han estado reduciendo de manera activa la influencia y el control ejercido por su antigua potencia colonial, Francia, en ámbitos como los recursos, el territorio, las relaciones diplomáticas y el comercio.
En su afán por establecer nuevas alianzas que llenen el vacío dejado por la retirada francesa, las naciones de la AES buscan fortalecer su cooperación económica y en materia de seguridad con Rusia, Turquía, China, Irán y Corea del Norte.
Las perspectivas económicas de estos países resultan prometedoras: Burkina Faso alcanzó un crecimiento del PIB del 5.494 %, Mali del 3.751 % y Níger del 9.869 % en 2024.
Políticas internas
Un informe de Afrobarometer de 2023 reveló que casi dos tercios de la población burkinabé considera legítima la intervención militar cuando los dirigentes abusan del poder, mientras que un 66 % respalda el gobierno militar, un marcado contraste con el 24 % registrado en 2012.
Dicho sondeo, realizado en un contexto de administración militar, parece reflejar una aprobación generalizada hacia la gestión de Traoré.
Los simpatizantes del presidente destacan varios logros, como la duplicación del presupuesto de defensa, la creación de una fuerza de apoyo rápido para auxiliar a las tropas sobrecargadas en el norte y el uso intensivo de drones y helicópteros en las ofensivas gubernamentales.
Además, las reformas de Traoré —como el rechazo a un aumento salarial manteniéndose con su sueldo de capitán y la nacionalización de las minas de oro para fomentar la refinación nacional— resuenan positivamente entre amplios sectores de la ciudadanía.
Su gobierno también ha inaugurado el Centro Nacional de Apoyo al Procesamiento Artesanal del Algodón, ha construido un nuevo aeropuerto y ha realizado inversiones significativas en el sector agrícola.
En su empeño por afirmar la independencia financiera del país, Traoré ha rechazado la asistencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, destacando el potencial de Burkina Faso para desarrollarse sin depender de préstamos occidentales condicionados.
Los abundantes recursos naturales aún sin explotar del país —como oro, zinc, cobre, manganeso y diamantes— poseen un enorme potencial transformador para la economía nacional.
Pese a los avances, como el incremento del PIB de 3200 millones de dólares en 1990 a 18 300 millones en 2023 y la reducción de la pobreza extrema, los desafíos persisten.
Según un estudio reciente del equipo Futuros e Innovación de África del Instituto de Estudios de Seguridad, se proyecta que la economía burkinesa crecerá a una tasa promedio del 8 % entre 2025 y 2043, con capacidad para reducir la pobreza monetaria al 2.6 % y sacar a 2.4 millones de burkineses adicionales de la pobreza para 2043.
No obstante, es imperativo priorizar la amenaza urgente del terrorismo, que ha socavado la autoridad del Estado y su capacidad para brindar servicios públicos en el 40 % del territorio actualmente bajo control de grupos extremistas. Miles de escuelas e instalaciones sanitarias permanecen cerradas en esas zonas.
Los expertos señalan que, con un liderazgo sólido y carismático, Burkina Faso tiene el potencial de mejorar su gobernanza y alcanzar sus objetivos de desarrollo.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.