Por: Musa Iqbal *
Movilizando a una base electoral que anteriormente se sentía desencantada de la participación política, el político de izquierda de 83 años ha consolidado su imagen pública como un supuesto outsider cuando le conviene, pero un demócrata obediente cuando es necesario.
En la imagen que él mismo ha construido, Sanders se presenta como un outsider o populista ante su electorado, evocando el estilo de Eugene Debs del movimiento obrero temprano en Estados Unidos. Incluso se autodenomina “socialista”, una palabra que, en la arena política estadounidense, suele ser anatema.
Aunque oficialmente se presenta como independiente, esta postura le otorga una carta política que pretende distanciarlo tanto del Partido Demócrata como del Republicano. En la práctica, sin embargo, actúa como una oposición controlada por la clase dominante de EE.UU., canalizando a millones de votantes hacia la aceptación final del Partido Demócrata como supuesta alternativa a los republicanos.
Su reciente gira junto a Alexandria Ocasio-Cortez, integrante de la llamada “Squad”, así como sus declaraciones sobre el genocidio en curso en Gaza, revelan claramente cuál es su verdadera orientación como supuesto progresista: preservar el imperialismo y a sus aliados.
Desde el 7 de octubre de 2023 —y aún más en las semanas previas tras la reelección de Trump— Sanders ha trabajado para rehabilitar la imagen de la ocupación israelí, atribuyendo sus crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad exclusivamente al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
Sanders insiste en que el gobierno “de derecha” de Netanyahu es el responsable del genocidio, pero evita señalar a la ocupación israelí en sí como el principal actor criminal.
En discursos y declaraciones en línea, Sanders jamás condena la ocupación ni el apartheid israelí, y sólo menciona a Netanyahu. Reiteradamente se abstiene de comentar sobre las décadas de crímenes de guerra cometidos por Israel contra el pueblo palestino tanto en Gaza como en Cisjordania ocupada, limitándose a presentar a Netanyahu como único responsable.
Es fácil entender por qué se utiliza esta estrategia política. Según una encuesta reciente del Pew Research Center (abril de 2025), la mayoría de los estadounidenses ahora tiene una opinión desfavorable sobre la ocupación israelí. Esta desaprobación no se limita a figuras específicas como Netanyahu o Gallant, sino que se dirige hacia el régimen en su conjunto, un aumento de 11 puntos desde 2022.
La guerra genocida contra Gaza, llevada a cabo por Israel con el respaldo de EE.UU., ha erosionado significativamente el apoyo general hacia Israel, a pesar de la intensa campaña mediática y política que intenta limpiar y legitimar la ocupación sionista y sus crímenes.
Bernie Sanders has never in his life said "Palestinians have the right to defend themselves." Instead he has devoted his entire life to smearing the Palestinian resistance, angrily shouting hasbara lies at his own constituents, KHAMAS TUNNELS, KHAMAS IN HOSPITALS, KHAMAS KHAMAS https://t.co/0yHG4RFakF pic.twitter.com/RdQ3OjGjqV
— ☀️👀 (@zei_squirrel) April 14, 2025
El movimiento estudiantil dentro de EE.UU. se ha convertido en una fuerza reconocida a nivel mundial—tanto así que las administraciones de Biden y Trump han intensificado represiones contra estudiantes que ejercen sus derechos en apoyo a Palestina.
Simultáneamente, las protestas por Palestina se han mantenido constantes, con manifestaciones semanales, encuentros educativos y eventos solidarios que denuncian a Israel.
La desinversión de Israel se ha transformado en un tema popular, con diversos grupos explorando vías legales y sociales para cortar lazos con la ocupación israelí.
El papel de Sanders, por tanto, es claro: contrainsurgencia. El movimiento de solidaridad con Palestina, auténtico, orgánico y legítimo, ha evolucionado a un nivel sin precedentes en Estados Unidos.
Ya no se trata sólo de expresar compasión y solidaridad, sino de condenar abiertamente a Israel. Varios grupos políticos y sociales exigen el desmantelamiento de la ocupación israelí y el rechazo de la llamada “solución de dos Estados”.
La misión de Sanders es sofocar ese movimiento, suavizar su filo revolucionario y devolver el sentir público a un “statu quo” más amigable con el imperialismo. Su objetivo es restaurar la percepción de Israel a un nivel aceptable para los intereses del imperio.
El propio Sanders es un sionista comprometido. En 1963 (cuando tenía 22 años), el senador de Vermont vivía en territorio ocupado, en un kibutz recién establecido en tierras palestinas robadas.
Los palestinos no tenían permitido ingresar a ese territorio ocupado donde residía Sanders. Durante su estancia, se familiarizó con las prácticas “socialistas” israelíes (una versión occidentalizada y compatible con el imperio) y contribuyó al desarrollo del kibutz.
No sorprende entonces que, más de 60 años después, Sanders continúe defendiendo el proyecto sionista —su lealtad a dicho proyecto fue sellada desde temprano en su trayectoria política.
Aunque es cierto que Sanders ha promovido resoluciones para imponer un embargo de armas a Israel, estas no tienen fundamento real en la política estadounidense. Sanders sabe perfectamente que, dada la lealtad del Senado hacia Israel, estas propuestas no tienen ninguna posibilidad de avanzar.
Por tanto, es esencial examinar lo que Sanders realmente apoya —y con frecuencia, esas posturas están alineadas exactamente con la agenda imperialista compartida tanto por demócratas como por republicanos.
Sanders ha respaldado las exigencias del imperialismo de desarmar y desmantelar a HAMAS —una organización que, según el derecho internacional, no sólo tiene derecho a gobernar espacios políticos, sino también el derecho reconocido a la resistencia armada contra la ocupación.
En lugar de defender el derecho internacional, Sanders se ha unido a la larga lista de figuras imperialistas que lo rechazan, en favor del llamado “orden basado en reglas” estadounidense-israelí.
Una y otra vez, Sanders ha repetido el absurdo argumento de que Israel tiene “derecho a defenderse”. Volvió a repetirlo esta semana durante un mitin en Los Ángeles.
Mientras ha sido enérgico al exigir sanciones económicas contra Rusia o al apoyar el asedio a Yemen, no aplica el mismo criterio al régimen israelí, aun después de más de 50 000 asesinatos cometidos en sangre fría en 18 meses —la mayoría de ellos, niños y mujeres.
También condenó sin ambages las operaciones Verdadera Promesa 1 y 2 llevadas a cabo por Irán —ambas legítimas bajo el derecho internacional, ya que los Estados tienen derecho a la defensa ante agresiones externas.
Además, Sanders ha apoyado los ataques estadounidenses contra Yemen por su solidaridad con Palestina. El bloqueo naval de Yemen a Israel tiene como objetivo la prevención del genocidio —una acción permitida por el derecho internacional.
En lugar de elogiar estas acciones valientes de Yemen, Sanders, en una entrevista con CNN, declaró que “el presidente [Biden] tiene derecho a responder de forma urgente ante la disrupción del comercio internacional provocada por los hutíes”.
Para Sanders, asegurar las exportaciones e importaciones israelíes parece ser más prioritario que la vida de los palestinos en Gaza y en Cisjordania ocupada.
Los progresistas estadounidenses que dicen solidarizarse con Palestina deben rechazar a Sanders y verlo como lo que realmente es: el títere favorito del imperio para desactivar movimientos revolucionarios.
Al igual que en 2016 y nuevamente en 2020, cuando Sanders se presentó como un supuesto socialista dispuesto a redistribuir la riqueza (solo para terminar apoyando al Partido Demócrata), hoy reaparece para capturar la energía de un movimiento, neutralizar su potencial y reconducirlo hacia algo más digerible para la clase dominante estadounidense.
Sanders, sin embargo, no está solo. Una nueva generación de políticos progresistas está siendo moldeada para llevar adelante esta contrainsurgencia política, ahora y en el futuro.
La ciudadanía estadounidense debe desafiar a quienes no reconocen el derecho internacionalmente reconocido de resistir la ocupación. Este es el criterio que separa a los imperialistas de los verdaderos luchadores por la libertad.
La alternativa es nunca evolucionar políticamente, mantener el statu quo que ha facilitado el genocidio y profundizar aún más las crisis provocadas por el imperialismo.
* Musa Iqbal es investigador y escritor radicado en Boston, especializado en política interna y exterior de Estados Unidos.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.