Publicada: sábado, 15 de febrero de 2025 6:31

Desde hace 77 años, el pueblo palestino, con su resistencia firme e inquebrantable, ha sido el principal obstáculo para los intentos de borrarlo del escenario político.

La causa palestina sigue ocupando un lugar central en la agenda internacional no por azar, sino gracias a una combinación de factores clave: la lucha incansable del propio pueblo palestino y el respaldo de sectores solidarios en el mundo árabe, el ámbito islámico y la comunidad global. Este apoyo ha sido tanto diplomático como popular, desafiando los intentos de consolidar la ocupación israelí.

Frente a ello, la maquinaria política y militar de Israel, con el respaldo de actores externos, ha trabajado sistemáticamente para reforzar su control y sofocar cualquier forma de resistencia. Sin embargo, la negativa de los palestinos a renunciar a sus derechos y su determinación para recuperar su tierra han marcado el ritmo del conflicto, frustrando los intentos de imponer una narrativa unilateral.

Uno de los rasgos más distintivos de la resistencia palestina ha sido su capacidad para adaptarse y fortalecerse tanto en el interior como en la diáspora. Lejos de debilitarse con la dispersión forzada, el exilio se convirtió en una plataforma de apoyo y coordinación. La creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) marcó el inicio de la lucha organizada, unificando las distintas formas de resistencia. Con el tiempo, el centro de gravedad del conflicto se trasladó al interior de Palestina, con hitos como las Intifadas y la resistencia en Gaza, donde la población ha soportado cinco guerras y un bloqueo despiadado. La última ofensiva israelí, que lleva 15 meses de bombardeos ininterrumpidos, es la expresión más brutal de este conflicto.

En Cisjordania y Al-Quds (Jerusalén), la resistencia se ha intensificado contra la expansión de los asentamientos ilegales, mientras que la comunidad palestina en los territorios ocupados en 1948 sigue desempeñando un papel crucial para consolidar la unidad de la nación palestina.

En este contexto, la propuesta del presidente estadounidense, Donald Trump, de deportar a la población de Gaza se inscribe en una estrategia de décadas para el desplazamiento forzado de los palestinos. Su iniciativa es otro intento de afianzar la ocupación y otorgarle una legitimidad artificial, en abierta violación del derecho internacional y los principios fundamentales de la justicia.

Más allá del peligro real que representa, especialmente para los gazatíes que han pagado un precio altísimo bajo la maquinaria de guerra israelí, la propuesta de Donald Trump ha puesto en evidencia el carácter arbitrario y desmedido de estos intentos. Su plan no solo ha avivado la indignación palestina, sino que también ha generado una reacción internacional que refuerza la causa palestina, al afectar directamente a países clave como Egipto y Jordania y poner en juego la estabilidad regional.

Hoy, la lucha contra esta política no es solo una cuestión palestina. El proyecto de desplazamiento impulsado por Trump ha despertado el rechazo de gobiernos y sociedades de todo el mundo, preocupados tanto por sus implicaciones geopolíticas como por el impacto de las sanciones estadounidenses contra organismos internacionales como la Corte Internacional de Justicia. La reacción del canciller alemán, Olaf Scholz, al calificar la propuesta como “una vergüenza escandalosa”, es una muestra clara del creciente consenso global contra este nuevo intento de despojo.

Este plan no solo atenta contra los derechos del pueblo palestino, sino que también socava los propios intereses estratégicos de Estados Unidos en la región. Choca frontalmente con iniciativas como la normalización de relaciones entre Israel y los países árabes y con los llamados Acuerdos de Abraham, impulsados durante la primera administración de Trump. Al combinar la negativa a la creación de un Estado palestino con el desplazamiento forzado de su población, su propuesta mina cualquier posibilidad real de alcanzar una paz duradera.

El momento en el que Trump ha lanzado esta iniciativa no es casualidad. Desde hace más de un año y medio, la causa palestina ha dominado la escena internacional, consolidando una narrativa de justicia frente a la opresión. La comunidad global, que ha sido testigo del horror vivido en Gaza, ha desmontado progresivamente el discurso israelí y ha dado paso a una corriente de solidaridad activa que atraviesa fronteras y continentes.

El nivel de destrucción y exterminio al que ha sido sometida Gaza en estos 15 meses ha superado incluso las previsiones más pesimistas. Nadie habría imaginado una campaña de aniquilación tan sistemática y a plena luz del día, mientras la comunidad internacional observa con impotencia la maquinaria bélica israelí operar con total impunidad contra la población palestina.

Ante esta realidad, la resistencia palestina se erige como el factor clave para frenar el intento de desplazamiento. Desde la dirigencia hasta las organizaciones populares, cada sector de la sociedad palestina tiene un papel crucial que desempeñar en este momento decisivo. Aunque la respuesta de los países árabes, especialmente Egipto, Jordania y Arabia Saudí, así como la de Turquía y otros actores internacionales, es de suma importancia, el pilar fundamental sigue siendo la firmeza y determinación del propio pueblo palestino.

La resistencia palestina no se libra únicamente dentro de las fronteras de Palestina. La diáspora, dispersa en más de 100 países y seis continentes, posee una capacidad de influencia que debe activarse con la misma determinación con la que los palestinos en el interior desafían la ocupación cada día. Durante la ofensiva contra Gaza, las comunidades palestinas en el extranjero han desempeñado un papel crucial en la movilización global, pero ante la magnitud de la amenaza actual, se requieren estrategias más estructuradas y sostenibles.

Dos acciones resultan urgentes. La primera, reforzar la resistencia de los habitantes de Gaza, asegurando que no están solos en esta lucha. Para ello, se impulsa una iniciativa de “hermandad” entre las familias palestinas en la diáspora y las de Gaza, creando lazos directos y sostenibles de apoyo material, emocional y psicológico, sin intermediarios. Cada familia en Gaza debería contar con un respaldo concreto desde el exterior, garantizando asistencia inmediata y continua.

En paralelo, es imprescindible intensificar la presión política, social, mediática y jurídica en los países donde reside la diáspora. A través de los canales legales y diplomáticos disponibles, la comunidad palestina debe enviar un mensaje claro y contundente a los líderes políticos de todo el mundo: el pueblo palestino no aceptará, bajo ninguna circunstancia, ser despojado de sus derechos.

La movilización global, clave ante la amenaza de desplazamiento

En esta coyuntura, una de las acciones más necesarias es la convocatoria de conferencias y foros internacionales que expresen un rechazo tajante a los planes de desplazamiento forzado. Estas iniciativas deben ser promovidas por organizaciones que, durante décadas, han canalizado el trabajo de la diáspora palestina en EE.UU., Europa y otras regiones, tanto en espacios transnacionales como locales. Ejemplos como el Congreso Popular para los Palestinos en el Extranjero demuestran la importancia de estas plataformas en la articulación de la lucha palestina. Ante la gravedad de la situación, la rapidez en la respuesta es crucial.

Las instituciones populares palestinas deben asumir un papel activo en la reactivación de los movimientos de solidaridad, tanto en el mundo árabe como a nivel internacional. Es imprescindible fomentar movilizaciones que rechacen los planes de desplazamiento dentro del marco legal permitido en cada país, asegurando que la voz del pueblo palestino resuene en todos los rincones del mundo.

A pesar de los enormes desafíos que enfrenta la causa palestina y del sufrimiento que padecen sus ciudadanos en Gaza, Cisjordania y la diáspora, la historia ha demostrado que la resistencia sigue viva. Los acontecimientos actuales no hacen más que reforzar la convicción de que la liberación de Palestina es una certeza en el horizonte, y que los refugiados palestinos, tarde o temprano, regresarán a las tierras y ciudades de las que fueron expulsados en 1948.

mkh