El líder de Hezbolá, Seyed Hasan Nasralá, ha ofrecido este lunes un discurso en el que abordó los últimos acontecimientos en Afganistán, sobre todo la explosión en una mezquita chií en Kunduz, en el norte del país, acaecida el pasado viernes, que acabó con la vida de al menos 100 fieles musulmanes.
Nasralá ha considerado el atentado como algo muy doloroso que lastima los corazones de todas las personas en el mundo. “Compartimos el dolor de las familias oprimidas y condenamos este ataque”, ha subrayado.
Asimismo, ha manifestado que, a pesar de que la rama afgana del grupo terrorista Daesh perpetró el hecho de sangre, el principal responsable de este crimen es Estados Unidos, puesto que fueron los estadounidenses quienes trasladaron la banda terrorista Daesh desde Irak a Afganistán. A este respeto, ha hecho hincapié en que estos extremistas intentan crear tensión interna en el país centroasiático, lo que conducirá a una guerra civil.
El líder de Hezbolá ha cuestionado el hecho de que Daesh, hasta el momento, no haya lanzado ninguna operación contra las tropas estadounidenses en suelo afgano, para evidenciar que esto es una señal de que Washington ha transferido a esta banda a Afganistán con el objetivo de desencadenar una guerra fratricida.
“La responsabilidad de los actuales funcionarios afganos es proteger a sus ciudadanos, independientemente de su religión o denominación”, ha sentenciado.
Desde que los talibanes tomaron el control de Afganistán, a mediados de agosto, los atentados de Daesh han aumentado de manera significativa en este país asiático.
El regreso del grupo armado al poder se considera como un gran fracaso para la misión de EE.UU. y sus aliados que duró 20 años en Afganistán, de manera que, incluso las autoridades occidentales admiten que esa intervención militar ha sido inútil y un total fiasco.
Conforme al proyecto “Costos de Guerra”, de la Universidad Brown, la invasión de Estados Unidos a Afganistán segó la vida de más de 241 000 personas, entre ellas 72 000 civiles. El mismo estudio informa que los contribuyentes norteamericanos gastaron 2,26 billones de dólares en este conflicto bélico.
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