Por Xavier Villar
Además, el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, instó a detener el suministro de armas al régimen de Israel, declarando: “Las restricciones comerciales y las sanciones a Israel son otra forma de lucha...”.
Horas después, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel desmintió cualquier cambio en las relaciones diplomáticas con Turquía, asegurando: “No estamos al tanto de ninguna alteración en el estado de las relaciones con Turquía”. Hasta el cierre de este artículo, los informes indicaban que las embajadas de ambos países seguían operando con normalidad tanto en Tel Aviv como en Ankara.
La relación entre ambos países ha atravesado altibajos desde que Turquía reconoció a Israel en 1948, convirtiéndose en el primer país de mayoría musulmana en hacerlo. A lo largo de las décadas siguientes, la política turca ha intentado equilibrar buenas relaciones tanto con Israel como con los países musulmanes de la región. Cabe recordar que Turquía reconoció al estado palestino en 1988. Aunque este gesto afectó brevemente las relaciones con Israel, el aumento de los intercambios económicos y la cooperación mutua durante la década de 1990 demostró que el apoyo a Palestina era en gran parte simbólico, sin una influencia real en las decisiones políticas de los dirigentes turcos.
Esta etapa estuvo marcada por una sólida relación diplomática entre Turquía e Israel, consolidada con la firma de varios acuerdos clave en 1996. Entre ellos, destacaron los Acuerdos de Cooperación en Defensa y el Tratado de Libre Comercio (TLC), que formalizaron la colaboración en sectores como el militar, diplomático, económico y de inteligencia.
A principios de la década de 2000, las tensiones entre ambos países comenzaron a intensificarse. El colapso del llamado proceso de paz israelí-palestino y el estallido de la Segunda Intifada deterioraron las relaciones. Este período coincidió con un cambio en la política interna de Turquía, marcado por el ascenso del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), liderado por Recep Tayyip Erdogan.
A pesar de los anuncios recurrentes de Erdogan sobre la suspensión de los “lazos militares y comerciales” con Israel tras casi cada crisis, las relaciones económicas entre ambos países han experimentado una expansión significativa en los últimos 20 años. Según el Instituto de Estadística de Turquía (TÜİK), el volumen comercial bilateral, que era de 1.41 mil millones de dólares en 2002, aumentó a 8.91 mil millones de dólares en 2022, con un saldo comercial consistentemente favorable para Turquía. Es posible argumentar que, para ambos líderes, la retórica es simplemente una fachada destinada a obtener beneficios internos, mientras que la expansión de los intereses económicos tiene prioridad. Esta dinámica sugiere que la relación entre Israel y Turquía ha priorizado los intereses económicos sobre los factores políticos.
Esta misma situación se mantuvo después de que HAMAS lanzara su Operación “Tormenta de Al-Aqsa” el 7 de octubre de 2023. Aunque los discursos del presidente turco se volvieron más firmes contra Israel, llegando a calificarlo de “estado terrorista”, su política se mantuvo en línea con la cooperación con Israel, demostrando una vez más la desconexión entre la retórica beligerante y la política real.
Un ejemplo de esta doble narrativa se vio el 2 de mayo, cuando Ankara hizo pública la imposición de sanciones diplomáticas contra Israel, mientras que las representaciones diplomáticas turcas en Israel continuaron operando con normalidad.
Después del 7 de octubre, Erdogan comenzó a enfrentar una creciente presión pública y críticas por su relación comercial con Israel. Este giro fue impulsado por varios factores. En primer lugar, la intensidad y prolongación de la guerra de Israel contra Gaza, junto con el elevado costo humano, sin precedentes en los conflictos previos entre Israel, palestinos y árabes, generaron una mayor sensibilidad y presión en la opinión pública. En segundo lugar, los informes mediáticos sobre algunos simpatizantes de Erdogan involucrados económicamente con Israel aumentaron la atención pública sobre la discrepancia entre su discurso y sus acciones. Por último, y quizá lo más relevante, la aparición de nuevos partidos que criticaban la supuesta inconsistencia de Erdogan contribuyó a colocar este tema en el centro del debate público.
El punto de inflexión para Erdogan, quien había resistido durante meses las solicitudes de imponer un embargo económico a Israel, fue la derrota sufrida en las elecciones locales del 31 de marzo, el mayor revés de su carrera política.
Considerando que su política hacia Israel fue una de las razones de su derrota, Erdogan comenzó finalmente a adoptar una postura más dura respecto al conflicto. El 10 de abril, apenas diez días después de las elecciones locales, Turquía impuso restricciones comerciales sobre 54 productos exportados a Israel. Sin embargo, al darse cuenta de que los productos prohibidos nunca representaron una parte significativa del comercio bilateral, la crítica pública continuó e incluso aumentó.
La oposición continúa desafiando a Erdogan en dos temas clave. El primero es el suministro continuo de petróleo a Israel desde Azerbaiyán a través de Turquía, un aspecto vital para la seguridad energética de Israel. El segundo es la cuestión de la base de radares de Kürecik, ubicada en la provincia turca de Malatya, que proporciona datos instantáneos a los países de la OTAN. Los partidos de oposición argumentan que Israel también utiliza la inteligencia recopilada por esta base y exigen que Erdogan la cierre.
El petróleo azerbaiyano se transporta a través del oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC) hasta el puerto mediterráneo turco de Ceyhan, desde donde se envía a Israel. Azerbaiyán es el principal comerciante, mientras que Turquía actúa únicamente como país de tránsito. En los últimos años, Azerbaiyán e Israel se han convertido en aliados estratégicos, ya que ambos comparten una postura antiraní. Además, este transporte está asegurado por estrictos acuerdos internacionales que vinculan legalmente a Turquía a mantener el flujo de petróleo.
Todo lo anterior pone de manifiesto una vez más la doble narrativa turca y, al mismo tiempo, revela que el papel de Turquía en la región ha disminuido considerablemente.
En un contexto regional donde las líneas están cada vez más marcadas entre el Eje de Resistencia y el Eje Genocida, Turquía ha perdido toda capacidad de ser una voz relevante.
Xavier Villar es Ph.D. en Estudios Islámicos e investigador que reparte su tiempo entre España e Irán.