Por Xavier Villar
Durante el encuentro, el ayatolá Jamenei calificó esta fecha como el “día del nacimiento de un ejército orgulloso, independiente y con identidad propia”, subrayando el papel fundamental de las Fuerzas Armadas en la defensa de la soberanía nacional.
El Líder de la Revolución Islámica aprovechó la ocasión para reiterar su escepticismo respecto a cualquier intento de acercamiento con Estados Unidos. En su discurso, hizo hincapié en la ineficacia de las negociaciones bilaterales, recordando los fracasos del pasado y la reiterada violación de compromisos por parte de Washington. “Las negociaciones con Estados Unidos no resuelven ningún problema, incluidos los desafíos económicos y de subsistencia, tal como no lo resolvieron en su momento”, afirmó. Según el ayatolá Jamenei, la clave para superar las dificultades del país no reside en el diálogo con Washington, sino en “la determinación de los funcionarios comprometidos y la cooperación del pueblo unido”.
La referencia a las negociaciones no fue casual. En los últimos meses, el debate interno sobre la posibilidad de retomar contactos diplomáticos con Estados Unidos ha cobrado fuerza en ciertos sectores políticos iraníes. El ayatolá Jamenei, sin embargo, fue tajante al respecto. Aseguró que quienes promueven esta opción intentan presentar el diálogo como una solución inevitable. “El eje de estas conversaciones es el tema de las negociaciones con Estados Unidos, presentándolas como algo positivo, como si alguien estuviera en contra de la idea de negociar en sí”, señaló. Matizó, además, que Irán mantiene diálogos y acuerdos con numerosos países, salvo con Estados Unidos y, de manera explícita, con Israel, al que describió como “una banda criminal que usurpa tierras”, negándole cualquier legitimidad como Estado.
El discurso del ayatolá Jamenei dejó claro que, para las autoridades iraníes, el acercamiento a Washington no solo es innecesario, sino contraproducente. “Algunos pretenden hacer creer que si nos sentamos a la mesa de negociación, ciertos problemas se resolverán. Sin embargo, la realidad que debemos comprender es que las negociaciones con Estados Unidos no tienen ningún impacto en la solución de los problemas del país”, reiteró. No obstante, sus palabras sugieren un rechazo que, al menos por el momento, cierra la puerta a cualquier intento de diálogo directo en el corto plazo.
El Líder cerró su intervención refiriéndose a uno de los episodios más significativos en la reciente historia de las relaciones entre ambos países: la ruptura del acuerdo nuclear firmado en 2015, conocido por sus siglas en inglés como JCPOA. No solo acusó a la administración de Donald Trump de retirarse del pacto de manera unilateral en 2018, sino que también responsabilizó al gobierno de Joe Biden de incumplir los compromisos asumidos. “Antes de Trump, el gobierno anterior de Estados Unidos, que había aceptado el acuerdo, tampoco lo cumplió. Las sanciones estadounidenses, que se suponía serían levantadas, no fueron eliminadas, y el tema en la ONU quedó como una espina clavada, siempre presente como una amenaza sobre Irán”, denunció.
Con estas declaraciones, el ayatolá Jamenei volvió a subrayar su rechazo, al menos por el momento, a cualquier acercamiento con Washington, consolidando una postura que, según sus palabras, responde no solo a la experiencia histórica, sino a una convicción firme de que Estados Unidos no es un socio fiable en materia diplomática.
El ayatolá Ali Jamenei, reflejó en sus palabras la desconfianza profundamente arraigada en su país hacia Estados Unidos, una desconfianza que no es irracional, sino que está cimentada en la historia de promesas rotas y actitudes hostiles por parte de Washington. Para comprender esta desconfianza, es necesario, por un lado, remontarse a la historia contemporánea de Irán y analizar la relación de subordinación que el régimen de Pahlavi mantenía con los estadounidenses. Por otro lado, resulta fundamental examinar las ideas del fundador de la República Islámica, el Imam Jomeini. Sus discursos y escritos, a lo largo de las distintas etapas de su lucha, muestran cómo, a su juicio, la revitalización del Islam podría reducir la influencia de los poderes coloniales y las intervenciones extranjeras en Irán, una realidad que había sido una constante desde el siglo XIX, cuando el país estaba gobernado por la monarquía Qajar.
La relación de subordinación entre el Irán de Pahlavi, en particular bajo el régimen de Mohamed Reza, y los Estados Unidos, explica que la Revolución Islámica de 1979 debe interpretarse desde una perspectiva epistémica. Esto implica que su objetivo no era simplemente derrocar la monarquía, sino reemplazar la gramática política occidental, considerada como hegemónica.
En este contexto histórico, el golpe de estado de 1953 se presenta como un hito clave. El 19 de agosto de ese año, el primer ministro iraní Mohammad Mossadegh fue destituido del poder en un golpe organizado y financiado por los gobiernos británico y estadounidense. El Shah regresó rápidamente del exilio para retomar el poder y, como consecuencia, cedió más de cuarenta por ciento de los campos petroleros de Irán a las empresas estadounidenses. A partir de ese momento, la creciente presencia económica y los lazos militares con Estados Unidos alimentaron el resentimiento entre la población iraní, especialmente con decisiones como la aprobación en 1964 de una ley en el parlamento que otorgaba inmunidad diplomática al personal militar estadounidense y sus familias. Esta ley desató una fuerte indignación, que culminó con el célebre discurso de protesta del Imam Jomeini en Qom, marcando un punto de inflexión en su enfrentamiento con el régimen de Pahlavi.
La identidad iraní está firmemente asentada en una visión antiimperialista que, como se ha mencionado, encuentra sus raíces en los numerosos intentos de las potencias occidentales por controlar el país. En este sentido, la Constitución de la República Islámica de Irán no deja lugar a debate sobre la injerencia extranjera: “Cualquier forma de acuerdo que resulte en el control extranjero sobre los recursos naturales, la economía, el ejército o la cultura del país, así como sobre otros aspectos de la vida nacional, está prohibida.”
Otro de los episodios cruciales en la relación entre Irán y Estados Unidos fue la toma de la Embajada estadounidense en Teherán, entre 1979 y 1981, un acontecimiento que, según muchos expertos, representó un momento de humillación nacional, cuya impronta persiste en la psique estadounidense y sigue influyendo en el análisis de las relaciones bilaterales. Desde la perspectiva iraní, la toma de la embajada se explica por la ya mencionada historia de subordinación de la dinastía Pahlavi a Estados Unidos y la percepción de que este país representaba una amenaza para la recién instaurada República Islámica.
A lo largo de los años, se han sucedido otros episodios que han consolidado la imagen de Estados Unidos como un actor poco fiable, cuyo principal objetivo ha sido fomentar un cambio de régimen en Irán. El apoyo a Irak durante la guerra contra Irán en la década de 1980, las múltiples sanciones económicas impuestas al país y la inclusión de Irán en el denominado “Eje del mal” durante la presidencia de George W. Bush son ejemplos de esa voluntad política. Estas acciones no solo reflejan una intromisión en los asuntos internos iraníes, sino también un esfuerzo por promover modelos políticos alternativos que sustituyan la actual configuración de la República Islámica.
El asesinato de Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, a manos de Estados Unidos en 2020, durante la administración de Donald Trump, sigue muy presente en la memoria colectiva de los iraníes y, en particular, en las de las autoridades políticas encargadas de decidir sobre posibles negociaciones con Washington.
No obstante, esta desconfianza hacia Estados Unidos se atenuó en 2015, cuando Irán firmó el acuerdo nuclear, lo que demostró una voluntad de negociación por parte de Teherán. Sin embargo, la retirada unilateral de Washington del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) en 2018 volvió a confirmar, desde la perspectiva iraní, que Estados Unidos no es un actor fiable en materia de política internacional y acuerdos bilaterales.
Las palabras del Líder de Irán, ponen de manifiesto esta experiencia histórica de intromisión y la falta de buena voluntad por parte de Estados Unidos, lo que dificulta al máximo cualquier intento, por el momento, de la República Islámica de confiar en los resultados de una negociación bilateral.