La muerte de Nahel, joven de 17 años, baleado por un policía durante un control de tránsito en las afueras de la capital, París, desató una oleada de violentos disturbios en todo el país. Luego de tres noches consecutivas de protestas contra el racismo policial, las autoridades analizan declarar el estado de emergencia. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, anunció el despliegue de 45 000 agentes en el país, 5000 más que la víspera.
Más de 900 personas fueron detenidas durante los disturbios. Los manifestantes incendiaron miles de vehículos, bloquearon calles y lanzaron proyectiles contra la policía, unos 250 agentes resultaron heridos.
La tensa situación obligó al presidente Emmanuel Macron a abandonar la cumbre de la Unión Europea en Bruselas, para presidir una reunión de crisis en París. El mandatario calificó de inaceptables las protestas y pidió responsabilidad a los padres para que sus hijos no participen en los disturbios y de las redes sociales, para que retiren contenidos vinculados con las protestas e identifiquen a sus usuarios.
Mientras tanto, la ira en las calles de Francia sigue siendo palpable, con una familia en duelo y una comunidad en espera de respuestas.
La muerte de Nahel es el segundo tiroteo fatal en tales circunstancias en Francia en 2023, después de un récord de 13 muertos por tiroteos policiales durante controles de tránsito el año pasado. Naciones Unidas ha pedido a París que se ocupe seriamente de los profundos problemas de racismo en sus fuerzas de seguridad.
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