Según ha informado este martes la agencia de noticias británica Reuters, las firmas de Estados Unidos que vendan ciertos artículos a entidades militares en China, incluso para uso civil, tienen que exigir licencia para sus exportaciones.
La medida suspende también una excepción que avala la exportación de ciertas tecnologías de EE.UU. a China sin una licencia si son para un ente no militar.
Dichas restricciones, que serán publicadas hoy martes en el boletín oficial del Gobierno estadounidense, Federal Register, podrían dañar la industria de semiconductores y las ventas de equipamiento de aviación civil a China.
“Es importante considerar las consecuencias de hacer negocios con países que tienen un historial de desviar bienes comprados a compañías de Estados Unidos a aplicaciones militares”, ha justificado el secretario de Comercio de EE.UU., Wilbur Ross.
Al, respecto, el abogado especialista en temas comerciales Kevin Wolf ha explicado que si una automotriz en China repara un vehículo militar con un artículo exportado que existe en su negocio, esa empresa se considera como un usuario final militar.
Con esta definición ha dejado claro que un usuario final militar no se restringe a organizaciones militares y puede ser una compañía civil cuyas acciones buscan apoyar la operación de un ente militar.
Las nuevas normas también amplían la cantidad de artículos que requiere una licencia y afecta las exportaciones a Rusia y Venezuela, pero tienen un mayor impacto en el comercio con China.
Dicha medida se adopta en un momento en que las relaciones entre Estados Unidos y China se deterioran tras el brote del nuevo coronavirus.
La Administración del presidente estadounidense, Donald Trump, ha hecho una gran campaña económica-comercial contra Pekín por una variedad de razones que la Casa Blanca sostiene que son, entre otras, la deliberada devaluación de la divisa china, yuan, o de no respetar los derechos de propiedad intelectual corporativa de las empresas estadounidenses.
Y a pesar de que en estos momentos los estadounidenses y los chinos han puesto punto final a su disputa sobre los aranceles comerciales y aduaneros, tras dos años de duros enfrentamientos, y acordaron a mediados de enero expandir las importaciones de productos agrícolas y de gas natural, que se supone una mejora del déficit comercial entre los dos países en unos 50 mil millones de dólares a favor de Washington, aún parece que los recelos entre estas dos superpotencias siguen su curso.
Pues resulta que, con la propagación generalizada del brote del coronavirus, la confrontación entre Pekín y Washington en esta área ya no parece ser una confrontación comercial, sino que se ha convertido en un problema grave en lo que concierne al ámbito de la seguridad nacional, especialmente para Estados Unidos.
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