Alrededor de 2500 personas se congregaron el martes en la plaza Rabin, en Tel Aviv, para protestar contra el plan del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de anexarse, a partir del próximo julio, el 30 % de Cisjordania, territorio palestino ocupado tras la guerra de los Seis Días en 1967.
“Les puedo asegurar que anexar unilateralmente el 30 % de Judea y Samaria (en Cisjordania) no conllevará ninguna ventaja estratégica, pero traerá consigo graves riesgos de seguridad, presiones internacionales”, advirtió uno de los participantes en la referida marcha.
Bajo el lema “no a la anexión y sí a la economía y seguridad”, los indignados denunciaron el aumento de desempleo entre los israelíes, sobre todo en medio de la pandemia del coronavirus, causante de la COVID-19, para luego insistir en que ya no es el momento de gastar mil millones para tales planes expansionistas.
“No se deje engañar, la anexión es una catástrofe económica para ambas partes”, denunció otro manifestante.
La anexión israelí de Cisjordania forma parte del llamado ‘acuerdo del siglo’, auspiciado por EE.UU. Este plan otorga a los palestinos una autonomía limitada dentro de una patria discontinua, deja en manos de Israel el cotizado valle del Jordán, y olvida la problemática de millones de refugiados palestinos deseosos de retornar a sus tierras.
Ante tal coyuntura, varios países y organismos internacionales han urgido a Israel a renunciar a la anexión de Cisjordania, ya que, alertan, es un plan “calamitoso” para toda la región y eliminaría la perspectiva de un Estado palestino “viable”.
Por su parte, las autoridades palestinas han subrayado que responderán a una eventual anexión de Cisjordania con “decisiones duras”, y aseguran que dicho complot marcará otra derrota para Israel y EE.UU., tal y como ya se ha frustrado el llamado ‘acuerdo del siglo’.
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