La última embestida contra Irán en un foro internacional del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anteayer jueves 27 de septiembre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), ha reavivado la inquietud por la amenaza que supone el arsenal nuclear israelí para el oeste de Asia.
En un análisis publicado el viernes por el portal estadounidense The National Interest, se señala en este contexto la responsabilidad de Alemania, de quien el régimen de Tel Aviv espera en lo que queda de 2018 o en 2019 un sexto submarino de clase Dolphin, que Israel usa para extender su armamento atómico sigilosamente, bajo el mar, más allá de las fronteras de Palestina ocupada.
Berlín comenzó a suministrar esas plataformas para el despliegue atómico israelí en 1998, tras una campaña de presión de los cabilderos sionistas con el pretexto de la ayuda alemana al programa de armas químico del régimen de Sadam Husein en los años 1980 en Irak —pese a que esas armas se usaron contra Irán y contra los propios iraquíes, nunca contra Israel—, y ha suministrado ya cinco, asumiendo la mayoría del coste.
El autor del artículo mencionado considera que Israel podría ser incapaz de recabar apoyo necesario de Egipto, Jordania o Arabia Saudí “en un escenario de crisis” para trasladar los submarinos cargados de misiles de crucero con ojivas nucleares a través del mar Rojo hacia el Golfo Pérsico, con el objetivo de atacar a Irán, su “único blanco deseado”.
Aun así, el sábado 29 de agosto Netanyahu amenazó con “borrar” a sus enemigos en un acto en las instalaciones nucleares de Dimona (sur de Palestina ocupada), donde algunos analistas consideran que podrían estar almacenadas parte de las ojivas atómicas israelíes, que suelen cifrarse entre 80 y 300. La diplomacia iraní denunció una “descarada” amenaza a Teherán.
En esta situación, las potencias hegemónicas evitan pronunciarse sobre el peligro del arsenal nuclear israelí, en parte por la responsabilidad histórica de los propios Estados Unidos, Reino Unido y Francia en la ayuda a desarrollar esa amenaza. El año pasado, este habitual silencio fue extraordinariamente roto por un alto responsable ruso, el vicepresidente Guennadi Gatílov, que alertó de su peligrosidad para el mundo.
Con todo, pese a que desde 1995 y 1996, respectivamente, la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP) y la AGNU han llamado a establecer una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio —siendo Israel el principal obstáculo—, las potencias occidentales han ignorado hasta ahora los llamados a presionar al régimen israelí para que acate el TNP y someta su arsenal a supervisión.
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