Miles de haitianos han huido del país debido a una combinación de inestabilidad política, tras el asesinato del presidente en agosto, y un gran terremoto que han sembrado el caos en las últimas semanas.
La mayoría eligió a EE.UU. como su destino, pero tras un cruce masivo en la frontera, miles fueron retenidos por agentes fronterizos estadounidenses en un campamento improvisado bajo un puente en la localidad de Del Río, en el sur de Texas, fronteriza con México.
El Gobierno de EE.UU., además, empezó el pasado fin de semana la deportación de los migrantes haitianos retenidos en el campamento para que ya sean devueltos a otros países o acaben en la ciudad fronteriza de Acuña, en México.
Los migrantes deportados, que buscaban asilo en este país, una vez más se enfrentaron a los maltratos. Las autoridades llevaron a cabo redadas nocturnas en las que recogieron migrantes haitianos en los parques e incluso irrumpieron en las habitaciones de hoteles.
Las tropas de la Guardia Nacional acompañaron a los agentes de migración en las operaciones de las últimas noches, portando rifles y deteniendo a las personas que subían a las furgonetas. Las principales reacciones de algunos habitantes de Acuña fueron de desaprobación.
Además, hubo caos en el principal aeropuerto de Haití, después de que los migrantes, deportados por EE.UU., fueran trasladados de regreso a casa.
Los haitianos furiosos llenaron la pista del aeropuerto de Puerto Príncipe, después de desembarcar de un vuelo de deportación, expresaron su descontento y exigieron la devolución de sus pasaportes y una compensación.
Ahora, a las escalofriantes imágenes de las capturas de los agentes fronterizos patrullando a caballo, se une también un pulso diplomático por el futuro de esos migrantes.
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