El Ejército turco y los grupos armados que respalda interrumpieron el domingo por tercera vez en el último mes el funcionamiento de la planta de agua potable de Aluk, circunstancia que pone en peligro la vida de 460 000 personas, según advierte la agencia oficial siria SANA.
El ocupante turco y sus terroristas volvieron a cortar el agua potable poniendo en peligro la vida de aproximadamente medio millón de personas en la ciudad de Al-Hasaka (noroeste) y las comunidades circundantes, escribió SANA citando al gerente de la Empresa de Agua en la provincia de Al-Hasaka, Mahmud Aklah.
Aklah tachó la nueva medida hostil de Ankara de un crimen de lesa humanidad y una flagrante violación de las leyes internacionales.
La planta de Aluk está ubicada cerca de la frontera sirio-turca y es la principal fuente de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Al-Hasaka y de las zonas residenciales circundantes, como Tal Tamer, así como de los campamentos de Al-Hol y Al-Arisha.
El pasado martes, el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Siria, Fran Equiza, denunció que el corte del suministro de agua potable pone en peligro la vida de los sirios, en medio de la lucha de Damasco para frenar la propagación de la enfermedad por el nuevo coronavirus, denominado COVID-19.
Efectivamente, el suministro de agua es de gran necesidad en los esfuerzos por prevenir y contener el brote del COVID-19, que se está propagando rápidamente por todo el mundo.
El Ministerio de Salud de Siria anunció el domingo el fallecimiento de una mujer infectada con el COVID-19 e informó de cuatro nuevos casos de contagio, lo que asciende a 10 el número de afectados, incluido el reciente deceso.
Damasco ha reprochado a Ankara su conducta hostil en las zonas septentrionales de Siria y ha exigido a las Naciones Unidas que condenen los crímenes de Ankara y tomen medidas inmediatas para garantizar el suministro de agua potable a los civiles sirios residentes de Al-Hasaka.
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