Según indica el analista Brad Howard, en una columna publicada esta semana en el portal estadounidense Task and Purpose, la creación de los aviones furtivos F-35 de EE.UU. coincide con la era de disolución de la URSS en 1991, cuando la campaña OKB Yakovlev, creador del Yak-141, tenía que vender sus tecnologías para poder pagar sus deudas.
En el aquel entonces, las empresas Lockheed y OKB Yakovlev firmaron un acuerdo de cooperación que, entre otras cosas, autorizaba a la compañía estadounidense alcanzar los datos vitales del Yak-141, incluyendo las informaciones de pruebas que requirieron “años de desarrollo”.
“Esta fue información crítica que ayudó a comenzar el desarrollo del motor, el corazón de los F-35 modernos”, ha resaltado Howard, analista norteamericano en asuntos militares.
Esta fue información crítica que ayudó a comenzar el desarrollo del motor, el corazón de los F-35 modernos”, ha resaltado el analista Brad Howard, al referirse a la tecnología usada del avión de guerra soviético el Yak-141.
Aunque el experto resalta que las dos aeronaves tienen diferentes perfiles aerodinámicos y sistemas de estabilización, ha destacado que la campaña estadounidense Lockheed ha usado la tecnología de Yak-141 para crear las primeras versiones de F-35.
“Pero casi con certeza los datos obtenidos del proyecto VTOL soviético (despegue y aterrizaje vertical de aeronaves) se utilizaron para desarrollar la versión del Joint Strike Fighter VTOL F-35. Por consiguiente, al menos parte de su existencia del F-35 se debe al programa de armas de la era soviética”, escribe Howard.
Esta afirmación, no obstante, no sorprende a los analistas rusos. Es más, autores de una reciente investigación afirman que en 1995, con el permiso del Gobierno ruso, OKB Yakovlev vendió toda la información sobre el Yak-141 a los estadounidenses. Luego la colaboración entre Lockheed y OKB Yakovlev se paralizó.
El caza F-35 es un avión de quinta generación desarrollado en tres modelos diferentes por la gigante estadounidense de la aeronáutica Lockheed Martin. Sin embargo, desde el Pentágono reconocieron que en 2016 el 83 % de estos aviones de combate no ha podido ni siquiera despegar en un test simulado.
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