La brutal invasión ha convertido la noche en un pozo de desesperación para cientos de miles de familias que ya no saben lo que es encender una lámpara, cargar un teléfono o simplemente ver el rostro de sus hijos al caer el sol.
La Franja de Gaza, asfixiada por un bloqueo inhumano, ha quedado paralizada. Sin electricidad, la vida se ha vuelto insoportable. Más de dos millones de personas se aferran a medios alternativos que apenas sirven para sobrevivir. La impotencia crece con cada día que pasa, con cada noche sumida en una negrura que se siente infinita.
Desde el 7 de octubre de 2023, el ejército de ocupación israelí ha dirigido sus ataques con un objetivo claro: condenar a Gaza al colapso total. Con una crueldad calculada, bombardeó la red eléctrica, dejando barrios enteros hundidos en el caos. Ahora, la mayoría de la población no tiene otra opción que enfrentar la aterradora realidad de la oscuridad absoluta. En las calles devastadas, las sombras se alargan, y con ellas, la desesperanza.
Mohamed Meqdad, un residente de la ciudad de Gaza, describe el sufrimiento con voz temblorosa. “No podemos vivir así. Los niños lloran de miedo en la oscuridad, la angustia nos ahoga, la vida misma se ha vuelto insoportable sin electricidad”, sus palabras son el eco de toda una población atrapada en un infierno sin luz, clamando por un respiro, por un atisbo de humanidad en medio de tanta desolación.
Educación en la oscuridad
Para los estudiantes, la situación es aún más crítica. Además de la destrucción de numerosas escuelas y la conversión de las que aún quedan en refugios para los desplazados por la guerra de exterminio, decenas de miles de alumnos han perdido la posibilidad de continuar con su educación. En un intento desesperado por salvar lo que aún se puede, el Ministerio de Educación lanzó un programa de enseñanza en línea, un último recurso para evitar que una generación entera pierda su derecho a la educación.
Pero, ¿cómo estudiar cuando la oscuridad lo cubre todo? ¿Cómo aprender cuando no hay luz para leer, ni electricidad para cargar un dispositivo, ni conexión para acceder a las clases? Reem Fathi, madre de familia en el noroeste de Gaza, lo describe con dolor: “El corte de electricidad ha destruido nuestras vidas. No he podido inscribir a mis hijos en la escuela virtual ni ayudarlos con sus estudios”.
Añadió que “nos alumbramos con velas tenues durante unas pocas horas, pero luego pasamos la noche en completa oscuridad. No tenemos forma de cargar nuestros teléfonos y, cuando necesitamos hacerlo, debemos caminar largas distancias en busca de un punto de carga”.
La oscuridad constante también ha agravado el estado emocional de los niños. “A menudo, no podemos dormir. Los niños lloran toda la noche, y la falta de luz solo aumenta la tensión y la ansiedad”, ha dicho Fathi.
Hospitales al borde del colapso: vidas que se apagan en oscuridad
En los hospitales de Gaza, la muerte se abre paso en la penumbra. Sin electricidad, las máquinas que mantienen con vida a los pacientes más frágiles han comenzado a fallar una tras otra. La escasez de combustible amenaza con apagar los generadores de emergencia, último sostén de un sistema de salud al borde del colapso.
El régimen de Israel ha mantenido un férreo control sobre los cruces fronterizos de Gaza, impidiendo por meses la entrada de suministros médicos y combustible para los generadores de los hospitales. Esta situación ha resultado en la muerte de numerosos pacientes y heridos de la guerra de exterminio, muchos de ellos en estado crítico o de muerte clínica.
Pero la tragedia no se detiene en los hospitales. El apagón ha sofocado también el acceso a un derecho tan básico como el agua potable. Las plantas de desalinización han cesado su funcionamiento, silenciadas por la falta de energía y devastadas por los bombardeos. En Gaza, el agua se ha convertido en un lujo inalcanzable. Familias enteras recorren kilómetros en busca de un poco de líquido para sobrevivir, pagando precios desorbitados por unas pocas gotas de vida. En la oscuridad de Gaza, no solo falta la luz: falta el aire, falta el agua, falta la esperanza.
Imad Abdulá, residente de Gaza, debe esperar en largas filas desde el amanecer para conseguir apenas entre 20 y 40 litros de agua potable para su familia de seis miembros. “El costo del agua se ha disparado; ahora es inalcanzable para muchos”, lamentó. Un solo cubo de agua ha llegado a costar hasta 150 shékels, ha explicado.
Sin soluciones a la vista
Los habitantes de Gaza expresan su desesperanza ante la persistente crisis eléctrica y la falta de soluciones viables en el horizonte. Aunque la crisis comenzó antes de la guerra de exterminio —que se prolongó por 471 días antes de la entrada en vigor del alto el fuego el 19 de enero de 2025—, la situación se agravó con el bombardeo de la única central eléctrica del enclave, ubicada en el campamento de Nuseirat.
Los habitantes de Gaza han aprendido a vivir con la ausencia de luz, pero no con la indiferencia del mundo. Día tras día, enfrentan la misma pregunta sin respuesta: ¿hasta cuándo? Yusef Al-Farany, un gazatí, ha declarado que “No queremos soluciones temporales, necesitamos recuperar el suministro eléctrico de manera permanente”, exige con la voz cansada, pero con la voluntad intacta.
Y es que, a pesar de la asfixia, del hambre, del miedo y de la pérdida, Gaza no se rinde. En la penumbra forzada, aún brilla la determinación de quienes se niegan a ser borrados. “Seguimos aferrados a la esperanza y no abandonaremos nuestra tierra. Nos mantendremos firmes”, declara Al-Farany, con la certeza de que la resistencia es su última llama encendida.
Por Mohsen Khalif