Por: Yousef Ramazani *
En su primer día del segundo mandato, Trump firmó 26 órdenes ejecutivas, entre ellas la Orden Ejecutiva 14169, titulada “Reevaluación y reestructuración de la ayuda exterior de Estados Unidos”, que establece una pausa de 90 días en toda la “asistencia al desarrollo” estadounidense a nivel mundial.
Tras la firma del decreto, el Departamento de Estado congeló de inmediato todas las iniciativas de ayuda exterior, con dos excepciones notables: el régimen israelí y Egipto, los dos mayores receptores de estos fondos.
La orden prohíbe la asignación de fondos federales a organizaciones no gubernamentales (ONG), organismos internacionales y contratistas encargados de distribuir la “ayuda” estadounidense.
Esta medida ha provocado un golpe significativo a la multimillonaria maquinaria de “cambio de régimen” dirigida por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la National Endowment for Democracy (NED), ambas con un historial notorio de financiamiento a grupos que buscan desestabilizar gobiernos extranjeros para favorecer los intereses de Washington.
Solo USAID maneja un presupuesto anual de decenas de miles de millones de dólares y opera en estrecha colaboración con la CIA para orquestar operaciones de “cambio de régimen” en diversas partes del mundo.
Desde América Latina hasta Europa del Este y Asia Occidental, Estados Unidos ha canalizado miles de millones de dólares hacia ONG y medios de comunicación supuestamente “independientes” bajo el pretexto de la “promoción de la democracia”, fomentando revoluciones de colores y una multitud de operaciones encubiertas en nombre de la libertad.
Ya en la década de 1990, el cofundador de la NED, Allen Weinstein, admitió abiertamente en una entrevista: “Mucho de lo que hacemos hoy en día era llevado a cabo encubiertamente por la CIA hace 25 años”.
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Pocos días después de la firma de la orden ejecutiva, el caos se apoderó de USAID: cientos de “contratistas internos” fueron enviados a licencia sin sueldo o directamente despedidos, mientras que la NED informó a sus beneficiarios que los fondos serían suspendidos de inmediato.
Trump y Elon Musk, el hombre más rico del mundo y estrecho colaborador del presidente, no tardaron en arremeter contra ambas organizaciones, aprovechando la coyuntura para ajustar cuentas con la administración anterior.
Trump calificó a USAID como “un grupo de lunáticos radicales”, mientras que Musk la describió como “un nido de corrupción” y “una organización criminal que merece desaparecer.” Sobre la NED, Musk tampoco se contuvo, tachándola de “malvada, criminal y corrupta”, y exigiendo su disolución.
Sus críticas, sumadas a la orden ejecutiva que afirmaba que estas entidades “desestabilizan la paz mundial al promover ideas contrarias a las relaciones armoniosas y estables entre los países”, resonaron en varias naciones, incluida la República Islámica de Irán.
Inicialmente, algunos analistas interpretaron la medida como una señal de que Estados Unidos cesaría su injerencia en asuntos internos de otros países. Sin embargo, ese optimismo se desvaneció rápidamente cuando se esclarecieron las verdaderas motivaciones detrás de la suspensión.
El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, aclaró que los fondos no fueron cortados por un cambio en la política exterior, sino porque estas organizaciones “fallaron en cumplir su misión”, destinando el 88 % de cada dólar recibido a gastos administrativos y solo el 12 % a los objetivos declarados.
Más que un giro en la diplomacia internacional, la congelación de fondos parece ser una advertencia para que USAID y la NED revisen sus operaciones de “cambio de régimen” si esperan recuperar su financiamiento.
A pesar de sus fracasos en países como Irán, Venezuela y Cuba, USAID y la NED habían logrado éxitos en Europa del Este y el mundo árabe. Sin embargo, en los últimos años han sufrido una serie de reveses que han puesto en crisis su funcionamiento.
Un golpe para los grupos antiraníes
La decisión de Trump de retirar miles de millones de dólares destinados a operaciones en el extranjero sacudió a los círculos antiraníes en Occidente. ONG, medios de comunicación y activistas partidarios del “cambio de régimen” entraron en estado de pánico, sin certeza sobre su futuro.
La suspensión del financiamiento de USAID dejó en el aire aproximadamente 268 millones de dólares que estaban destinados al “apoyo a medios independientes y la libre circulación de información” para el presente año.
USAID había presumido recientemente de respaldar a más de 6000 periodistas, 700 redacciones y unas 300 organizaciones de la sociedad civil enfocadas en medios en 30 países.
Muchas de estas entidades, que se presentan como defensoras imparciales de los derechos del pueblo iraní, ahora luchan por sostener esa imagen, ya que sus vínculos financieros con el gobierno de EE. UU. han quedado en evidencia.
Documentos filtrados y reportes de inteligencia revelan que Washington ha destinado decenas de millones de dólares en los últimos años a grupos subversivos, medios en lengua persa y activistas opuestos a la República Islámica.
Sin embargo, con el cese de la ayuda extranjera, muchas de estas entidades se encuentran en una encrucijada.
El exministro de Cultura y Orientación Islámica de Irán, Ataolá Mohayerani, se pronunció sobre este cambio:
“Desde el primer día, Trump ha decepcionado y prácticamente destruido a la oposición que buscaba derrocar a la República Islámica. Los aproximadamente 60 millones de dólares que se entregaban a quienes decían luchar por un cambio de régimen en Irán ya no están disponibles. Esa copa se ha roto y ese recipiente se ha derramado”.
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Irónicamente, numerosos grupos mercenarios hostiles a Irán, que durante años respaldaron la postura de Trump contra la República Islámica, esperaban un aumento en su financiamiento tras su reelección. Sin embargo, enfrentan ahora todo lo contrario: una congelación de fondos que ha sumido sus operaciones en el caos.
Según la BBC, más de treinta organizaciones y medios de comunicación centrados en Irán han sido afectados por esta suspensión, aunque no se han revelado sus nombres específicos.
Estas instituciones y medios de comunicación en lengua persa se han visto obligados a reducir su personal a tiempo parcial, una medida que podría afectar profundamente tanto su trabajo como el sustento de sus empleados activos.
El medio británico de control estatal también reportó una sensación de confusión entre estos grupos. Las reuniones de crisis se vieron marcadas por la incertidumbre, ya que los afectados recibieron cartas con información contradictoria, sin claridad sobre si la suspensión sería temporal o permanente.
Este desconcierto también se ha extendido a agitadores que colaboran con otros canales de televisión contrarrevolucionarios, como Iran International, quienes comparten la misma frustración ante la paralización de actividades y un futuro incierto.
Shahram Homayun, director del canal opositor Channel One, con sede en Los Ángeles, calificó la congelación de fondos como “un hecho sin precedentes en la historia”.
“La decisión del señor Trump ha paralizado todos los movimientos iraníes, y algunas personas han quedado huérfanas y de luto” .
Grupos e individuos afectados
Evaluar el alcance total del daño a las entidades e individuos antiraníes es difícil, en gran parte debido a la opacidad de sus fuentes de financiamiento.
Pocas organizaciones, especialmente aquellas con sede en EE. UU., reconocen abiertamente a USAID o NED como sus donantes. En cambio, mantienen la imagen de entidades “independientes” que operan altruistamente o gracias a donaciones de simpatizantes, generando la apariencia de campañas espontáneas.
Según Reporteros sin Fronteras (RSF), el verdadero impacto de esta suspensión sigue siendo incierto. Muchos beneficiarios prefieren mantenerse en silencio por temor a represalias políticas o a perder futuras oportunidades de financiamiento.
Además, los fondos suelen canalizarse a través de intermediarios o integrarse en programas más amplios de supuesta “promoción de la democracia”, lo que dificulta rastrear sus destinatarios finales.
USAID mantiene una base de datos sobre asistencia exterior por país, pero Irán no aparece en la lista debido a la prohibición de ayuda directa. Por su parte, NED dejó de publicar sus informes financieros hace varios años, oscureciendo aún más el panorama.
Desde 2009, el programa Near East Regional Democracy (NERD) del Departamento de Estado de EE. UU. ha sido la principal fuente de financiamiento para iniciativas de “derechos humanos” y “sociedad civil” en Irán. Este programa ha destinado entre 65 y 85 millones de dólares anuales para entrenar a agentes de “cambio de régimen” fuera del país.
Recientemente, el periodista de investigación Kit Klarenberg reveló una licitación clasificada del Departamento de Estado de EE. UU. dirigida a contratistas privados y entidades vinculadas a la inteligencia, como NED y USAID, exponiendo los entresijos de estas operaciones y el impacto de la suspensión en sus actividades globales.
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Klarenberg señala que el flujo de dinero del gobierno estadounidense, en particular a través de agencias como NED y NERD, permanece en gran parte en la sombra, lo que dificulta rastrear exactamente quién se beneficia de estos fondos.
Los detalles de estas operaciones encubiertas son sistemáticamente ocultados, mientras que los medios corporativos alegan que esta información es clasificada para proteger a activistas.
Sin embargo, Klarenberg argumenta que el verdadero motivo de la confidencialidad de Washington es encubrir la naturaleza dudosa de estas actividades.
Registros públicos, posteriormente eliminados, muestran que entre 2016 y 2021, NED destinó al menos 4.6 millones de dólares a 51 proyectos contrarrevolucionarios en Irán, aunque solo siete de ellos identificaron públicamente a las organizaciones responsables.
El Centro Abdorrahman Boroumand, con sede en Washington D.C., fue una de las pocas entidades nombradas, dejando a los otros 44 beneficiarios en el anonimato.
Una investigación del portal Press TV reveló que en el año previo a las protestas de septiembre de 2022 en Irán, NED asignó cerca de 1 millón de dólares a proyectos de supuesta defensa de los “derechos humanos”, sin mencionar a ninguna organización participante.
Este dinero fue canalizado a una entidad no identificada encargada de “monitorear, documentar y reportar violaciones de derechos humanos”, además de colaborar con autoproclamados “activistas” dentro de Irán para reforzar su seguridad digital y sus esfuerzos de presión política.
Grupos antiraníes disfrazados de medios de comunicación, como el Centro Boroumand, IranWire, BBC Persian, entre otros, han sido señalados como posibles beneficiarios de este financiamiento encubierto de USAID.
Hamidreza Qolamzade, analista de política exterior y director de asuntos internacionales del Municipio de Teherán, mencionó que IHRDC, Tavaana y el Centro Boroumand probablemente fueron financiados por NED, mientras que IranWire habría recibido apoyo directo del Departamento de Estado de EE. UU.
No tan anónimos
Aunque muchos de estos receptores buscan mantener su anonimato, sus identidades pueden ser reveladas mediante un análisis detallado de sus vínculos con operativos occidentales, filtraciones de inteligencia y la trayectoria de individuos y grupos involucrados.
Reportes recientes de The Grayzone y The Cradle, basados en documentos filtrados, han arrojado luz sobre la estrategia más reciente de cambio de régimen promovida por NED y NERD.
En octubre de 2022, el Ministerio de Inteligencia de Irán y la Organización de Inteligencia del IRGC publicaron un informe conjunto detallando los orígenes y métodos detrás de los disturbios, con información adicional proporcionada en una entrevista de junio de 2023 por el Brigadier General Mohamad Kazemi.
El aparato de contrainteligencia iraní ha identificado desde hace décadas las tácticas de guerra híbrida occidentales, que han ido infiltrándose en el país desde finales de los años 90.
Durante ese período, organizaciones respaldadas por Occidente aprovecharon la oportunidad para ingresar a Irán bajo el pretexto de la protección de los derechos humanos, con el objetivo real de sembrar discordia y desestabilizar la República Islámica.
Un ejemplo clave es Shirin Ebadi, líder del llamado Centro de Defensores de los Derechos Humanos, quien fue promovida en los medios occidentales y galardonada con el Premio Nobel de la Paz, mientras servía como pieza clave en la agenda de las agencias de espionaje estadounidenses.
Lejos de una verdadera labor humanitaria, su organización se dedicaba a la liberación de criminales peligrosos y a la incitación de divisiones étnicas y religiosas en Irán, disfrazando su agenda bajo la retórica de la defensa de los “derechos de los presos políticos”.
En 2009, Ebadi mostró su verdadera lealtad cuando huyó a Londres, expresó posturas proisraelíes y llamó abiertamente al derrocamiento del sistema político de Irán.
Su informe en el que sugería a un imán conservador deobandí como posible “aliado” de Occidente en Irán ilustra cómo veía a ciertas figuras no por valores compartidos, sino como instrumentos para generar disturbios en el sureste del país.
Este caso es un ejemplo más de cómo las operaciones respaldadas por potencias extranjeras buscan desestabilizar naciones soberanas bajo la bandera de la promoción de la democracia.
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Estrategias fallidas que se repiten
Aunque las fuerzas de seguridad iraníes han desmantelado repetidamente muchas de estas redes respaldadas desde el exterior, los gobiernos occidentales insisten en utilizar las mismas tácticas, aunque con nuevos rostros y métodos.
En 2023, otra figura relativamente desconocida en Irán, Nargues Mohamadi, fue repentinamente catapultada a la fama internacional con un Premio Nobel, promovida en los medios occidentales como una supuesta “defensora de los derechos humanos”.
Sin embargo, al igual que su predecesora Shirin Ebadi, su activismo tenía poco que ver con los derechos de las mujeres o la reforma política genuina. En su lugar, se centraba en defender a terroristas, separatistas y asesinos convictos, a quienes en sus declaraciones rebrandeaba como “disidentes”, “activistas étnicos” o “defensores de derechos humanos”.
Entre los individuos que respaldó estaba Abdolmalek Rigui, el notorio líder del grupo terrorista Yondolá, responsable de múltiples atentados mortales en Irán. También apoyó a Navid Afkari, condenado por asesinar brutalmente a un oficial de seguridad durante los disturbios antigubernamentales de 2022, y a Ramin Hosein-Panahi, un terrorista de Komala detenido mientras planeaba ataques durante las manifestaciones del Día Internacional de Al-Quds.
Sus casos fueron blanqueados con la retórica habitual de “errores judiciales” y “confesiones forzadas”, a pesar de la existencia de pruebas materiales irrefutables sobre sus crímenes.
Al igual que Ebadi, Mohamadi canalizó grandes sumas de dinero extranjero para presionar a funcionarios, financiar abogados influyentes, manipular narrativas mediáticas e incluso coaccionar a las familias de las víctimas para que retiraran sus demandas de justicia.
Estos esfuerzos no solo buscaban la liberación de criminales violentos, sino también enviar un mensaje claro: futuros terroristas y alborotadores no tendrían que temer las consecuencias, ya que contarían con el respaldo total de Occidente bajo el pretexto de la “defensa de los derechos humanos”.
El patrón de elevar a figuras marginales a la categoría de celebridades políticas, presentarlas como héroes perseguidos y utilizar su imagen para agendas geopolíticas más amplias no es exclusivo de Irán.
De hecho, ha sido un elemento clave en la injerencia occidental en múltiples países.
Las actividades de Ebadi y Mohamadi encajan perfectamente con los hallazgos de informes de inteligencia iraníes y documentos filtrados del gobierno estadounidense que detallan estrategias de cambio de régimen.
El informe conjunto del Ministerio de Inteligencia de Irán y la Organización de Inteligencia del IRGC, publicado en octubre de 2022, nombró explícitamente al Centro de Defensores de los Derechos Humanos (DHRC) como una fachada para la subversión financiada por EE. UU. a través del proyecto NERD.
El documento reveló cómo estas redes operaban como mercenarios de agencias gubernamentales estadounidenses, trabajando para desestabilizar Irán mediante la manipulación mediática y la promoción de disturbios.
El Brigadier General Mohammad Kazemi profundizó en estos operativos, señalando que uno de los proyectos expuestos involucraba 550.000 dólares en financiamiento mediático para incitar a minorías étnicas y religiosas en las regiones fronterizas de Irán y amplificar la cobertura de los disturbios.
Estos hallazgos coinciden con la investigación del periodista Kit Klarenberg para The Cradle, que reveló documentos filtrados de NERD sobre un programa estadounidense destinado a reclutar y entrenar a “líderes emergentes femeninos y de minorías étnicas” para encabezar movimientos activistas en Irán.
El informe también expuso cómo millones de dólares fueron canalizados a través de NED entre 2016 y 2021 para alimentar redes contrarrevolucionarias, con uno de los principales objetivos siendo “animar a abogados y clérigos a presionar por reformas democráticas”.
A pesar de la exposición de estas tácticas, el patrón se repite constantemente, solo que con nuevos nombres y campañas de relaciones públicas diseñadas para fabricar disidencia y desestabilizar naciones soberanas.
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Veteranos y novatos: una red de subversión
Ebadi y Mohamadi están lejos de ser las únicas operadoras veteranas reclutadas por la inteligencia occidental en Irán. Estas figuras clave en diversas actividades subversivas dentro del país representan apenas la punta del iceberg de una vasta red encubierta.
Entre los nombres más prominentes de este entramado se encuentran los autoproclamados periodistas Maziar Bahari, Omid Memarian y Masih Alineyad, todos profundamente involucrados en actividades propagandísticas desde los años 2000. Junto a ellos, destaca Fatemeh Haqiqatju, una exparlamentaria iraní que se convirtió en agitadora política.
Un informe de inteligencia conjunto de 2022 identificó a Haqiqatju como la mente maestra detrás de programas clandestinos de entrenamiento en Georgia, donde reclutas fueron instruidos en guerra híbrida y tácticas de subversión blanda. Estas sesiones, generosamente financiadas por NERD, cubrían boletos de avión, alojamiento, alimentación y un entrenamiento intensivo en desestabilización política.
El mismo programa, dirigido por servicios de inteligencia occidentales e israelíes, se llevó a cabo en 12 países, a veces con la complicidad y otras veces sin el conocimiento de los gobiernos locales.
Aquí, los mercenarios recibieron formación rigurosa en guerra urbana y técnicas de insurrección social, incluyendo métodos violentos de asesinato selectivo y destrucción de infraestructuras clave.
A cambio de su participación, los operativos recibieron incentivos tentadores: sustanciosas recompensas económicas, protección legal, cobertura mediática internacional en caso de arresto y posterior reasentamiento en Occidente, un salvoconducto que garantizaba su lealtad continua.
Las organizaciones detrás de estas iniciativas conforman una red extensa, que incluye:
- United for Iran
- Justice for Iran
- Irex
- Freedom House
- Small Media Foundation
- Siamak Pourzand Foundation
- Impact Iran Coalition
- Tavaana
- Boroumand Center
- Yalda Institute
- DHRC (Centro de Defensores de los Derechos Humanos, fundado por Ebadi)
No es casualidad que Bahari, Memarian y Alineyad siguieran el mismo camino que Haqiqatju, estableciéndose en países occidentales desde donde operan plataformas de propaganda antiraní, medios de comunicación y campañas de activismo dirigido.
Esta red bien conectada no solo se dedica a la difusión de narrativas contra Irán, sino que también impulsa agendas extremistas diseñadas externamente. Un ejemplo de ello es el impulso a un supuesto “referéndum” para desmantelar la República Islámica, una iniciativa promovida por estos operativos financiados por EE. UU.
Como revela la investigación de Klarenberg, NERD planificó meticulosamente la infiltración en la sociedad civil iraní, con la esperanza de organizar “referéndums nacionales simulados” fuera de las estructuras legítimas de Irán.
El objetivo: fabricar la ilusión de un descontento generalizado, amplificando la propaganda extranjera que sugiere un conflicto entre el gobierno y el pueblo iraní.
Sin embargo, la realidad es distinta. La abrumadora mayoría de los iraníes apoya la República Islámica, un hecho corroborado incluso por encuestas extranjeras, como las del Centro de Estudios Internacionales y Seguridad de la Universidad de Maryland (CISSM), que indican que menos de una sexta parte de la población iraní está interesada en un cambio de régimen.
Incluso el exsecretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, admitió a finales del año pasado que los repetidos intentos de Washington por derrocar al liderazgo iraní han fracasado, debido al fuerte respaldo popular al gobierno.
A pesar de esto, la táctica del referéndum sigue siendo un recurso recurrente entre los activistas financiados por Occidente, promovida por figuras como Ebadi, Mohamadi y otros operativos que buscan erosionar la soberanía de Irán.
Sin embargo, la historia ha demostrado que sus estrategias no son más que ilusiones destinadas al fracaso.
* Yusef Ramezani es un analista de asuntos estratégicos y seguridad radicado en Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en PressTV.