Publicada: sábado, 26 de octubre de 2024 17:17

Las elecciones presidenciales de EE.UU., programadas para el próximo 5 de noviembre, han generado una intensa competencia entre Donald J. Trump, el expresidente republicano, y Kamala Harris, la actual vicepresidenta demócrata.

Por Xavier Villar

Las encuestas apuntan a una contienda muy reñida en los estados clave, cuyos votos electorales serán decisivos para el resultado final en el complejo sistema del Colegio Electoral.

En Estados Unidos, los votantes no eligen directamente al presidente. En su lugar, el sistema del Colegio Electoral decide el resultado final de las elecciones. Así, un candidato puede imponerse obteniendo la mayoría de los votos electorales, incluso si no logra la mayoría del voto popular. El Colegio Electoral está compuesto por 538 electores, y cada estado cuenta con un número específico de representantes en función de su población.

Actualmente, siete estados permanecen en disputa, y el triunfo en estos “estados oscilantes” podría determinar el desenlace final de las elecciones. El candidato que logre reunir 270 votos electorales será declarado ganador.

Uno de estos “estados oscilantes” es Michigan, donde residen más de 300 000 ciudadanos de ascendencia norteafricana o del Oriente Medio (Asia Occidental). Tradicionalmente, estos votantes han sido demócratas, pero muchos están desencantados con el apoyo de Harris al genocidio israelí en Gaza y a la destrucción del Líbano. Las encuestas nacionales indican que los árabe-americanos muestran una ligera preferencia por Trump; otros, a su vez, están dando su apoyo a Jill Stein, de los Verdes.

Recientemente, el New York Times, un medio considerado cercano a los demócratas, informó que de las más de veinte entrevistas realizadas el pasado fin de semana con una variedad de votantes en Michigan, solo dos dijeron que votarían por Kamala Harris. Bruno Maçaes, un experto en política internacional portugués que cubre las elecciones estadounidenses para un medio británico, relató en un artículo que, en Dearborn, una ciudad donde la población árabe-americana representa el 55 %, uno de los habitantes le dijo: “Nadie que conozco va a votar por ella”.

Es evidente que la situación en Gaza y en Líbano, así como la tensión con Irán, están siendo factores decisivos para los votantes estadounidenses. En cuanto a la postura sobre Israel, no se aprecian diferencias significativas entre Kamala Harris y Joe Biden. Ambos parecen desconectados de los miembros más jóvenes de su partido, quienes muestran un mayor interés por los derechos de los palestinos y libaneses en lugar del tradicional apoyo incondicional a Israel.

En este contexto, se pueden recordar las declaraciones de Halie Soifer, exasesora de seguridad nacional de Harris durante su mandato como senadora, quien afirmó a la revista Politico: “Ella y el presidente Biden están completamente alineados en lo que respecta a Israel. No hay diferencia entre ellos.”

Kamala Harris dejó claro su compromiso con la seguridad de Israel y su derecho a la “autodefensa” durante su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich a principios de 2024. En este foro, también enfatizó su postura respecto a la lucha contra lo que ella denominó “agresión iraní y sus aliados”.

Por otra parte, no se anticipa que Donald Trump modifique la política estadounidense en la región si gana las elecciones, particularmente en lo que concierne a Irán. El expresidente se enorgullece de su retirada del acuerdo nuclear de 2015, conocido como JCPOA, y enfatiza constantemente que esta acción ha incrementado la presión económica sobre Irán y debilitado su influencia. Sin embargo, formula estas afirmaciones sin establecer objetivos claros en relación con la cuestión iraní.

Varios analistas iraníes apuntan a que Trump podría adoptar una postura más agresiva frente a Teherán. En términos de presencia militar, su gabinete podría optar por una estrategia selectiva, aumentando las tropas y bases militares en respuesta a ciertas amenazas, mientras que retiraría fuerzas de áreas donde no perciba un peligro inminente.

Es posible que la política de Trump hacia Siria e Irak continúe en la misma línea que en el pasado, utilizando a estos países como herramientas para ejercer presión sobre Irán. Esto podría implicar un aumento de su presencia militar en estas naciones, a pesar de la disminución de fuerzas en Oriente Medio, así como el establecimiento de relaciones interactivas con partidos opositores a los intereses iraníes dentro de estos países. Además, Trump ve a Irán como el enemigo principal de Estados Unidos en Oriente Medio, por lo que probablemente seleccionará asesores con puntos de vista duros sobre el régimen. Aunque a veces habla de una “gran negociación” con Teherán, su política general se basará en continuar con la presión máxima sobre la República Islámica.

En cuanto a la situación en Gaza, Trump ha anunciado que pondrá fin de inmediato a la guerra, aunque aún no está claro cómo lo haría. En un contexto más amplio, es probable que su enfoque se centre en los acuerdos de normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí, dejando de lado a los palestinos en cualquier decisión sobre su futuro.

En lo que respecta a los países del Golfo Pérsico, durante su primer mandato, los Emiratos fueron uno de los pilares más sólidos de los Acuerdos de Abraham. Si Trump regresa a la presidencia, es probable que Estados Unidos, a través de su viejo aliado, continúe su política hacia Oriente Medio. Dado el apoyo que ha mostrado hacia el Plan 2030 de Arabia Saudí, si gana las elecciones, es probable que ofrezca un respaldo económico más amplio a los programas de desarrollo de este país. Asimismo, la normalización de las relaciones entre Riad y Tel Aviv será impulsada con mayor celeridad desde Washington.

Por otro lado, si Harris gana las elecciones, todo apunta a que seleccionará a su equipo de política exterior entre personas con experiencia del gobierno de Biden. Se espera que las relaciones de Estados Unidos con los países del Golfo Pérsico continúen en la misma línea que con la actual administración.

En caso de victoria demócrata, varios medios iraníes apuntan a que Kamala Harris no buscará establecer relaciones cercanas con Irán en el corto plazo. Sin embargo, destacan que el acuerdo nuclear ha sido siempre un pilar de la política de Oriente Medio de los demócratas, por lo que no se puede descartar su revisión. En este sentido, se pueden recordar las declaraciones del actual presidente iraní, Masud Pezeshkian, quien durante la campaña electoral aseguró que uno de sus objetivos prioritarios era lograr un nuevo acuerdo nuclear.

No obstante, la situación actual en la región, marcada por el genocidio en Gaza y la invasión de Líbano —acciones todas ellas respaldadas por Estados Unidos— parece descartar cualquier posibilidad de acercamiento entre Irán y Washington.

Lo que resulta evidente es que, gane quien gane las elecciones en Estados Unidos, no habrá cambios significativos en el apoyo absoluto e incondicional a Israel, ni en su política de ocupación colonial, ni en la estrategia de “contención contra Irán”. Aunque existen diferencias en la forma de abordar esta contención —Trump probablemente restablezca su política de “máxima presión”, mientras que Harris podría optar por una aproximación menos directa y confrontacional—, ambos comparten la narrativa de que Irán representa un obstáculo para sus objetivos de reconfiguración regional.