Los bombardeos "son un claro intento de minar y descarrilar los esfuerzos para poner fin al conflicto, en un momento en el que las negociaciones han entrado en su fase final y vital", insiste la UNSMIL.
Este comunicado se produce después de que Haftar anunciase el sábado el comienzo de una nueva operación para supuestamente expulsar de la ciudad a los milicianos del grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe) y a otros grupos extremistas.
La Misión de la ONU señala que los "barrios residenciales han sido reducidos a escombros” y advierte de que la última ofensiva aérea supondrá más sufrimiento para la gente que se prepara para celebrar el Eid al Adha (Celebración del Sacrificio); "esta última escalada les negará probablemente la esperanza de celebrar la fiesta en paz y calma".
"Bengasi ha sufrido desde hace demasiado”, aduce la UNSMIL, demasiados civiles han muerto o han resultado heridos, otros 100 000 se han visto desplazados por el conflicto que se inició desde hace más de un año. Esto, según la misión de la ONU, demuestra "claramente que la solución militar no es una opción viable en Libia".
La única solución al conflicto, añade, debe salir de un proceso de diálogo y un acuerdo político que garanticen la inclusión, el equilibrio y el consenso. Conjetura, además, que las partes en Libia tienen la oportunidad histórica de alcanzar un acuerdo que ponga fin a las divisiones y el sufrimiento y pide que "muestren la máxima moderación para dar una oportunidad al diálogo".
"Ya sea en Bengasi o en cualquier otra parte del país, las hostilidades armadas han mostrado una y otra vez que sólo pueden traer destrucción y sufrimiento al pueblo libio", recalcó la Misión de la ONU que, sin embargo, no hizo referencia alguna a los grupos terroristas de la zona.
Los bombardeos "son un claro intento de minar y descarrilar los esfuerzos para poner fin al conflicto, en un momento en el que las negociaciones han entrado en su fase final y vital", insiste la UNSMIL.
Bengasi es uno de los frentes de los múltiples conflictos en Libia, país en el que un enfrentamiento entre dos gobiernos rivales y sus aliados está llevando al país al colapso económico, después de la caída del autócrata libio Muamar Gadafi hace cuatro años.
Haftar, también ciudadano estadounidense, fue comandante de las fuerzas militares de Gadafi y Jefe de Estado Mayor en aquel entonces. El autoproclamado gobierno de Trípoli, en Libia, lo acusó a finales de agosto de tener vínculos con el grupo terrorista de Daesh y de estar llevando a cabo una contrarrevolución.
Por otra parte, la UNSMIL no se ha pronunciado de momento sobre la irrupción de hombres armados el jueves en el Parlamento libio, donde secuestraron a un diputado, tras una votación en la que se decidió continuar con el proceso de diálogo mediado por la ONU.
Estos ataques pusieron en peligro la nueva ronda de conversaciones de paz que comenzaron los dos gobiernos en conflicto el pasado 11 de septiembre y que tenía el 20 de septiembre como fecha límite, plazo fijado por Bernardino León, enviado especial de la ONU para este país africano.
Desde el derrocamiento del régimen de Muamar Gadafi en octubre de 2011, Libia cuenta con dos facciones principales: una, el Gobierno reconocido internacionalmente y con sede en la ciudad oriental de Tobruk, y la otra, el llamado gobierno de Salvación Nacional (GSN), con sede en Trípoli (capital libia).
Los gobiernos occidentales creen que la mejor solución es un acuerdo de paz apoyado por la ONU que unifique a los dos gobiernos libios. No obstante, los enfrentamientos y la presión de los más radicales de ambos bandos han complicado las negociaciones: una parte de los miembros del Parlamento libio sigue oponiéndose al proyecto de constituir un gobierno de unidad nacional en este país sumido en el caos.
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