• El presidente de Irán, Masud Pezeshkian, ofrece un discurso ante la Asamblea General de la ONU.
Publicada: lunes, 30 de septiembre de 2024 10:47

El presidente iraní, Masud Pezeshkian, hizo su debut en la Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso contundente sobre el conflicto entre Israel y Palestina, condenando las atrocidades cometidas contra el pueblo de Gaza.

En su intervención, subrayó la importancia de enfocarse en las similitudes en lugar de en las diferencias y denunció las injusticias que las sanciones han impuesto al pueblo iraní.

Pezeshkian manifestó su disposición a entablar un diálogo con los países vecinos y con las grandes potencias mundiales, un gesto que los analistas interpretan como un intento de equilibrar la política exterior de Irán. En su discurso, destacó que la “injusticia”, la “opresión”, la “avaricia” y la “pobreza” son las causas fundamentales que perpetúan la guerra y el derramamiento de sangre en el mundo. También hizo hincapié en la “disposición de Irán para cooperar con los miembros del acuerdo nuclear”, la “restauración del derecho del pueblo palestino a decidir su propio destino” y la “violación de los derechos humanos a través de las sanciones” como ejes centrales de su mensaje.

En referencia a la guerra en Gaza, el presidente afirmó: “En el último año, el mundo ha sido testigo de la verdadera naturaleza del régimen israelí. Ha visto cómo los líderes de este régimen cometen atrocidades, matando a más de 41,000 inocentes en Gaza en solo once meses, la mayoría de ellos mujeres y niños. A este genocidio, a la matanza de niños, a estos crímenes de guerra y al terrorismo de Estado lo llaman ‘defensa legítima’. A los hospitales, guarderías y escuelas les llaman ‘objetivos militares legítimos’. Y a las valientes personas de Occidente y Oriente que protestan contra este genocidio, las acusan de ‘antisemitismo’”.

Respecto al acuerdo nuclear, conocido como JCPOA, Pezeshkian señaló que Irán está preparado para interactuar con los países firmantes y que, si se cumplen los compromisos del acuerdo original —que, hay que recordar, fue roto unilateralmente por Estados Unidos—, se podrá dialogar sobre otros temas. Para la República Islámica, la ruptura del acuerdo nuclear se percibe como una manifestación de la falta de honestidad y compromiso de Occidente. Esta desconfianza, junto con la creencia de que Occidente nunca actúa de buena fe en sus relaciones con Irán, es parte de su visión ideológica. Por ello, la República Islámica considera necesario solicitar garantías a los demás firmantes del JCPOA para que cumplan con sus compromisos en caso de que se renueve el acuerdo.

En este contexto, si se renueva el acuerdo nuclear, Irán podría exigir medidas de verificación, especialmente a la luz de lo ocurrido con el anterior pacto. Esta verificación debería ir acompañada de penalizaciones económicas en caso de que alguna de las partes firmantes decida, nuevamente, romper unilateralmente lo acordado.

Pezeshkian también centró su discurso en la necesidad de “construir un mundo mejor” en términos económicos, políticos y de seguridad, asegurando que Irán tiene la firme voluntad de colaborar con la comunidad internacional para alcanzar este objetivo. En una entrevista con la cadena Al Jazeera, el presidente declaró que “Irán no tiene objeciones al diálogo, pero EE. UU. nunca se ha comprometido realmente a ello y constantemente intenta desestabilizar a la República Islámica. Estamos dispuestos a negociar con EE. UU., siempre y cuando se acerquen a las conversaciones con honestidad y sinceridad”.

Estas afirmaciones son similares a las realizadas por el Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, quien en 2015, en medio de las negociaciones del acuerdo nuclear, dejó claro que “si el acuerdo se implementaba en su totalidad y con buena voluntad por parte de Estados Unidos, sería posible dialogar y llegar a compromisos en otros temas”. Esto pone de manifiesto que Irán está dispuesto a mantener un diálogo constructivo, siempre que este se base en la honestidad y no sobrepase las líneas rojas políticas de la República Islámica.

Desde una perspectiva política, la noción de diálogo debe entenderse como un espacio discursivo atravesado por diferentes distribuciones de poder. La idea liberal que presenta el diálogo como un ámbito neutro, en el que los actores participan en un intercambio equilibrado, oculta la desigualdad en la distribución del poder dentro de este espacio. En este modelo liberal, el diálogo se configura como un espacio no político, donde no es necesario tomar partido entre un "nosotros" y un "ellos". Este espacio se basa en la ilusión de una comunicación total y sin restricciones que resolverá las diferencias.

Sin embargo, lo que realmente ocurre es que una de las partes impone las reglas del juego, mientras que la otra se ve obligada a jugar con unas normas que no son las suyas. Esta dinámica revela una distribución desigual del poder. Cualquier intento de forzar una ruptura que permita un nuevo orden político es percibido por la parte más poderosa como una forma de violencia contra reglas que pretenden ser universales, cuando en realidad son particulares.

Por ejemplo, cuando la resistencia en Palestina o en Líbano responde a las agresiones sionistas, esto es etiquetado como “violencia” y es condenado por el discurso liberal que busca proteger el statu quo colonial. Otra de las estrategias de este discurso consiste en hablar de “dos lados” en un supuesto conflicto, una construcción que se basa en el mito de la negación del momento fundacional de la violencia: el establecimiento del régimen colonial sionista en 1948.

Este episodio no fue un hecho aislado, sino un suceso que se repite de manera constante y cotidiana, en diversas formas y manifestaciones. Ignorar ese momento fundacional y su reiteración diaria impide comprender la violencia infligida a los palestinos y a los libaneses por parte del régimen ocupante e ilegítimo.

El mito liberal se apoya en la omisión de este momento crucial y tiende a centrarse en las acciones de HAMAS o Hezbolá, las cuales se perciben como “una violencia injustificada y completamente irracional”. En otras palabras, al pasar por alto la violencia estructural sionista, cada acto de resistencia contra la agresión colonial se interpreta erróneamente como un acto inicial de violencia.

Esto significa que se intenta que todos los actores políticos se mantengan dentro de un marco discursivo repleto de reglas y normas que se aplican de manera desigual: el “derecho a defenderse” para Israel es calificado como “terrorismo” cuando lo ejercen los miembros de la resistencia. Este fenómeno ejemplifica la necesidad de analizar cómo se distribuye el poder en el mundo real.

Las palabras del presidente iraní, al enfatizar que cualquier diálogo debe llevarse a cabo con honestidad, resaltan la importancia de crear un espacio común que esté libre de desigualdades de poder y, por lo tanto, de opresiones. Esta perspectiva sugiere la necesidad de establecer un entorno donde todas las partes puedan expresar sus puntos de vista de manera equitativa, sin que una imponga sus reglas sobre las demás. La honestidad se presenta como un requisito fundamental para facilitar un intercambio constructivo que permita abordar las injusticias y desigualdades en las relaciones internacionales.

Por Xavier Villar