El jueves por la tarde (hora local), dos explosiones acaecieron fuera del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de Kabul (la capital afgana). Poco más tarde, el grupo terrorista Daesh se atribuyó la autoría del ataque.
Según las últimas cifras, hasta el momento, el número de muertos por los estallidos se eleva a 103 personas, incluidos niños, mujeres y 13 militares estadounidenses. Además, un funcionario norteamericano ha dicho a la agencia británica de noticias Reuters que es probable que la cantidad de personal de EE.UU. asesinado aumente aún más.
La banda takfirí Daesh, que cuenta con el apoyo de los países occidentales, dijo que uno de sus atacantes suicidas tenía como objetivo “traductores y colaboradores del Ejército estadounidense” que se encuentran en Afganistán.
Ante tal coyuntura, el general Frank McKenzie, comandante del Comando Central de EE.UU. (Centcom, por sus siglas en inglés), dijo que los altos mandos norteamericanos están en alerta por más ataques terroristas posiblemente con cohetes o coches bomba contra el aeropuerto de Kabul.
Conforme a McKenzie, la amenaza de Daesh persiste, junto con “otras corrientes de amenazas activas”. “Creemos que su deseo es continuar con estos ataques y se prevé que estos ataques continuarán y estamos haciendo todo lo posible para estar preparados”, añadió.
Eso se ha producido en medio de la incertidumbre en Afganistán después de que el grupo armado Talibán tomara el pasado 15 de agosto el control de Kabul; el reforzamiento del grupo armado en paralelo con la retirada de las fuerzas de EE.UU. de Afganistán, para algunos observadores no es mera coincidencia.
De hecho, dicen que Washington, cuya presencia en Afganistán causó un inmenso sufrimiento al pueblo afgano, refuerza a los insurgentes para encontrar una justificación a su futura misión en el país asiático. Por lo tanto, tales ataques terroristas podrían convertirse en un nuevo pretexto de EE.UU. para mantener sus unidades militares en Afganistán.
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