“Tengo que decir que al principio de la crisis en Siria no nos tomaron muy en serio cuando comenzamos a denunciar la situación”, ha aseverado la directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
En sus declaraciones de este sábado, Irina Bokova ha reconocido que todavía están buscando fórmulas para impedir futuras amenazas contra la propiedad histórica.
Tengo que decir que al principio de la crisis en Siria no nos tomaron muy en serio cuando comenzamos a denunciar la situación”, dice Irina Bokova, directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La situación viene de antes, sin embargo, cuando los talibán destruyeron en 2001 dos grandes estatuas de Buda. El “fenómeno”, como lo llama Bokova, cobró plena importancia sin embargo en 2012, cuando terroristas malienses arrasaron edificios medievales en Tombuctú. La destrucción el año pasado de Palmira, en el centro de Siria, terminó por poner de relieve la gravedad extrema de la situación.
Los expertos de la Unesco, que durante dos días visitaron los restos arqueológicos, anunciaron “medidas urgentes de salvaguarda” de Palmira tras su liberación de manos del grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe).
Situado al nordeste de Damasco, en el desierto de Siria, el oasis de Palmira alberga las ruinas monumentales de una gran ciudad que fue uno de los centros culturales más importantes de la Antigüedad, sometida a la influencia de diversas civilizaciones.
“Ahora me parece que todos estamos al tanto del peligro. Sé que no es fácil, pero creo que es ahora cuando todo el mundo ha aceptado que la destrucción del patrimonio cultural forma parte de una estrategia extremista, y es su representación más palpable de la misma”, ha explicado Bokova.
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