• Fallece el papa Francisco, firme crítico del genocidio sionista en Gaza
Publicada: martes, 22 de abril de 2025 17:11

El papa Francisco, el primer latinoamericano en acceder al papado en la historia de la Iglesia Católica, ha fallecido a los 88 años.

Por Xavier Villar

Su muerte, ocurrida este lunes, se produjo poco después de un episodio de neumonía doble que lo mantuvo hospitalizado durante cinco semanas en el Hospital Gemelli de Roma.

Este pasado domingo, en el Domingo de Pascua, Francisco apareció desde el balcón de la Basílica de San Pedro, mientras un asistente leía una bendición en la que el Papa condenaba la “deplorable situación humanitaria” provocada por la guerra genocida lanzada por Israel sobre Gaza.

Desde los primeros días de este conflicto, Francisco se pronunció con firmeza en favor de un alto el fuego inmediato. “Por favor, detengan los ataques y las armas”, pidió públicamente, advirtiendo de que la guerra solo conduce a la “muerte y sufrimiento de personas inocentes”.

“¡La guerra es siempre una derrota! ¡Toda guerra es una derrota!”, clamó con su característico tono enérgico.

El 19 de octubre de 2023, cuando un bombardeo israelí alcanzó la iglesia ortodoxa griega de San Porfirio en Gaza, matando a al menos 18 civiles palestinos que se habían refugiado en su interior, el Papa instó de nuevo a Israel a poner fin a las hostilidades “lo antes posible”.

“Estoy pensando en la grave situación humanitaria en Gaza… Reitero mi llamado a que se abran corredores y continúe llegando la ayuda humanitaria”, expresó desde el Vaticano.

Mientras Israel intensificaba sus ataques sobre el enclave, Francisco optó por una vía menos visible, pero cargada de simbolismo: estableció contacto directo con la comunidad cristiana en Gaza. Cada noche, telefoneaba a la iglesia de la Sagrada Familia, la única parroquia católica en la Franja, para ofrecer oraciones y palabras de aliento a los que se refugiaban allí.

La parroquia acogía entonces a unas 500 personas, entre ellas tres sacerdotes, cinco monjas y 58 personas con discapacidad. La mayoría de los refugiados eran musulmanes y niños con necesidades especiales.

El apoyo del Papa a Palestina, sin embargo, precede al genocidio actual. En 2015, reconoció oficialmente al Estado de Palestina, y desde el aumento de los ataques por parte de Israel, no paró de hacer numerosos comentarios condenando públicamente lo que considera un genocidio. En diciembre de 2024, declaró: “Han bombardeado a niños. Esto no es una guerra. Esto es crueldad. Quiero decirlo porque me toca el corazón.”

En este sentido, la cercanía expresada por el papa Francisco hacia aquellos que sufren en Palestina se erige como un contraste profundo con la exultante felicidad de los sionistas ante la provocación de muerte y destrucción. Un contraste aún más desgarrador cuando se escucha a la ministra de Asentamientos y Misiones Nacionales de la Entidad Sionista, Orit Strook, quien calificó el genocidio en Gaza como un “milagro”. Esta declaración, cargada de deshumanización, refleja un abismo ético que se aleja de los principios de compasión y justicia invocados por Francisco.

Desde el punto de vista de la teología política, la muerte y el genocido en Gaza es la manera en la que el sionismo reconstruye su comunidad política, a través de la venganza que se sitúa como un fin en sí misma, deleitándose en la violencia como tal y encontrando sentido dentro de ella.

En este sentido, y tal como han apuntado algunos teólogos, en esta lógica, el dolor y el sufrimiento por los muertos no sirven como razones para detener el derramamiento de sangre, sino como fuerzas que lo justifican y lo validan retrospectivamente.

Esta violencia masiva no está impulsada por un mesianismo que mira hacia el futuro y está dispuesto a pasar por los fuegos del infierno para finalmente alcanzar el paraíso. Al crear el infierno para los palestinos, para los israelíes, el paraíso ya está aquí y ahora.

El papa Francisco, en su oposición frontal al genocidio en Gaza, no solo se alinea con una visión humanitaria, sino que desafía una lógica más profunda de muerte que, desde el punto de vista de la teología política, fundamenta el sionismo. En este contexto, se puede entender su posición como un rechazo directo a una estructura que considera a los “enemigos” como prescindibles, cuya vida no solo es sacrificable, sino que se convierte en un obstáculo para la construcción de una comunidad política divina y exclusiva.

Esta lógica de muerte está intrínsecamente conectada con el concepto de inmunitas, desarrollado por el filósofo Roberto Esposito. En su análisis, Esposito describe cómo la inmunidad no solo se refiere a la protección de un cuerpo o una comunidad frente a amenazas externas, sino que, más allá de la defensa, implica un proceso de exclusión, una separación entre los que forman parte del cuerpo político y los que están fuera de él, condenados a ser “el otro”.

Para Esposito, la inmunidad es una doble operación: por un lado, protege a la comunidad, pero por otro, esta protección se construye sobre la exclusión y la creación de un enemigo, que es reducido a lo que él llama “la vida que no vale”. En este sentido, el concepto de inmunidad se convierte en un principio organizador del poder y de la política, estructurando las relaciones de vida y muerte dentro de la comunidad. Quienes son considerados parte de ella son protegidos, pero a costa de aquellos que quedan fuera, que son sometidos a la violencia y a la deshumanización.

La lógica sionista, tal como se percibe en su estructura teológica y política, se configura precisamente sobre esta lógica de inmunidad: la creación de un “pueblo elegido”, una comunidad que no solo se ve a sí misma como protegida, sino que, a través de su inmunidad, está dispuesta a excluir y aniquilar a aquellos que considera una amenaza. Esta exclusión no es solo física, sino profundamente simbólica, pues convierte al otro —en este caso, al pueblo palestino— en un enemigo radical, cuya existencia es vista como incompatible con la salvaguardia de la propia comunidad.