Para los palestinos, los 16 meses de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos han sido marcados por un mayor acercamiento de Washington y Tel Aviv, por una parte, y las políticas de la Casa Blanca para presionar a los palestinos.
Trump, como todos los presidentes estadounidenses en la historia moderna, expresó su voluntad para encontrar una solución a la crisis entre Israel y los palestinos. Sin embargo, parece que Trump no es un ferviente simpatizante de la solución de dos estados.
El plan de Trump para la paz incluye un Estado palestino con un territorio que cubre la Franja de Gaza y la mitad de la Cisjordania pero que no incluye Jerusalén.
Trump denominó su hoja de ruta como “el Acuerdo del Siglo”. Los palestinos, sin embargo, no coinciden con el mandatario estadounidense.
Washington, para presionar a los palestinos a que aceptaran su propuesta de paz, cortó una buena parte de sus contribuciones a las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los refugiados palestinos.
Y por si fuera poco, Trump echó leña al fuego y anunció que Washington reconoce a Jerusalén como capital de Israel.
La decisión de Trump de trasladar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén, ha provocado en los últimos meses, protestas masivas en todos los territorios ocupados, desde la Franja de Gaza hasta Cisjordania. Protestas incesantes que hasta ahora, solo en Gaza, han dejado más de 40 muertos y miles de heridos.
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