Publicada: jueves, 10 de abril de 2025 11:22

La incertidumbre sigue rodeando las conversaciones indirectas entre Irán y Estados Unidos, que, según lo previsto, comenzarán este sábado en Omán.

Por: Xavier Villar

Aunque ni Teherán ni Washington han ofrecido detalles específicos sobre la agenda o el formato del encuentro, las expectativas se centran en explorar una posible vía para contener la creciente tensión regional. El foco de la comunidad internacional está en si estas negociaciones, que se desarrollarán en un contexto de desconfianza mutua, podrán allanar el camino hacia un entendimiento entre ambos países.

Desde Teherán, el presidente Masud Pezeshkian confirmó que las conversaciones serán indirectas, subrayando la falta de confianza entre ambos gobiernos. En un discurso con empleados de la Organización de Energía Atómica de Irán, Pezeshkian recordó las palabras del Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, quien dejó claro que Irán está dispuesto a negociar, pero no de manera directa. “Dialogaremos de forma indirecta, con dignidad y orgullo. Ofreceremos cualquier garantía necesaria para demostrar que no buscamos fabricar una bomba nuclear”, afirmó el presidente iraní, apuntando a una postura que se mantendrá firme en cuanto a principios, pero que no cierra la puerta a la diplomacia.

Por su parte, el ministro de Exteriores iraní, Seyed Abás Araqchi, quien actualmente se encuentra de visita oficial en Argelia, ratificó el carácter indirecto de las conversaciones y aseguró que Estados Unidos ha aceptado este formato. En sus declaraciones, Araqchi fue claro al señalar que “mientras persistan la presión máxima y las amenazas, no existen las condiciones para una negociación justa”. Sin embargo, subrayó que Irán sigue dispuesto a mantener un canal de diálogo, incluso en este formato indirecto, en un esfuerzo por evitar la escalada de las tensiones. Araqchi también reveló en un artículo publicado en The Washington Post que, en las últimas semanas, ambos países han intercambiado cartas y mensajes con el fin de explorar una vía diplomática, lo que, según él, refleja un "esfuerzo real por clarificar posiciones".

La mediación del gobierno de Omán, que ha jugado tradicionalmente un papel neutral en la resolución de conflictos regionales, será crucial para facilitar el diálogo entre Irán y Estados Unidos. Las negociaciones estarán lideradas por Abbas Araqchi por parte iraní y Steve Wittkof, representante especial de Donald Trump para Asia Occidental. La postura de ambos países podría definir la dinámica de las conversaciones, especialmente considerando la discrepancia sobre el formato: mientras Irán insiste en la vía indirecta, Donald Trump ha expresado su disposición a negociar directamente, lo que podría dificultar aún más el proceso y complicar la construcción de confianza.

Desde la perspectiva de Teherán, el objetivo primordial de estas conversaciones es reducir las tensiones militares, aliviar la presión de las sanciones internacionales y mejorar la situación económica del país. Araqchi ha calificado esta oportunidad como una “prueba”, subrayando que, en última instancia, la pelota está en el campo de Estados Unidos. La insistencia de Irán en mantener un formato indirecto refleja la cautela de un gobierno que, al mismo tiempo que busca evitar la confrontación, debe gestionar la percepción interna de su soberanía frente a las presiones externas.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha adoptado una postura agresiva hacia Irán desde su regreso al poder en enero de 2025, pero parece que su anuncio sobre las negociaciones en Omán busca, ante todo, un logro diplomático. Aunque previamente había amenazado con “bombardear”" Irán si no se alcanzaba un acuerdo, ahora parece estar considerando también un enfoque diplomático. El objetivo de Estados Unidos es claro: limitar el programa nuclear de Irán y evitar que Teherán adquiera armas nucleares, un desafío estratégico de primer orden para la administración estadounidense.

Expertos iraníes, como Fouad Izadi, sugieren que las conversaciones programadas para este sábado en Omán probablemente no conducirán a un acuerdo integral a corto plazo. Más bien, se perfilan como un punto de partida para un proceso de diálogo más amplio. Las primeras rondas de negociación serán clave para establecer las bases de un entendimiento futuro, aunque las expectativas de un acuerdo inmediato siguen siendo moderadas. Este encuentro, por tanto, representa una prueba crucial para medir la seriedad y flexibilidad de ambas partes.

Irán, al insistir en mantener las conversaciones indirectas, busca preservar sus principios fundamentales y evitar que cualquier forma de diálogo sea percibida internamente como una "sumisión" ante las presiones externas. Esta postura contrasta con la de Estados Unidos, que ha propuesto negociaciones directas, con el objetivo de mostrar su poder y exigir concesiones de Teherán. No obstante, las constantes amenazas de Trump y la retórica de “presión máxima” podrían convertirse en un obstáculo significativo para avanzar en las conversaciones.

En este contexto, las declaraciones recientes de Araqchi, quien afirmó que “la forma de la negociación no es lo más importante, sino su efectividad”, dejan entrever que Irán está dispuesto a mostrar cierta flexibilidad, siempre y cuando perciba una verdadera buena voluntad por parte de Washington. Sin embargo, las amenazas continuas podrían socavar esta disposición y dificultar cualquier avance.

La posibilidad de un acuerdo depende, en última instancia, de la capacidad de ambas partes para retroceder de sus posiciones más extremas y optar por soluciones prácticas que promuevan un deshielo gradual de las tensiones. Este evento podría marcar un punto de inflexión en las relaciones entre Irán y Estados Unidos, pero solo si las negociaciones se desarrollan en un marco de respeto mutuo y sin imposiciones unilaterales.

No obstante, en esta ecuación no se puede pasar por alto la postura de Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu ha dejado claro que un acuerdo con Irán debería asemejarse al pacto nuclear con Libia, en el que el líder libio Muamar el Gadafi destruyó sus instalaciones nucleares a cambio del levantamiento de sanciones. Este paralelismo, sin embargo, ha sido rechazado por Irán. En respuesta a los comentarios de Netanyahu, Araqchi afirmó: “Lo que han dicho los funcionarios del régimen sionista (el modelo de negociaciones de Libia) son sus deseos, que nunca se harán realidad”.

El régimen de Gaddafi alcanzó en 2003 un acuerdo con las potencias occidentales que implicó su desarme total a cambio de una serie de concesiones. Libia abandonó su programa nuclear y permitió la visita de inspectores internacionales. Sin embargo, solo ocho años después, Gadafi fue derrocado en medio de rebeliones internas, mientras que, en 2011, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido lanzaron una intervención militar en el país. Este episodio ha dado lugar a la noción de la “libización”, vista por algunos como una advertencia para Irán, un recordatorio de los riesgos de ceder en sus programas nucleares y la vulnerabilidad que ello podría acarrear.

Sin embargo, es claro que el escenario de la “libización” no se repetirá en el caso de Irán. Si ese es el objetivo final de las negociaciones en Omán, todo indica que estas fracasarán. No obstante, si las conversaciones se limitan a la cuestión nuclear, dejando de lado otros temas clave para Irán, como su programa de misiles o la cuestión del Eje de Resistencia, podría ser posible llegar a un acuerdo. Claro está, esto dependerá de que Estados Unidos adopte una postura genuinamente constructiva, sin intentos de presión. Solo así, respetando la soberanía y los intereses fundamentales de cada nación, las negociaciones podrían representar una oportunidad para un entendimiento complejo pero beneficioso para la estabilidad regional.