Publicada: jueves, 6 de febrero de 2025 11:46

"A lo largo de la historia, la guerra ha tenido como objetivo imponer la voluntad y alcanzar la victoria. Sin embargo, la resistencia busca algo distinto: su propósito es perdurar. La guerra tiene un final, pero la resistencia nunca se acaba".

Con estas contundentes palabras, Ali Akbar Ahmadian, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, subrayó la importancia de la resistencia en un discurso pronunciado en la 23ª edición del curso formativo y organizativo Yihad Akbar, organizado por la Unión de Asociaciones Islámicas de Estudiantes Independientes en Mashad

Ahmadian no solo destacó la dimensión espiritual de la resistencia, sino que también la vinculó estrechamente con la tradición religiosa iraní. En su intervención, hizo hincapié en la necesidad urgente de que las élites comprendan con claridad el contexto actual y las implicaciones de este concepto a nivel global.

"La resistencia es ahora un tema central como nunca antes. Nos enfrentamos a preguntas fundamentales: ¿Cuál es su fundamento filosófico? ¿Dónde y cómo nació? ¿Es un fenómeno reciente, asociado a Hezbolá en Líbano y la resistencia palestina, o tiene raíces más profundas en la historia? ¿Qué misión tiene y qué asegura su continuidad?", reflexionó el secretario, invitando a una revisión profunda del concepto.

Ahmadian subrayó que el concepto de resistencia está profundamente arraigado en el Corán y en las enseñanzas de la familia del Profeta. Citando el versículo: "Y ciertamente, hemos enviado a cada nación un mensajero" (Sura An-Nahl, 16:36), destacó que todos los profetas fueron enviados con el mandato de adorar a Dios y rechazar al Taghut, es decir, a los tiranos o falsos ídolos. Según su interpretación, la fe no se limita únicamente a la adoración, sino que implica también la oposición activa a la opresión.

En este contexto, evocó la figura del Imam Jomeini, quien sostenía que, si el Profeta Abraham hubiera limitado su misión a los actos de culto sin enfrentarse a los tiranos de su tiempo, nadie se habría opuesto a él. La resistencia, argumentó Ahmadian, no debe ser vista como un aspecto periférico de la religión, sino como su eje central.

El académico también hizo alusión a otro versículo coránico: "Y se aconsejan mutuamente la verdad y la paciencia" (Sura Al-Asr, 103:3). Antes de la Revolución Islámica, explicó, muchos entendían la adoración como una mera práctica de ritos religiosos. Sin embargo, citando las enseñanzas del Imam Ali, recordó que la verdadera devoción no solo implica la práctica religiosa, sino también el sacrificio por una causa mayor.

Ahmadian, en su análisis, advirtió contra la dicotomía entre diálogo y resistencia, calificándola como errónea. Señaló que la negociación es posible incluso con los no creyentes, siempre y cuando se lleve a cabo desde una posición firme y con principios. Es en este sentido donde la noción de la gran yihad cobra relevancia, entendida como la negativa a obedecer a quienes contradicen los valores fundamentales del islam: "No obedezcas a los incrédulos... y confía en Dios como tu protector" (Sura Al-Furqan, 25:52).

Para Ahmadian, la resistencia no implica necesariamente confrontación física, sino la capacidad de discernir cuándo ceder y cuándo mantenerse firme. "La vida de los Imames está llena de ejemplos sobre cuándo retroceder y cuándo resistir. Si nos aferramos cuando deberíamos ceder, sufrimos daños; si cedemos cuando deberíamos resistir, también erramos", explicó.

El experto concluyó que la resistencia no es una lucha temporal, sino un principio que se remonta al Profeta Adán y persiste hasta nuestros días. "Resistir es mantenerse firme en la obediencia a Dios y rechazar la opresión. Comprender esto es clave para evitar excesos y deficiencias en nuestra práctica", sentenció.

A este respecto, es fundamental recordar que la historia de resistencia, sacrificio y martirio es una característica definitoria del islam chií, que lo distingue de otras corrientes del islam. Hezbolá, como grupo chií, fundamenta todo su discurso en la noción de martirio, apoyándose en la tradición histórica de los eventos ocurridos en Karbala, en el actual Irak, en el año 680 d.C. (61 AH en el calendario islámico).

La batalla de Karbala enfrentó al califa Yazid I contra los seguidores de Alí, liderados por su hijo, Husayn ibn Alí, quien se negó a reconocer a Yazid como califa y denunció su opresión y tiranía. Finalmente, Husayn y sus seguidores fueron brutalmente masacrados por las fuerzas de Yazid, tras resistir varios días sin acceso a agua ni comida.

En la tradición chií, el martirio del Imam Husein no solo es un episodio histórico, sino que se ha convertido en un paradigma onto-político de resistencia contra la opresión, consolidando su significado en el imaginario colectivo chií y en sus expresiones políticas contemporáneas.

El secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán continuó su intervención advirtiendo sobre las tácticas de guerra psicológica utilizadas para debilitar la resistencia y sembrar división en la sociedad iraní. Según afirmó, el objetivo del enemigo no se limita únicamente a la derrota militar, sino que busca aniquilar la voluntad de resistencia a través de la desinformación, la propagación de rumores y la polarización social.

Ahmadian criticó los "falsos dilemas" que buscan arrastrar a Irán a debates estériles, como la conveniencia de negociar o rechazar acuerdos internacionales. "Nos imponen preguntas como '¿Debemos negociar o no?', cuando la verdadera cuestión es preservar nuestra soberanía y no caer en su juego", señaló con firmeza.

Sobre la relación con Israel, el dirigente iraní desestimó la idea de una guerra prolongada entre ambos países, aclarando que la estrategia de Irán se basa en el desgaste y la resistencia, no en un enfrentamiento militar directo. "La resistencia no busca una guerra convencional; su objetivo es debilitar al enemigo hasta su colapso", afirmó. También criticó las expectativas irreales sobre la desaparición inminente de Israel, subrayando que la declaración del Líder Supremo sobre la posible desaparición del Estado hebreo en 25 años no implicaba una acción militar inmediata.

Ahmadian insistió en que la clave es fortalecer la resistencia y no dejarse arrastrar por la narrativa impuesta por sus adversarios: "Debemos estar atentos a las trampas que buscan hacernos sentir derrotados."

El secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, en sus declaraciones, recordó que "al inicio de la Revolución, el Imam Jomeini dejó claro que la exportación de la Revolución no implicaba la formación de un ejército armado para imponerla en otros países. Fue él quien detuvo esa idea. Pero, ¿qué significa realmente intervenir en los asuntos internos de otras naciones? ¿Qué implica la exportación de la Revolución?" Para explicarlo, el Líder Supremo recurrió a una hermosa metáfora, señalando que "la Revolución es como un perfume cuyo aroma, imposible de detener, se esparce por doquier."

Es importante recordar que la Revolución Islámica fue, para los propios islamistas, una lucha contra el eurocentrismo representado en las políticas de los Pahlavi. A diferencia de las revoluciones francesa, rusa o china, esta no compartía los principios occidentales. Para la historiografía islamista, fue una revolución de carácter epistémico, no "simplemente" un movimiento de liberación nacional. Por ello, la "lucha contra los elementos contrarrevolucionarios" no puede ser entendida solo desde una perspectiva material.

La idea de lucha en este contexto está anclada en la misión de construir un nuevo sistema político basado en el Islam, que rompiera con lo que se conoce como “kemalismo”: el modelo de modernidad occidental adaptado a contextos islámicos. La dinastía Pahlavi en Irán, Ben Ali en Túnez, Atatürk en Turquía, e incluso la dinastía Saud en Arabia Saudí, forman parte de ese grupo "kemalista". Lo que se trataba, principalmente, era de una lucha discursiva que evitara la reapertura del espacio político desde articulaciones consideradas occidentales.

Esta lucha discursiva explica, en parte, la distinción política que Ahmadian establece entre resistencia y guerra. Mientras que la guerra a lo largo de la historia ha tenido como fin imponer la voluntad y obtener la victoria, el propósito de la resistencia reside en su continuidad. Concebida como una estrategia política constante, la resistencia tiene como objetivo último el desmantelamiento de la ideología occidental a largo plazo.

El Secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional concluyó su intervención señalando: "Mi intención ha sido ofrecer una visión de la situación desde la perspectiva de la Revolución Islámica, no desde la óptica de aquellos hermanos impacientes, aunque igualmente comprometidos y preocupados por la Revolución. Mientras la Revolución siga resistiendo, continuará existiendo y será victoriosa. Todos aquellos que se encuentren en el corredor de la resistencia recibirán la recompensa de los mártires que luchan por la causa de la justicia."

Por Xavier Vaillar