Publicada: miércoles, 5 de febrero de 2025 7:23

El programa espacial de Irán avanza con lanzamientos satelitales, mientras el país planea enviar a su primer astronauta antes de 2030.

Por: Ivan Kesic

El programa espacial de Irán ha progresado de manera constante, no solo con el frecuente lanzamiento de satélites de comunicación y observación, sino también a través de su ambiciosa iniciativa de vuelos espaciales tripulados, cuyo objetivo es enviar a su primer astronauta al espacio antes del final de esta década.

El avance del programa espacial desde la Revolución Islámica de 1979 ha sido descrito por expertos como fenomenal, a pesar de las sanciones y embargos ilegales impuestos a Irán por potencias occidentales.

Fue un salto de fe para los altamente motivados científicos iraníes, quienes tardaron varios años después de la revolución de 1979 en colocar al país en el espacio, uniéndose así a un selecto grupo de naciones avanzadas.

A finales de la década de 2000, Irán alcanzó un hito histórico al unirse al exclusivo grupo de solo nueve naciones con la capacidad de lanzar objetos al espacio de manera independiente.

Este avance se concretó el 4 de febrero de 2008, cuando el cohete de prueba Kavoshgar marcó el primer acceso registrado de Irán más allá del límite del espacio exterior. Apenas unos meses después, el 16 de agosto, el país dio otro paso audaz al lanzar un satélite de prueba a bordo del cohete portador Safir-1.

Luego, el 2 de febrero de 2009, la República Islámica de Irán consolidó su posición en la escena espacial global con el lanzamiento de Omid (Esperanza), su primer satélite operativo.

Este satélite cúbico, diseñado para la investigación y las telecomunicaciones, orbitó la Tierra durante tres meses, demostrando las crecientes capacidades de Irán en tecnología satelital.

Desde ese momento pionero, Irán ha seguido ampliando su presencia en el espacio, desarrollando y desplegando con éxito cinco tipos adicionales de cohetes portadores, que han impulsado numerosos satélites de comunicación, observación e investigación en órbita.

Lo que hace que los logros de Irán sean aún más notables es que ha construido su tecnología espacial y de cohetes de manera independiente, a pesar de enfrentar sanciones estadounidenses implacables e injustas que han obstaculizado la colaboración internacional en el ámbito científico.

Mientras que muchas otras naciones dependieron de asistencia extranjera para lanzar sus programas espaciales, Irán trazó su propio camino, demostrando su resiliencia e ingenio científico.

Más allá de sus misiones satelitales, los avances de Irán en bioastronáutica han sido igualmente impresionantes, sentando las bases para futuros vuelos espaciales tripulados y consolidando su posición como una potencia espacial en ascenso.

La serie de cohetes bioastronáuticos Kavoshgar, utilizada en las ocho misiones realizadas entre 2006 y 2013.

La sexta nación en enviar animales al espacio

Paralelamente a su programa pionero de lanzamiento de satélites, Irán ha estado avanzando en una iniciativa bioastronáutica, allanando el camino para futuras misiones espaciales tripuladas mediante el envío inicial de animales más allá de la atmósfera terrestre.

El Grupo de Investigación sobre la Vida en el Espacio del Instituto de Investigación Aeroespacial (ARI, por sus siglas en inglés) ha estado a la vanguardia de este esfuerzo desde 2002, tras una decisión de alto nivel que estableció que Irán debía aspirar a los vuelos espaciales tripulados.

Para hacer realidad esta visión, el ARI colaboró con la Organización de Industrias Aeroespaciales de Irán (IAIO, por sus siglas en inglés), bajo el Ministerio de Defensa y Logística de las Fuerzas Armadas, para desarrollar biocápsulas especializadas capaces de transportar organismos vivos al espacio.

Los primeros pasos del programa comenzaron en noviembre de 2006 con el lanzamiento del cohete de prueba Kavoshgar-A (Explorador-A), que alcanzó una altitud de 10 kilómetros y llevó instrumentos para recopilar datos esenciales.

Basándose en este éxito, Irán realizó otro vuelo atmosférico el 26 de noviembre de 2008, esta vez probando una biocápsula vacía a una altitud de 40 km.

Esta misión utilizó el cohete Kavoshgar-B, una versión mejorada derivada del misil balístico de corto alcance Nazeat-6H, con una capacidad de carga útil de 130 kg.

Luego, el 3 de febrero de 2010, Irán dio un paso audaz al lanzar un cohete Kavoshgar-B equipado con una biocápsula que transportaba un roedor, dos tortugas y varios gusanos.

Esta histórica misión impulsó su carga viva hasta una altitud de 55 km, marcando la entrada oficial de Irán en el selecto grupo de naciones capaces de enviar animales al espacio.

Cada uno de estos hitos ha acercado a Irán a su objetivo final: el vuelo espacial tripulado, al tiempo que ha ampliado la experiencia del país en biología espacial y ciencias de la vida más allá de la atmósfera terrestre.

Pioneros en biología espacial

El programa bioastronáutico de Irán dio un paso crucial al enviar organismos ectotérmicos (de sangre fría) al espacio, lo que permitió a los científicos estudiar cómo estos seres se adaptan a la microgravedad y a entornos térmicos extremos. Estas misiones proporcionaron datos invaluables mediante imágenes en vivo y telemetría, transformando la biocápsula en un pequeño laboratorio ambiental para futuras investigaciones.

Sobre la base de estos éxitos, Irán puso su mirada en un desafío aún mayor: enviar un mamífero más allá de la línea de Kármán —100 kilómetros sobre la superficie terrestre— utilizando cohetes portadores más potentes.

El 15 de marzo de 2011, el programa logró un hito significativo con su cuarta misión. Una nueva biocápsula fue lanzada en un vuelo suborbital, alcanzando una altitud de 135 km y regresando de manera segura a la Tierra.

La misión marcó el debut del cohete Kavoshgar-C, una versión significativamente mejorada del misil de combustible sólido Fateh-110, con un peso cuatro veces superior al de sus predecesores, Nazeat-6H y Kavoshgar-B.

Irán siguió perfeccionando sus capacidades espaciales con dos misiones suborbitales adicionales el 7 de septiembre de 2011 y el 8 de septiembre de 2012, ambas alcanzando una altitud de 120 km.

Estas misiones demostraron un gran éxito, con la rápida recuperación de las cargas útiles y la transmisión efectiva de datos biológicos e imágenes a bordo.

Pishgam (izquierda) y Fargam (derecha), los primeros monos iraníes en el espacio.

 

Luego, en 2013, Irán hizo historia. En dos misiones pioneras, el país logró lanzar con éxito un macaco rhesus —una especie de primate del Viejo Mundo— al espacio y traerlo de regreso a salvo.

El 28 de enero, Pishgam, un macaco rhesus de tres años, cruzó la línea de Kármán, convirtiéndose oficialmente en el primer mamífero iraní en el espacio. Con este hito, Irán se unió a un grupo exclusivo, convirtiéndose en la quinta nación en enviar un mamífero al espacio, habiendo sido previamente la sexta en lanzar organismos de sangre fría.

Antes de Irán, solo las dos superpotencias de la Guerra Fría, junto con Francia y China, habían logrado vuelos espaciales exitosos con mamíferos, mientras que Japón había limitado sus misiones a especies no mamíferas.

La biocápsula de 60 kg que transportó a Pishgam fue una hazaña tecnológica en sí misma. Diseñada para alojar a un primate de entre 2.5 y 4 kg, garantizaba condiciones óptimas de soporte vital durante los 20 minutos de vuelo.

Equipada con un avanzado sistema de absorción de vibraciones que neutralizaba el 90 % de la energía no deseada, la cápsula también incorporaba mecanismos para eliminar dióxido de carbono y generar oxígeno por hasta cinco horas. Sensores especializados monitoreaban en tiempo real la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca del mono, transmitiendo los datos al sistema central, que los enviaba a la Tierra.

Más allá de la biocápsula, cada componente de la misión funcionó a la perfección. El sistema de recuperación, los mecanismos de separación, los controles de navegación, los subsistemas de telemetría, la protección térmica, el motor del cohete, el lanzador y las estaciones terrestres operaron sin fallas, demostrando la creciente pericia de Irán en la preparación para vuelos espaciales tripulados.

Con estas misiones, Irán no solo avanzó en su investigación en biología espacial, sino que también dio un paso crucial hacia su objetivo final: enviar a su primer astronauta al espacio.

Carrera por los vuelos espaciales tripulados

Los logros bioastronáuticos de Irán continuaron el 14 de diciembre de 2013, cuando otro macaco rhesus, Fargam, emprendió una misión espacial histórica con parámetros casi idénticos al vuelo anterior.

Esta vez, el lanzamiento se realizó utilizando el cohete Kavoshgar-D, una derivada de combustible líquido del misil balístico Shahab-1. La misión despegó desde la plataforma circular de lanzamiento del Centro Espacial Imam Jomeini, en la provincia de Semnan, reforzando las crecientes capacidades espaciales de Irán.

Frente al escepticismo y la propaganda despectiva de los medios occidentales, Irán respondió de manera decidida: publicó imágenes completas y sin editar de los lanzamientos de Pishgam y Fargam, sus vuelos y los exitosos aterrizajes con paracaídas.

La transparencia de estas misiones fue una refutación directa a los detractores, demostrando la credibilidad del programa espacial iraní en el escenario mundial.

El programa bioastronáutico tenía un claro enfoque científico: examinar cómo el vuelo espacial afecta a los organismos vivos, estudiar el calentamiento aerodinámico, analizar la dinámica de la reentrada atmosférica y probar la eficiencia de los aislantes y escudos térmicos para proteger las cargas biológicas.

Pero su importancia trascendió la mera investigación. Estas misiones sentaron las bases para la ambición final de Irán: el vuelo espacial tripulado. Al demostrar su capacidad para diseñar, lanzar y recuperar seres vivos del espacio de manera segura, Irán dio un paso decisivo hacia el objetivo de enviar astronautas a la órbita.

Un modelo de la cápsula humana iraní, presentado en 2015

Carrera por el cuarto astronauta

La carrera de Irán para enviar astronautas al espacio dependió inicialmente de asociaciones internacionales. En 1990, Irán y la Unión Soviética alcanzaron un acuerdo preliminar para enviar a un astronauta iraní a la estación espacial Mir. Sin embargo, el colapso de la URSS detuvo el plan antes de que pudiera materializarse.

A mediados de la década de 2000, Irán cambió su enfoque hacia el desarrollo de un programa nacional de vuelos espaciales tripulados. En ese período surgieron los primeros informes extraoficiales, y en agosto de 2008, el director de la Agencia Espacial Iraní confirmó oficialmente el esfuerzo.

Más detalles surgieron cuando el Instituto de Investigación Aeroespacial reveló que el programa bioastronáutico de Irán había comenzado en 2002, tras un acuerdo estratégico entre los Ministerios de Ciencia y Defensa para establecer una iniciativa espacial conjunta.

Irán inicialmente estableció metas ambiciosas. Tanto en 2008 como en 2010, las autoridades anunciaron planes para enviar astronautas al espacio suborbital —alcanzando una altitud de aproximadamente 200 km— para 2019.

Sin embargo, en 2016, el cronograma se ajustó a 2025. Luego vino una pausa temporal. Los altos costos de los vuelos espaciales tripulados llevaron al gobierno a decidir priorizar los lanzamientos de satélites y el desarrollo de la aviación comercial, retrasando así las ambiciones astronáuticas.

Pero con el inicio de la década de 2020, se abrió un nuevo capítulo. La economía iraní, que había soportado años de sanciones y la campaña de “máxima presión” de EE.UU., comenzó a estabilizarse.

Con recursos renovados y determinación, el programa de vuelos espaciales tripulados fue reactivado.

Irán ahora tiene como meta lanzar su primer astronauta en 2029, lo que lo convertiría en el cuarto país en la historia en enviar seres humanos al espacio de manera independiente.

El programa espacial tripulado de Irán: Del concepto a la realidad

El viaje de Irán hacia los vuelos espaciales tripulados tomó una forma tangible en febrero de 2015, cuando investigadores y especialistas del Centro de Investigación Espacial de Irán presentaron la cápsula E1 —un modelo de la primera nave tripulada del país— en una exposición tecnológica.

Este evento marcó uno de los primeros pasos prácticos hacia el objetivo de Irán de enviar a sus propios astronautas al espacio.

Después de una pausa temporal, el proyecto recobró impulso en enero de 2021, cuando el director de la Agencia Espacial Iraní anunció que el Instituto de Investigación Aeroespacial había completado el desarrollo de la primera cápsula tripulada funcional de Irán.

Inicialmente prevista para lanzarse a principios de junio de 2022, la cápsula, llamada Kavus, finalmente despegó en diciembre de 2023 desde el Centro Espacial Imam Jomeini, impulsada por el cohete Salman, construido en el país.

Diseñada por el ARI, la cápsula Kavus presentaba una forma cónica con un diámetro externo de 2 metros y una altura de 2.475 metros, proporcionando espacio para un único astronauta.

Con una masa de 500 kg, sus dimensiones superaban a las de todos los vehículos de lanzamiento iraníes actualmente operativos, incluidos Safir, Qased (1.25 m), Zolyanah y la segunda etapa del Simorq (1.5 m).

La diferencia de tamaño era evidente cuando la cápsula Kavus fue montada sobre el cohete portador Salman, que es más estrecho. Dado su peso —el doble de la capacidad orbital del Simorq— era claro que la cápsula estaba destinada a vuelos suborbitales dentro de las capacidades tecnológicas actuales de Irán.

Pero esto era solo el comienzo.

Cohete portador Salman con la cápsula humana Kavus en su parte superior, lanzado en diciembre de 2023.

Próximos pasos hacia los vuelos espaciales tripulados

Según el director de la Agencia Espacial Iraní, Hasan Salarieh, la siguiente fase en el desarrollo es la construcción de una cápsula tripulada de 1.5 toneladas para finales de 2025.

Esto señala, indirectamente, el desarrollo simultáneo de vehículos de lanzamiento más potentes para acomodar misiones de este tipo. Salarieh también confirmó que se planean varios vuelos de prueba adicionales con cápsulas cada vez más complejas y pesadas antes de que Irán intente su primera misión tripulada.

El Consejo Supremo del Espacio ha trazado una ambiciosa hoja de ruta de tres años, priorizando el desarrollo de cohetes portadores avanzados y la construcción de un nuevo puerto espacial cerca de Chabahar.

Un elemento central de este plan es la creación de Sarir, una versión mejorada del Simorq, diseñada para transportar satélites de comunicaciones a órbita geoestacionaria (36 000 km) y cargar una carga útil de 4 toneladas a órbita baja terrestre (LEO).

Los vuelos de prueba iniciales, transportando 1.5 toneladas de carga, están previstos para 2025 o 2026, con plena capacidad operativa esperada para 2027.

Paralelamente a Sarir, Irán está desarrollando el cohete portador Sorush, aún más potente, capaz de lanzar cargas útiles de hasta 15 toneladas. Se espera que esté operativo para 2028 y representa la puerta de entrada de Irán al vuelo espacial tripulado de pleno alcance.

Ambos nuevos vehículos de lanzamiento tendrán la capacidad de impulsar cápsulas tripuladas en misiones suborbitales y orbitales, oficialmente programadas para 2029.

Al cumplir con este objetivo, Irán está en camino de convertirse en la cuarta nación en lanzar un ser humano al espacio de manera independiente, después de la Unión Soviética, Estados Unidos y China. Mientras tanto, otros aspirantes —incluyendo la Agencia Espacial Europea (ESA), Japón e India— han anunciado desde hace tiempo sus planes para vuelos espaciales tripulados, pero ninguno ha materializado aún sus ambiciones en un lanzamiento real.

Si Irán tiene éxito, consolidará su lugar entre las naciones más destacadas en la exploración espacial.


Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.