Publicada: lunes, 21 de octubre de 2024 11:27

Una de las maneras de analizar la situación en Palestina es a través del concepto de necropolítica, acuñado por el filósofo Achille Mbembe.

Por Xavier Villar

En un ensayo de 2003 y en su libro de 2016 Politiques de l’inimitié, Mbembe describe la formación de “mundos de muerte”: espacios en los que miles de personas son sometidas a condiciones que les confieren el estatus de “muertos en vida”.

Otra forma de explicar el concepto de necropolítica es la de un poder que tiene la capacidad de matar mediante una serie de medidas excepcionalmente brutales impuestas a los palestinos y, ahora también, a los libaneses.

Más allá de la eliminación inmediata de vidas palestinas, la necropolítica israelí opera en un marco temporal más amplio, naturalizando la exterminación, la expropiación, la dominación y la explotación. Esto se traduce en la creación de condiciones para una muerte lenta, mediante la hambruna inducida, la destrucción sistemática del sistema de salud en Gaza y la imposición de muertes prematuras. Además, se imponen condiciones aún peores que la muerte, como la tortura brutal, que profundizan el sufrimiento de los palestinos.

Esto se traduce en vivir en constante anticipación de la muerte, o lo que se ha definido como condiciones peores que la muerte. El individuo colonizado vive esperando la degradación, la humillación y el asesinato. El sujeto colonizado se caracteriza por esa condición de ser un muerto en vida, tal como lo define Mbembe: un ser despojado de la soberanía sobre su propio cuerpo y su vida. Esta vida se experimenta como habitar una cámara de tortura, lo que otorga a la existencia una sensación abrumadora de ser peor que la muerte. De manera similar, estar colonizado implica vivir en constante anticipación de la posibilidad de que el propio cuerpo sea violado o sometido por otro, por el colonizador.

Esta política de muerte no está solamente dirigida hacia los palestinos (y ahora libaneses) vivos, sino que incluso los fallecidos son sometidos a esta visión que les niega la posibilidad de morir debido a la construcción previa que les despoja de su humanidad, y, por ende, de la capacidad de morir como humanos.

Hay cientos de testimonios que indican que los muertos palestinos son enterrados apresuradamente, sin los ritos funerarios adecuados, a menudo en fosas comunes. Ni siquiera los cadáveres enterrados se han librado, ya que las fuerzas israelíes han destruido cementerios, desenterrado tumbas e incluso confiscado cuerpos. Episodios similares han ocurrido en algunas instalaciones hospitalarias, donde se han incautado los cuerpos de pacientes fallecidos.

La necropolítica dicta quién vive y quién muere, buscando gestionar poblaciones al crear las condiciones de vida y muerte. En este sentido, los muertos también son “gestionados” y divididos entre aquellos lo suficientemente humanos como para morir y aquellos que, como se ha apuntado, no pueden morir de una manera “normal.” La deshumanización es tan extrema que "[e]s como si retener la muerte —negar que se muera o hacer que no muera— se convirtiera en un acto de deshumanización [en sí mismo]: los palestinos no son ni siquiera lo suficientemente humanos como para morir".

Evidentemente, la necropolítica se basa en una jerarquización de la humanidad, característica del colonialismo, que diferencia entre quienes son considerados humanos y aquellos definidos como no-humanos o insuficientemente humanos. En este sentido, todos los genocidios se caracterizan porque las primeras señales de su implementación aparecen en el lenguaje. Las declaraciones de políticos sionistas en el último año ejemplifican este uso deshumanizador del discurso: la categoría de "salvaje" se intercambia fácilmente con términos igualmente deshumanizantes como "subhumano", "cucarachas", "manifestación cancerosa", "parásitos" o "animales humanos".

La política de la muerte, que Achille Mbembe definió en su obra, se basa en la capacidad de decidir qué poblaciones son completamente desechables. En el caso del sionismo, su colonialismo de asentamiento se construye sobre la combinación del supremacismo blanco (entendido como ideología), la fantasía de la violencia y el sistema capitalista.

Este entramado de muerte no busca únicamente la eliminación física de la población designada como desechable, sino que también pretende crear una población que viva en un constante estado de estrés y debilitamiento, lo que, dentro de la fantasía sionista, evitaría su resistencia frente a la opresión. Por lo tanto, la necropolítica también abarca la ocupación mental y psicológica.

Otro aspecto fundamental de la necropolítica es lo que algunos expertos denominan “necro-economía”. Es decir, que la muerte y las condiciones peores que la muerte no sólo no se oponen al mercado, sino que son complementarias. Un ejemplo claro de esta relación entre la creación de poblaciones destinadas a la muerte y el capitalismo es el proyecto de construcción de asentamientos en tierras colonizadas por el sionismo, o la repetida narrativa de que Israel "hizo florecer el desierto" para desarrollar una industria agroalimentaria destinada a la exportación, todo ello basado en la ocupación, eliminación y opresión de los palestinos.

El complejo de muerte que caracteriza a la necropolítica se produce a través de la racialización constante de las poblaciones destinadas a vivir en condiciones peores que la muerte o a sufrir una muerte prematura. Al hablar de "raza", no se refiere a fenotipos o biología, sino a una tecnología para gestionar la diferencia humana cuyo objetivo principal es la producción, reproducción y mantenimiento de la supremacía blanca, tanto a nivel local como global.

Todo esto ayuda a entender que la resistencia a la opresión colonial sionista no es solo una lucha por evitar la eliminación física, sino también una batalla por recuperar la soberanía sobre los cuerpos y la capacidad de rehumanización frente a la brutalidad sionista, que sólo ofrece muerte.

Políticamente, la resistencia a la necropolítica sionista implica reimaginar un mundo alternativo, en el cual los colonizados y brutalizados por la ocupación puedan crear formas alternativas de ser, hacer y vivir en el mundo.