Publicada: lunes, 12 de octubre de 2020 5:33
Actualizada: lunes, 12 de octubre de 2020 16:28

EE.UU., debido a sus actuales políticas, está perdiendo su “resto” de influencia en el mundo y el imperialismo que practica muestra un acelerado declive.

El Dr. Gerald Horn, profesor de historia en la Universidad de Houston y autor de varios libros sobre historia estadounidense y esclavitud, en una entrevista con la agencia de noticias iraní Mehr, abordó el controvertido debate presidencial de la semana pasada en Estados Unidos.

El primer debate entre los candidatos republicano y demócrata a las presidenciales 2020, Donald Trump y Joseph Biden, respectivamente, que tuvo lugar el pasado 30 de septiembre, provoco una ola de reacciones de todo tipo en Estados Unidos.

Los medios de comunicación estadounidenses, tras calificar el debate de una hora y media de duración de “vergüenza nacional”, señalaron que el verdadero “perdedor” del debate había sido el pueblo norteamericano.

El debate de 90 minutos, que estuvo marcado por ataques feroces, insultos y continuas interrupciones, ha sido tachado de “vergonzoso”, “desagradable” y “doloroso” para el país norteamericano por parte de los medios, pues, en momentos en que EE.UU. necesita seriedad para solucionar sus graves crisis como la de la pandemia del nuevo coronavirus, causante de la COVID-19, los candidatos a la Presidencia, en vez de abordar temas importantes para disipar las inquietudes de la población, se pelean como dos niños.

Ambos aspirantes a la Casa Blanca se interrumpieron en repetidas ocasiones y se impuso el lenguaje insultante, al punto de que los organizadores del debate decidieron establecer nuevas reglas para los siguientes debates a fin de evitar lo ocurrido en la sala de conferencias de la universidad Case Western Reserve en Cleveland, estado de Ohio.

“Con conversaciones cruzadas, mentiras y burlas, Trump pisotea el decoro en el debate con Biden”, así describió el diario The New York Times la discusión, mientras que el portal Politico resumió lo ocurrido de este modo: “El presidente (Trump) interrumpió e intimidó. Biden llamó al presidente ‘payaso’. Chris Wallace, el moderador, se desesperó”.

Este debate mostró un imperio en declive en el que los dos principales candidatos presidenciales se expresaron con rudeza, ira y grosería, y estuvieron muy cerca de sobrepasar la frontera de la violencia, un rasgo que es una de las características más importantes de un imperio”, explica Gerald Horn al medio iraní.

 

Uno de los momentos más controvertidos del debate fue cuando Trump evitó condenar a los grupos supremacistas blancos de EE.UU., movimientos que incluso han lanzado ataques armados contra participantes en las manifestaciones habidas a lo largo y ancho del país en los últimos meses contra la brutalidad policial y el racismo endémico dirigidos hacia las minorías étnicas de Estados Unidos.

El líder republicano, usando su turno de palabra para abordar este tema tan polémico, recurrió de nuevo a su diatriba habitual contra los movimientos de izquierda, entre ellos Antifa (abreviatura de antifascistas), que secundaron las multitudinarias protestas desatadas por el asesinato del afroestadounidense George Floyd a manos de un policía estadounidense a finales del mes de mayo en la ciudad de Mineápolis, en el estado de Minnesota (norte). Trump inclusó llegó a incluir a estos grupos en la lista de organizaciones terroristas de EE.UU. y los culpó de los incidentes que se desencadenaron a raíz de la violenta represión policial de las protestas. 

Tras calificar al grupo de Antifa de organización violenta, se dirigió a los miembros del grupo de extrema derecha “Proud Boys” diciéndoles que “se aparten y se mantengan al margen”. Unos comentarios que de inmediato se interpretaron como un mensaje de aprobación y aliento a este movimiento de corte racista en EE.UU., ya que sus militantes adoptaron el nuevo eslogan y logo para su grupo con las mismas palabras usadas por el inquilino de la Casa Blanca, a saber: “Stand down and stand by”. No obstante, los demócratas tampoco tienen un historial brillante en la defensa de los derechos civiles de las comunidades minoritarias que conforman la población de Estados Unidos.

Sobre el desempeño de estos dos partidos mayoritarios de EE.UU. en lo que respecta a la lucha contra el racismo en los últimos tiempos, el historiador estadounidense sostuvo que los republicanos, hasta la fecha, han actuado peor que los demócratas, porque, explicó, necesitan los votos de los grupos ultraextremistas de corte racista para ganar las elecciones del primer martes del próximo noviembre.

Sin embrago, Horn enfatiza que no hay que olvidar que una parte de la base del electorado demócrata es simpatizante o pertenece a movimientos que defienden la supremacía blanca en Estados Unidos. De hecho, insiste, no se debe omitir esta realidad, pues permite comprender mejor la trayectoria de Biden como senador del estado de Delaware (1973-2009) en una época en la que la detención y el posterior encarcelamiento de personas de rasgos negros era habitual y y respalda por quienes votan a este político del Partido Demócrata.

Durante el debate, Biden llegó a reconocer que había una “desigualdad sistémica” en el sistema policial del país norteamericano, no obstante, culpó de los problemas únicamente a unas pocas “manzanas podridas” del sistema estadounidense.

Según Horn, el exvicepresidente de EE.UU. en la época de Barack Obama, con este tipo de declaraciones contradictorias, pretende atraer la atención de los votantes de diferentes bloques hacia su candidatura presidencial.

Una de las reacciones más destacables sobre el debate presidencial fueron las declaraciones de Richard Haas, director del laboratorio de ideas estadounidense Council of Foreign Relations. Este, en un mensaje publicado en su cuenta de la red social Twitter, escribió que albergaba la esperanza de que, “como dijo Herbert Marshall McLuhan (filósofo canadiense), el mundo entero no haya estado mirando este debate, porque de lo contrario el resto de influencia estadounidense en el mundo se verá afectado y el ideal de democracia comprometido”.

Para el director del Think Tank estadounidense, los 90 minutos que duró el citado espacio televisivo fue el intervalo de tiempo más triste de su vida, por ser “el más frustrante, el más perturbador y el más desolador” de los debates vistos hasta el momento. “Si no estuvieras preocupado por el futuro de este país, no lo estarías viendo”, zanjó en otro tuit.

Horn también lo dicho por Haas: “Tiene razón, podría agregar que el imperialismo desesperado y en decadencia de EE.UU. puede estar avanzando cada vez más hacia la guerra”.

Es muy posible que EE.UU., en sus esfuerzos para evitar el declive en el contexto del dominio mundial, haga lo que mejor sabe hacer, es decir, desencadenar una guerra para reafirmar su influencia global, puesto que el imperialismo se define, entre otras cosas, como la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican el dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política, tal como recoge la RAE.

A nadie le debería sorprender a estas alturas de que Washington esté tramando una intervención militar contra una nación que no cede ni un ápice de su soberanía e independencia ante las exigencias y designios de Estados Unidos o que la Casa Blanca instigue y respalde levantamientos militares que conduzcan a un golpe de Estado en toda regla en algún país que cuestiona sin titubeos su políticas imperialistas y hegemónicas.

Todo vale para Washington con tal de mantener su posición de superpotencia, y si eso significa valerse de su maquinaria punitiva, pues impondrá sanciones asfixiantes y draconianas a todos aquellos países que no comparten su visión de dominio global sin importarle si sus medidas restrictivas gozan del apoyo de los demás actores internacionales de peso.

Y es aquí donde las políticas imperiales de EE.UU. podrían producir un resultado contrario al planeado, haciendo que tales estrategias de dominación mundial dejen de funcionar. Pues es impensable que aquellos países a los que afecta el imperialismo estadounidense no hagan nada para contrarrestar las hostilidades de la Casa Blanca.

En otras palabras, la férrea resistencia mostrada por aquellas naciones soberanas e independientes es el talón de Aquiles de un Estados Unidos que no puede asimilar esta realidad.

Viendo que unos pocos países le plantan cara en la esfera internacional y en un intento para revertir esta situación e imponer su voluntad, no le queda más remedio que recurrir al uso de la fuerza militar, que, como ya se sabe, nunca le ha aportado muchos beneficios a Washington, más bien todo contrario: ha sido una fuente de gastos ingentes difíciles de soportar por sus arcas públicas. En consecuencia, con la pandemia haciendo verdaderos estragos entre la población estadounidense y una recesión económica galopante, la Casa Blanca, ya incapaz de poner en práctica sus planes imperialistas y hegemónicos, perdería su posición de superioridad e influencia en el mundo, tal y como pronostica el Dr. Gerald Horn.

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