Con la perspectiva a la vista de que la crisis longeva de más de 9 años en Siria está llegando a su fin, la maquinaria punitiva de Estados Unidos decide imponer una nueva campaña de sanciones contra la nación siria, conocida como la “Ley César”, siendo estas unas medidas que cuentan con el beneplácito de los gobiernos reaccionarios árabes de la región en aras de normalizar sus relaciones diplomáticas con la entidad sionista de un régimen falso creado de la nada, hace ahora más de 72 años, que se hace llamar Israel.
Estas son las mismas medidas coercitivas que han suscitado graves inconvenientes a miles de sirios, iraníes, venezolanos que sufren los estragos de la escases alimentaria por verse limitados en sus quehaceres diarios, han provocado la muerte de cientos de yemeníes y palestinos, han librado una guerra con los rusos y los chinos, e incluso han llegado a la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya y a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Está claro que la primera tanda de sanciones del Gobierno de EE.UU., presidido por Donald Trump, contra el pueblo sirio ignoró todos los principios del derecho internacional y degradó el comportamiento de los estadounidenses al nivel de forajidos y matones de barrio, dejando claro una vez más que alguien cuya Administración se rige por la cultura del asesinato no valora ningún principio humano o moral, más bien, ignora deliberadamente a la comunidad internacional, especialmente a los actores europeos, y a la luz del día sigue arrojando sus campañas que engloban una sarta de mentiras, difamaciones y doble rasero frente a todos, cometiendo un nuevo crimen contra la humanidad al adoptar medidas unilaterales.
La Casa Blanca está asediando completamente a Siria para apuntar contra todos aquellos que interactúan con el Ejecutivo del presidente Bashar al-Asad, incluidas las empresas, los gobiernos y a todos los que actúan para satisfacer las necesidades básicas del pueblo sirio, con la esperanza de ponerles la zancadilla y hacerles difícil en su tarea de asistencia humanitaria.
Washington tocó los tambores de este nuevo episodio bélico seguido de una insólita impasibilidad de la comunidad internacional ante las más que posibles consecuencias nefastas de las ilegales medidas restrictivas sobre el pueblo sirio, como si estuvieran viendo un largometraje al estilo hollywoodiense.
En este contexto, algunos actores regionales buscan instrumentalizar las sanciones de EE.UU. impuestas contra Siria para sus fines propios al querer volver a confiar en los poderes agresores, pero desde todos los sectores sirios insisten en que las partes fracasaron en su guerra del terrorismo económico al igual que fallaron en su intento de fracturar la unidad inquebrantable del pueblo sirio con su patrocinio económico y logístico en el ámbito militar a los grupos terroristas, como la banda ultrextremista takfirí del EIIL (Daesh, en árabe) o los afines al Al-Qaeda, entre otras organizaciones.
A tenor de todos estos desarrollos, se debe enfatizar en este punto que la solidez y la estabilidad de las estrategias en base a las ecuaciones administradas por Damasco harán que todos y cada uno de estos complots urdidos por los enemigos del pueblo sirio caigan en un saco roto por no materializarse nunca jamás en el tiempo.
Si bien los estadounidenses y los israelíes deberían ser conscientes de que por mucho que impongan al Ejecutivo de Damasco la disyuntiva de elegir entre dos alternativas posibles, es decir, rendirse ante los dictados del Gobierno estadounidense y la entidad sionista de régimen israelí o, de lo contrario, observar como su pueblo morirá de hambre por los estragos de sus medidas sancionatorias, sus conspiraciones no llegarán a buen puerto por encallarse en alta mar, al no verse cumplido sus objetivos oscuros y viles sobre la nación árabe, ya que Trump al igual que sus predecesores en el cargo no han podido lograr ver consumado el sueño de los políticos israelíes de fragmentar a Siria con el fin de alejar al país del Eje de la Resistencia, debilitándole de este modo ante una futura confrontación real con este régimen.
Ante tanto ultraje imperial concebido para doblegar la voluntad de la nación siria, cuya población cuenta con el enérgico respaldo de los pueblos amigos de Irán y Rusia que no les han dejado solos en la estacada que les ha tocado vivir en este momento, los autores de estas afrentas y quienes les secundan deberían recapacitar en sus posiciones y no seguir proyectando sus conjuras de corte bélico que, sin duda, estarán abocadas al fracaso.
De hecho, los gobiernos reaccionarios de la región de Asia Occidental deberían saber que a medida que apoyen la escalada de políticas hegemónicas de EE.UU. e Israel sobre Siria estarán allanando el camino de la retirada de las tropas estadounidenses de la zona por el importante papel que desempeña el Eje de la Resistencia, conformado por la República Islámica de Irán, el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), el Gobierno sirio de Al-Asad, el movimiento popular yemení Ansarolá y otros grupos aliados, en la lucha contra la entidad sionista y la injerencia occidental en el oeste de Asia.
Estados Unidos debería saber que su nueva serie de sanciones no solo no debilitará al Gobierno sirio, sino que ni siquiera completará el objetivo claro de estas medidas punitivas que no es otra cosa que desestabilizar las fronteras adentro de esta nación árabe.
El hecho de que la Casa Blanca hiciera coincidir la presentación de la llamada “Ley César”, que incluye, según la Administración estadounidense, las medidas económicas y políticas más intensas contra el Gobierno sirio y sus aliados, con el inminente plan del régimen israelí de anexionarse una mayor extensión de las tierras de la Cisjordania ocupada, prevista para los primeros días del mes de julio, no es pura coincidencia, pues se trata de una astuta estrategia para desviar, en vano, la atención de los países del Eje de la Resistencia.
Esta estrategia de la Casa Blanca no es algo nuevo, porque el origen de la crisis que estalló en Siria, allá en 2011, era únicamente para fortalecer el poderío de Israel en la región a expensas de los aliados occidentales, pero, al ver como sus planes militares han fracasado, ahora está tratando de hacerlo económicamente para compensar la victoria militar de los componentes del Eje de la Resistencia. Sin embargo, de lo que Estados Unidos no se percata es que estas sanciones podrían convertir a la región en un barril de pólvora explosiva que podría explotar en cualquier momento ante sus propias narices.
Aquellos que han formado una alianza contra el pueblo sirio nunca tendrán la oportunidad de rectificar su posicionamiento, debido a que el sentimiento que recorre entre sus pueblos llanos presagia un respaldo unánime a esta lucha del Eje de la Resistencia que pondrá fin a los crímenes de lesa humanidad cometidos por los estadounidenses e israelíes en la región.
Desde 1979, el Ejecutivo sirio ha pasado por repetidas etapas de sanciones económicas. Desde entonces, los sucesivos gobiernos de Estados Unidos en su intento de someter a Damasco no han escatimado esfuerzos para hacer un cambio forzado mediante la toma de sus draconianas medidas restrictivas.
El Gobierno sirio, por su parte, siempre ha confiado en sus posibilidades de convertirse en una administración poderosa y sólida capaz de contrarrestar las olas de sanciones, fortaleciendo así sus capacidades políticas, militares y económicas, así como sus capacidades fuera de sus fronteras para enfrentarse al régimen israelí con su apoyo a la causa palestina.
No se puede negar que para hacer frente a la nueva tanda de sanciones estadounidenses de la llamada “Ley César” se requiere de mucha paciencia, pero Siria, que tiene una base sólida y neutralizó los muchos efectos nocivos del conflicto sirio, seguirá cantando victoria en su lucha sin cuartel para vencer el terrorismo económico de Estados Unidos.
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