Algunos analistas estadounidenses ven el enfoque, las políticas y la retórica del presidente Donald Trump como un factor para ampliar la brecha política y social en EE.UU. y aseguran que la continuación de esta coyuntura causará un daño imparable a la esencia del mismísimo núcleo de Estados Unidos, así comienza un artículo publicado recientemente por el laboratorio de ideas Atlantic Council, un Think Tank especializado en el campo de los asuntos globales con sede en Washington DC.
El escrito sostiene que dado que se ha desarrollado una situación sorprendente y confusa en Estados Unidos aún le viene a la mente que tal vez está presenciando ante sus ojos una historia de ciencia ficción, pues, añade, la superpotencia, que durante las últimas dos décadas no ha tenido rival alguno en muchos ámbitos de nivel internacional y ha impuesto casi todos sus deseos imperiales a las demás naciones, ahora se encuentra en un mal estado, y algunos expertos incluso presagian su ocaso por su posible colapso y desintegración.
Si bien, prosigue, la razón principal del colapso de la Unión Socialista de Repúblicas Soviéticas (URSS), un proceso que culminó en 1991, fue por su incompetencia económica junto con los compromisos extranjeros y algún que otro traspié propinado por la Casa Blanca, ―a causa de su rivalidad con el Kremlin surgida durante la era de la Guerra Fría para ver quién de los dos es el país más poderoso del mundo―, ahora resulta algo irónico que Estados Unidos sin ningún rival o adversario serio que sea digno de mencionar fuera de sus fronteras, enfrenta sus propios obstáculos y desafíos internos, que no es otra cosa que la propia institución presidencial, la estratificación social y las emociones reprimidas causadas por las políticas autoritarias de los líderes de Washington, que están poniendo de rodillas al país norteamericano.
El círculo de reflexión recoge en su análisis que la situación vivida en las últimas semanas en EE.UU. con el uso de fuerzas militares para sofocar las masivas movilizaciones, habidas en más de 70 ciudades estadounidenses contra el racismo, la discriminación, la violencia y el odio de los que a menudo son víctimas las minorías étnicas del país norteamericano, a instancias de un presidente de Estados Unidos que, en su apadrinamiento de la diatriba de supremacía blanca, no dudó en ordenar el despliegue de las Fuerzas Armadas en todo país para reprimir las referidas protestas, evoca a la época de esclavitud vivida y extendida durante los siglos XVIII y XIX.
Es más, es un hecho insólito que los miembros del Ejército estadounidense estuvieran desplegados y listos para intervenir y sofocar una manifestación pacífica que tuvo lugar frente al Monumento a Abraham Lincoln ―decimosexto presidente de EE.UU. que promovía los principios del abolicionismo cuestionar la doctrina de la supremacía blanca― en Washington DC en señal de rechazo al asesinato del afrodescendiente George Floyd a manos de un oficial de policía blanco.
En todos los estados de EE.UU., las movilizaciones contra las estructuras discriminatorias de la Casa Blanca, así como la existencia de un racismo sistémico en los diversos órganos de Estados Unidos, han llevado a todos los grupos raciales e incluso blancos a las calles de las principales ciudades de estos territorios.
El artículo resalta diciendo que Trump al no comprender el calado de la crisis social desatada ante sus narices y, al mismo tiempo, observando como en algunos estados, los susurros de la independencia han sonado con un mayor ímpetu que en otras ocasiones, ha recurrido al uso de la fuerza para reprimir las movilizaciones por temor a que estas manifestaciones se deriven en una crisis aún más profunda con el agravante de evolucionar hacia una desintegración de Estados Unidos.
Una estrategia errónea del inquilino de la Casa Blanca del que incluso algunos notables altos cargos militares del Pentágono y figuras políticas de Washington se han desmarcado de esta pauta dejando claro que de seguir así en poco tiempo la nación estará abocada a un colapso monumental.
Muchos expertos coinciden en que Trump al verse superado por la actual coyuntura, por su incapacidad de asimilar lo que está sucediendo a poco más de cinco meses de celebrarse las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, se ha puesto a exacerbar la violencia con la esperanza de que si logra polarizar a la sociedad estadounidense pueda conseguir un puñado de votos que le permitan sacar ventaja ante su rival demócrata, Joe Biden, y permanecer otros cuatro años más en la Casa Blanca.
Esos mismos analistas lamentan que Trump se haya limitado a recurrir a la “estrategia de divide y vencerás” en lugar de abordar las raíces de las causas que han originado estas movilizaciones, ya que, ni una vez se ha parado a hablar sobre el racismo sistemático, la discriminación y la injusticia histórica contra la población afrodescendiente habida por los siglos de los siglos en Estados Unidos.
Una sociedad multirracial, como lo es el estadounidense, que por mucho tiempo ha estado dominado por un ideario de supremacía blanca defendida por una comunidad anglosajona que, a menudo, causa discriminación o persecución contra otros grupos étnicos que conforman la población de esta nación, que “fundamenta su grandeza” en la migración de otros pueblos a esos lares, no puede obviar esas vejaciones de corte segregacionista y racista, aunque sea por su propia dignidad, por tratarse de principios que en su conjunto son muy denigrantes en cualquiera de sus manifestaciones para el ser humano.
Para muchos entendidos era totalmente predecible que surgiera en cualquier momento manifestaciones de gran envergadura contra el racismo en EE.UU. bajo mandato de Trump, por sus claros guiños a los idearios de supremacía blanca defendidos por las fracciones más ultra extremistas del Partido Republicano, siendo estas su base electoral para asegurar su permanencia en la Casa Blanca por otros cuatro años más.
El artículo de opinión sostiene que el magnate neoyorquino, en su desesperación para asegurar como sea el voto de su electorado blanco más radical de cara al primer martes del noviembre recurriendo a la polarización de la sociedad estadounidense, ha incurrido en un error de cálculo al alentar sin querer las demandas separatistas en algunos estados de Estados Unidos.
De hecho, acota indicando que, si uno de estos estados logra poner en marcha un proceso independentista de gran calado entre su población respecto a Washington, por el descontento generalizado a la gestión del inquilino de la Casa Blanca sobre la crisis racial que siguió a la crisis sanitaria del coronavirus, causante de la COVID-19, sin lugar a dudas, tendrá un efecto dominó sobre los demás estados que conducirá al colapso de la república federal constitucional de Estados Unidos.
En su análisis, señala que el mandato de Trump es un período impredecible e insólito, ya que incluso los funcionarios gubernamentales de Washington han dejado de lado su papel habitual en el mantenimiento de la cohesión del país. Mientras el inquilino de la Casa Blanca con sus proclamas de tintes racistas contra los manifestantes pro-Floyd, a los que tacha de “matones”, amenazándoles con dar la orden de disparar para amedrentarles, ningún destacado miembro de la legislativa o la judicatura federal ha salido a llamarle la atención de que abandonara ese lenguaje conminatorio usado para su estrategia manipuladora de la agitación social hacia una confrontación nacional que tanto necesita para avanzar en las encuestas.
Al término de su reflexión, Atlantic Council precisa que la ineficiencia del actual presidente de EE.UU. frente a los recientes acontecimientos registrados en este país tras el brutal asesinato de Floyd se debe a un problema endémico que se traduce en la falta de una comprensión lógica de lo que significa en su conjunto la esencia de una sociedad estadounidense representada como una nación multirracial con unos valores compartidos de hermandad y fraternidad en la mente de quién independientemente se sienta en el trono imperial de la Casa Blanca.
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