El plan pretende reducir los impuestos a las empresas del 35 al 20 por ciento, así como reducir las tasas a las rentas individuales de la clase media. También terminará con el pago de impuestos por las ganancias obtenidas fuera de las fronteras de EE.UU. Hasta aquí lo que todos aplauden.
Sin embargo, se eliminarían muchas deducciones que hasta ahora beneficiaban a las familias, como las relativas a gastos médicos y educativos, las deducciones por hijos o los impuestos estatales y locales, que hasta ahora se podían descontar al pagar los federales. Esto puede perjudicar a los ciudadanos de estados o ciudades con una presión fiscal más elevada, como Nueva York o California.
Las proyecciones muestran que los pobres serán los más perjudicados y el respiro para la clase media será discreto y temporal.
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