El demócrata Joseph Robinette Biden Jr. se convirtió en el presidente número 46 de la historia de Estados Unidos. Junto a él se encontraba la primera dama, Jill, y su entorno familiar.
La toma de posesión habría pasado desapercibida como otras tantas, si no hubiese sido porque una amenaza de acción terrorista interna, precedida por el asalto al Capitolio de EE.UU. el 6 de enero, no cernía peligros sobre el solemne acto, al que asistía la plana mayor de la clase política establecida en Washington D.C., la capital.
Además, la cita se desarrollaba en medio de la peor pandemia global que se haya visto en un siglo, lo que atrajo a pocos participantes a la ceremonia.
La investidura del binomio Joe Biden y Kamala Harris fue singular, y de ello se encargó de remarcar el propio líder demócrata, al referirse en su discurso inaugural al “terrorismo doméstico” en Estados Unidos.
Biden hizo hincapié en que los estadounidenses deben hacer causa común para hacer frente y detener “el auge del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo doméstico”.
Tras recalcar que el país se enfrenta “a un ataque a su democracia, un virus furioso, una creciente desigualdad, el aguijón del racismo sistémico, la crisis climática, el papel de Estados Unidos en el mundo”, el flamante mandatario llamó al pueblo a unirse para derrotar los desafíos. “La unidad es el camino que debemos seguir”, dijo.
Las reacciones a la alocución del presidente no tardaron en llegar. “Ningún presidente ha dado nunca un discurso tan monumental en el contexto de tantas crisis simultáneas como las que enfrenta ahora la nación”, valoró el experto en Ciencias Políticas, de la Universidad de Míchigan, Aaron Kall.
Hasta la fecha, las autoridades estadounidenses solían usar el término “terrorismo” para descalificar a los gobiernos de terceros países, como pretexto para poner en marcha una intervención militar.
Durante su discurso, la palabra que Biden más empleó fue “unidad”, y no la pronunció para referirse a un enemigo exterior, sino para sacar a colación todo lo que se debe encarar tras el paso de la Administración del republicano Donald Trump.
Trump no escatimó esfuerzo en vilipendiar a los demócratas, después de las presidenciales del pasado 3 de noviembre, acusándoles de cometer “fraude” electoral y, de paso, arengar a sus partidarios más extremistas a marchar al Capitolio para impedir el relevo presidencial, con el violento asalto al Capitolio. Un hecho, considerado por mucho como un ataque directo al sistema democrático que rige en Estados Unidos.
Trump no asistió a la ceremonia de investidura de su sucesor y rompió una tradición de más de 150 años, sin embargo, en su lugar acudió su vicepresidente, Mike Pence.
El magnate inmobiliario también se llevó consigo el maletín nuclear, que contiene los códigos de activación del sistema de defensa de armas atómicas estadounidenses, a Florida, saltándose otra tradición que consiste en entregar dicho maletín a su sucesor en el día del traspaso del poder.
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