Floyd murió el lunes después de estar al menos 10 minutos boca abajo contra el suelo en una detención policial en Mineápolis, en el estado de Minesota, mientras un policía lo inmovilizaba con una rodilla en el cuello. “No puedo respirar”, se escucha decir al detenido en el vídeo de los hechos captado por un transeúnte.
Su muerte ha conmocionado al mundo entero, y ha vuelto a sacar a la luz el negro historial de EE.UU. en lo que se refiere a la violencia policial contra las minorías, especialmente los afroamericanos; un hecho que ha alentado la realización de masivas marchas en diferentes ciudades del país norteamericano.
El viernes, los estadounidenses volvieron a salir a las calles en Washington (la capital), Houston (Texas), Atlanta (Georgia), Charlotte (Carolina del Norte), Nueva York, San José (California), Mineápolis y etc. Las protestas en esta última ciudad continúan a pesar del toque de queda decretado por el gobernador de Minesota, Tim Walz, y que ya rige en la ciudad.
Los manifestantes han portado carteles en los que se podía leer frases como “hay que acabar con la brutalidad policial” o “las vidas de los negros importan”, según recogieron los medios locales.
Las movilizaciones han sido reprimidas brutalmente por la Policía, que atacó con gases lacrimógenos a los manifestantes y arrestó a cientos de ellos en varias ciudades del país.
Diferentes países y organizaciones mundiales han expresado su repudio por el asesinato de Floyd, y han exigido al Gobierno de Estados Unidos que frene los asesinatos de negros a manos de los agentes policiales.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha tachado, no obstante, de “matones” a los manifestantes que protestan por el asesinato de Floyd y ha amenazado con emitir la orden de tiroteo si no cesan las marchas.
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