Desde su cuna política en la región de Cochabamba, Evo Morales anunció su renuncia. Una decisión que el presidente asegura haber tomado por un golpe de Estado perpetrado por una oposición que se resistió a reconocer los resultados de las elecciones del pasado 20 de octubre.
Morales enfrentó una avalancha de renuncias de decenas de ministros y funcionarios. Algunas de estas dimisiones se dieron bajo amenazas y agresiones de los grupos opositores que permanecieron en las calles, presionando para consumar el golpe de Estado.
Tras la renuncia de Morales, las reacciones no se hicieron esperar. La oposición boliviana ha llamado a perseguir al exmandatario y a su entorno.
El dirigente opositor, Luis Fernando Camacho, ha exigido a los manifestantes opositores a seguir en la calle y ha llamado a encarcelar al expresidente y a sus ministros.
El partido Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales ha denunciado una cacería contra el exmandatario y varios dirigentes sociales y políticos.
Desde Caracas, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha calificado la renuncia de Evo como el resultado de un golpe de estado.
En Cuba, el presidente Miguel Díaz-Canel ha mostrado solidaridad con Morales. Para el recién liberado expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva lo que ha pasado en Bolivia es resultado de un complot de la élite económica.
México ofreció asilo político a Morales. El ya expresidente señaló que no piensa dejar el país. Sin embargo, horas después, denunció en Twitter una orden de arresto en su contra.
Tras 14 años en el poder, Morales deja un país con altos índices de desarrollo humano, garantizando los derechos fundamentales de la población y con un crecimiento económico de 4,5 por ciento, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En una entrevista con HispanTV, analistas internacionales como Ronaldo Dromundo, desde Francia; Beto Almeida, desde Brasil; Amauri Chamorro, desde Alemania, y Manuel Pineda, desde Bélgica, abordan el panorama en Bolivia tras la dimisión de Morales.
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