Por: Fatemeh Modaresi *
En el centro de esta saga de varias décadas se encuentra el programa nuclear civil pacífico de Irán, que las potencias occidentales temen que pueda servir como un trampolín hacia el desarrollo de armas nucleares.
Para Irán, sin embargo, la cuestión tiene tanto que ver con la soberanía y la independencia como con la ciencia y la energía. El Líder de la Revolución Islámica ha declarado enfáticamente que la República Islámica no considera armas nucleares ni armas de destrucción masiva.
Irán, como signatario del Tratado de No Proliferación (TNP) nuclear, tiene todo el derecho a desarrollar un programa nuclear pacífico con fines sanitarios y energéticos. Y eso es lo que está haciendo.
La historia comienza en 1979, cuando la Revolución Islámica, enormemente popular, derrocó al régimen de Teherán, respaldado por Occidente, y puso fin a la injerencia estadounidense en el país.
A partir de ese momento, la oposición de Irán a la intromisión estadounidense en la región y el apoyo de Teherán a grupos de la resistencia desde Palestina hasta Líbano e Irak provocaron la ruptura de sus relaciones diplomáticas.
Sorprendidos por el desaire, los estadounidenses comenzaron a jugar con picardía para ajustar cuentas.
En 2002, el programa nuclear iraní fue objeto de un intenso escrutinio internacional. Aunque Irán insistió en que sus intenciones eran pacíficas, los estadounidenses y sus aliados ya habían tomado una decisión. Lanzaron una severa campaña de sanciones contra la República Islámica.
La campaña de presión continuó hasta 2010, cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas endureció aún más las sanciones a instancias del régimen de Washington.
Pero 2015 trajo consigo un avance decisivo: tras intensas negociaciones, Irán y el Grupo 5+1 (EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China más Alemania) firmaron el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA o PAIC, por sus siglas en inglés), conocido comúnmente como el acuerdo nuclear con Irán.
En virtud del acuerdo, Irán accedió a limitar sus actividades nucleares y someterse a rigurosas inspecciones a cambio de un alivio de las sanciones. Sorprendentemente, aunque las instalaciones iraníes representan solo el tres por ciento de los emplazamientos nucleares del mundo, aproximadamente el 25 por ciento de las inspecciones globales de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) se centraron en Irán. Sin embargo, Irán nunca se quejó al respecto.
Entonces llegó 2018. El gobierno de Donald Trump se retiró unilateralmente del Plan de Acción Integral Conjunto (PIAC) y restableció sanciones crueles y aplastantes. La economía iraní se tambaleó y la confianza se hizo añicos.
Durante un año, Irán esperó medidas correctivas por parte de los demás firmantes, principalmente los europeos. Sin embargo, no ocurrió nada. La troika europea sucumbió a la presión estadounidense.
Cuando Joe Biden llegó a la Casa Blanca en 2021, prometió retomar la diplomacia y buscar un acuerdo nuclear “más duradero y sólido” y revertir las medidas adoptadas por su predecesor.
No solo no logró revertir las medidas, sino que intensificó la presión e impuso más sanciones a Irán simplemente porque los iraníes afirmaron su derecho a desarrollar un programa nuclear pacífico.
En los últimos años, las negociaciones han sido intermitentes, obstaculizadas por la falta de voluntad política en Washington y la influencia de los grupos de presión sionistas.
A finales de 2024, las conversaciones indirectas, mediadas por mediadores internacionales, dieron como resultado un marco provisional. Su objetivo era limitar aún más las actividades nucleares de Irán, restablecer parcialmente el alivio de las sanciones e introducir nuevas medidas de verificación.
También se impulsó la reducción del impacto humanitario de las sanciones, que han afectado de forma desproporcionada a la población iraní, incluyendo a pacientes en estado crítico.
Como era de esperar, las reacciones al acuerdo fueron polarizadas. Algunos legisladores estadounidenses aplaudieron la renovación de la diplomacia. Otros criticaron la propuesta, calificándola de apaciguamiento. Dentro de Irán, el debate fue igual de intenso; muchos exigieron un alivio total de las sanciones y un camino despejado hacia la recuperación económica.
El camino hacia un acuerdo final sigue siendo empinado, tortuoso y plagado de obstáculos políticos. Como declaró el Líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, en sus últimas declaraciones, Irán se mantiene escéptico y desconfiado de la otra parte.
Irán es consciente de que está dialogando con Donald Trump, quien abandonó el acuerdo en mayo de 2018 y en enero de 2020 ordenó el asesinato del principal comandante antiterrorista iraní, el general Qasem Soleimani. Para Teherán, negociar con Washington sigue siendo una apuesta arriesgada.
Los temas clave que configuran el panorama incluyen la eliminación de las sanciones y la seguridad regional. Irán busca la eliminación total e irreversible de las sanciones porque todas estas son ilegales según el derecho internacional.
Si las conversaciones continúan, podrían ampliarse para incluir el programa de misiles balísticos de Irán y su influencia regional, que se relacionan esencialmente con el Eje de la Resistencia contra el régimen sionista. Estos temas tampoco son negociables desde el punto de vista de Irán.
Las conversaciones nucleares indirectas entre Irán y Estados Unidos de 2025 marcan un momento crucial. No se trata solo del enriquecimiento de uranio o de las centrifugadoras; se trata de la confianza, la soberanía, la supervivencia y el legado de las promesas estadounidenses incumplidas. Irán conoce bien a la otra parte y actúa con cautela.
Para tener éxito, cualquier nuevo acuerdo debe ir más allá de las salvaguardias técnicas y las inspecciones. Debe reconocer las largas sombras de la historia y ofrecer un camino duradero hacia adelante.
Mientras ambas partes se reúnen hoy en Roma para la segunda ronda de conversaciones nucleares indirectas, la pelota está claramente en el tejado de Estados Unidos. Es Estados Unidos quien debe demostrar su sinceridad y voluntad política.
* Fatemeh Modaresi es una investigadora en la Universidad de Teherán.
Texto recogido de un artículo publicado en Press TV.