Por Xavier Villar
Comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) de Irán, Soleimani alcanzó un estatus casi legendario, tanto dentro como fuera de Irán.
A nivel internacional, desempeñó un papel crucial en los conflictos de Siria e Irak, y fue uno de los principales artífices de la expansión de la ideología revolucionaria iraní. Lideró el denominado Eje de Resistencia, una coalición de estados y grupos no estatales que tiene como objetivo frenar la expansión de la influencia colonial y occidental en la región.
La historia personal de Qasem Soleimani es ampliamente conocida en Irán. Hijo de un campesino pobre, pasó sus primeros años sumido en la pobreza. Desde joven, trabajó para mantener a su familia y, siendo adolescente, se ofreció como voluntario para defender las fronteras occidentales de Irán durante la invasión iraquí en los años 80. Su valentía y destreza lo llevaron a ascender rápidamente en las filas del ejército iraní, y a mitad de la guerra con Irak, que se prolongó durante ocho años, ya era uno de los principales comandantes del país.
Después del conflicto, Soleimani se centró en su labor como comandante de la Fuerza Quds, responsable de las operaciones fuera de Irán del Cuerpo de Guardianes. Con frecuencia, viajaba por Oriente Medio (Asia Occidental) para coordinar y organizar a las fuerzas militares de grupos aliados de Irán.
Su figura se hizo especialmente popular entre los iraníes cuando el grupo terrorista Daesh tomó el control de la ciudad iraquí de Mosul. La violencia extrema de ese acontecimiento se propagó rápidamente a través de los medios, generando alarma en Irán por la posibilidad de que las fuerzas de Daesh llegaran a las fronteras occidentales del país. Soleimani se destacó como el comandante que evitó la entrada de los takfiríes (grupos extremistas que consideran a otros musulmanes infieles) a Irán, evitando que cometieran atrocidades similares a las de Siria e Irak.
Para muchos iraníes, Soleimani representaba la dualidad entre humildad y valentía. Criado en una región remota, con un rostro marcado por la vida dura y una apariencia rústica, se ofreció como voluntario para la guerra y se convirtió en un símbolo de las figuras heroicas de las epopeyas persas.
Su rol en la derrota de Daesh lo consolidó como un “héroe nacional” y un “mártir”, no solo para el pueblo iraní, sino también para muchos otros en Oriente Medio.
En la carta dirigida al Líder de Irán, Soleimani detallaba los pormenores de su lucha contra Daesh y dejaba claro que el proyecto de muerte representado por el grupo takfirí no tenía nada que ver con la construcción de una identidad política basada en el Islam.
En este sentido, se puede afirmar que el proyecto islamista defendido por Soleimani, en su intento por establecer un orden político-social basado en los principios del Islam, busca superar las divisiones nacionales, étnicas y sectarias. Es, por tanto, diametralmente opuesto al proyecto promovido por Daesh. El pretendido carácter transnacional del grupo takfirí era, en realidad, una estrategia militar basada en una visión excluyente, cuyo fin era obstaculizar cualquier esfuerzo por superar las divisiones nacionales y sectarias.
Por otro lado, el proyecto de formación estatal impulsado por Daesh en partes de Siria e Irak, orientado a edificar una sociedad desde cero, representaba un enfoque modernista con fines políticos y económicos, fundamentado en una ideología de origen occidental. Al proclamar su califato, el grupo recurrió a la misma lógica violenta y racista de corte eurocéntrico que se empleó en la creación de los estados-nación modernos, replicando en Siria e Irak los sistemas de dominación y opresión propios del modelo occidental.
Por otro lado, la respuesta iraní contra Daesh, liderada por Soleimani, representaba la voluntad de construir una identidad política musulmana autónoma, no sujeta a los intereses occidentales.
En este contexto, la carta escrita por Soleimani al Líder de la Revolución Islámica sigue teniendo una relevancia política particular, ya que se opone a lo que se conoce como “necropolítica”, un término acuñado por el filósofo camerunés Achille Mbembe. Este concepto describe el ejercicio del poder que tiene la capacidad de matar, mediante medidas excepcionalmente brutales, a grupos considerados no-humanos, como los musulmanes, sometiéndolos a una lógica de exterminio y deshumanización.
Tanto la carta de Soleimani como la respuesta del Líder forman parte del archivo político iraní, cuyo propósito primordial es dar voz a las perspectivas nativas frente al intento colonial y necropolítico de silenciarlas.
Xavier Villar es Ph.D. en Estudios Islámicos e investigador que reparte su tiempo entre España e Irán.