Por Roberto Chambi
Recientemente, el líder del movimiento popular yemení Ansarolá, Abdulmalik al-Houthi, ha dado un ultimátum al régimen israelí, de que si no deja ingresar la ayuda humanitaria a Gaza, bloquearán el paso a cualquier navío con dirección a los territorios ocupados de Palestina, demostrándose con ello el compromiso firme de un pueblo que pese a seguir luchando contra sus enemigos internos tiene el coraje firme de ayudar y defender a sus hermanos en Palestina, frente a la criminalidad impune del ente sionista, quién al presente —después de haber roto el alto al fuego del 18 de marzo— asesinó a más de 51 000 palestinos, de los cuales casi 18 000 son niños, cifras que lapso a lapso van incrementándose.
Desde hace más de 10 años el pueblo yemení con más de 30 millones de habitantes viene sufriendo bombardeos, bloqueos y estrangulamientos por parte de EE.UU., Inglaterra, sus halcones europeos y la obsecuencia de algunos emiratos y califatos del Golfo Pérsico, y por si eso fuera poco, sin ningún tipo de empatía humanitaria por parte de sus vecinos, en especial del reino de Arabia Saudí, todo lo contrario, esta monarquía absoluta es parte de ese complot de entregar estos territorios al dominio y la hegemonía servicial de Occidente.
Paradójicamente, un país sumido en las miserias ocasionadas por sus enemigos, viene conteniendo la bestialidad imperialista, lanzando misiles balísticos a Tel Aviv o bombardeando buques de guerra en el mar Rojo, al respecto el teniente general yemení Yahya Sari, fue claro al decir que: “No daremos ni un paso atrás en nuestro apoyo al pueblo de Gaza. Continuaremos nuestras operaciones militares hasta que se levante el criminal bloqueo israelí y termine la agresión contra Palestina”.
Los ataques de Ansarolá son una respuesta legítima al genocidio, el apartheid y los crímenes de guerra sionistas contra Palestina, que desde noviembre de 2023 al presente en Bab al Mandeb provocaron una caída del tráfico marítimo en un 50% y un descenso del 60% en el transporte de mercancías; según datos de la ONU y agencias de navegación.
El puerto de Bab El Mandeb económica y geopolíticamente es de suma importancia, ya que por el mismo pasan alrededor de 4,5 millones de barriles diarios de petróleo y alrededor del 8 % de los cargamentos mundiales de GNL, sumado a las mercancías generales que representan el 11 % del tráfico marítimo global.
En tal sentido, Ansarolá, ha manifestado que su territorio es la “tumba de los tiranos e invasores”, y que su dominio en las aguas del mar Rojo será la fosa de los buques enemigos, incluso el portaviones Harry S. Truman de EE.UU.: ¿Habrá que dudar de ello?
Con la caída de la extinta Unión Soviética, la mayoría pensaba que el nuevo amo de los mares y la fuerza militar es EE.UU., cuando en los hechos, este ha fracasado no solo en Vietnam; sino en Ucrania y Palestina, siendo la victoria de HAMAS, la muestra contundente del oprobio estadounidense en el Asia Occidental.
Como habíamos ya mencionado en otra columna, Yemen asfixiará a Israel hasta que pare el genocidio en Palestina, el ultimátum de Abdulmalik al-Houthi pone en jaque a EE.UU., Israel y sus pretensiones.
¿Qué impulsa a Ansarolá a luchar y defender a Palestina? ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es su interés?
La respuesta es sencilla, aunque poco creíble para muchos que desmerecen y hasta a veces niegan la razón de su coraje y su valor, pues para los incrédulos — y no lo decimos de forma peyorativa —, no logran entender las dimensiones de su poder, el mismo que emerge y tiene su sentido de ser en la fe y la espiritualidad, por ello su nombre Ansarolá: los partidarios de Allah. Esa dimensión espiritual es lo que los mueve; la fe islámica chií es su motor, su fortaleza y su valentía frente a los opresores.
Sabemos que un ejército está conformado por máquinas; tanques, misiles, granadas etc., pero, por más que estas sean sofisticadas o avanzadas, por si solas no pueden definir una guerra; ya que el factor decisivo de cualquier combate es el ser humano y no el arma, pues un combatiente que tiene fe en la justicia, la hermandad, la solidaridad y por sobre todo en la vida del más allá, no ve a la muerte como algo malo o triste, sino como una recompensa cuando es martirizado en el campo de batalla frente al tirano o el opresor.
Ansarolá y su defensa por Palestina, es uno de los pocos movimientos de rebeldía contra los países que quieren imponer un paradigma de vida occidental, en donde solo quieren que primen los recursos energéticos, el comercio o el control geopolítico por encima de la vida de niños, mujeres y ancianos, tal cual Donald Trump planea hacer con Gaza, el de convertirlos en zonas de turismo, balnearios y casinos sobre los huesos de más de dos millones de palestinos.
Roberto Chambi Calle es jurista, teólogo y analista en relaciones internacionales.