Por Xavier Villar
Según las autoridades, los detenidos habrían proporcionado información sobre bases militares y realizado labores de vigilancia sobre diversas personalidades del país.
En un comunicado emitido el pasado jueves 31 de octubre, las autoridades israelíes señalaron que “los esfuerzos de Irán por reclutar ciudadanos israelíes siguen siendo neutralizados”.
En este contexto, se confirmó la detención de una pareja de nacionalidad israelí, acusada de recopilar información sobre infraestructuras críticas e instalaciones militares, además de realizar seguimientos a una académica vinculada al Instituto de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv.
Los investigadores sostienen que la red habría estado activa durante aproximadamente dos años. Medios israelíes informan que los sospechosos fotografiaron y recopilaron datos sobre diversas instalaciones estratégicas, incluidas la sede central de defensa en Tel Aviv, conocida como Kirya, y las bases aéreas de Nevatim y Ramat David.
Este caso se suma a una serie de detenciones recientes relacionadas con espionaje. Hace aproximadamente diez días, las agencias de inteligencia israelíes informaron sobre la detención de siete personas en Jerusalén Oriental, acusadas de “colaborar con Irán en la planificación del asesinato de un científico nuclear israelí” y de llevar a cabo actos de “sabotaje” dentro del país. Un día antes, las autoridades habían arrestado a otros siete individuos por presunto espionaje a favor de Irán, con planes de asesinar a científicos, alcaldes, funcionarios de seguridad y figuras prominentes israelíes.
A finales de septiembre, las agencias de seguridad israelíes informaron sobre la detención de un ciudadano israelí, identificado como Moti Maman, bajo sospecha de participar en una conspiración apoyada por Irán para atentar contra altos funcionarios, incluido el primer ministro Benjamin Netanyahu.
Sean o no verídicas las recientes acusaciones de espionaje, lo cierto es que no son las primeras en poner de relieve, por un lado, la vulnerabilidad de la seguridad israelí y, por otro, las avanzadas capacidades de inteligencia de la República Islámica de Irán. En este sentido, cabe recordar, por ejemplo, la infiltración en el servidor central de la compañía ferroviaria israelí, un ataque que permitió a los responsables extraer información sobre infraestructuras y publicar imágenes de los equipos eléctricos utilizados en estas instalaciones.
Una operación que merece ser destacada es la protagonizada por el grupo de hackers conocido como “Bastón de Moisés”, que realizó un hackeo de gran envergadura al publicar imágenes de pasaportes, identificaciones y otros documentos pertenecientes a personal militar israelí. Además, esta agrupación logró infiltrarse en las redes eléctricas de Israel, hackeó el sistema de alertas del país y difundió imágenes privadas de altos funcionarios, como el ministro de Defensa, Benny Gantz, y el ex primer ministro Ehud Barak.
Otro momento crítico que reveló una vulnerabilidad en la seguridad israelí fue el hackeo del teléfono móvil del jefe del Mossad. En septiembre pasado, el medio digital israelí Walla informó que un grupo de hackers llamado "Manos Abiertas" había logrado acceder al dispositivo personal del director del servicio de inteligencia. Este ataque, atribuido a Irán, fue seguido por la publicación de una segunda serie de imágenes extraídas de los dispositivos del jefe del Mossad, lo que marcó una escalada en la intromisión iraní en las esferas más altas de seguridad israelí.
Desde una perspectiva estratégica, los sucesos recientes han puesto en evidencia los puntos débiles de la seguridad nacional de Israel, especialmente tras la ofensiva de HAMAS conocida como “Operación Tormenta de Al Aqsa”. A esto se suman los ataques iraníes bautizados como “Operación Verdadera Promesa I y II”, que demostraron que la supuesta superioridad cualitativa israelí —la estrategia para compensar sus recursos limitados mediante una ventaja tecnológica y militar— no fue suficiente para impedir que Irán alcanzara sus objetivos estratégicos. En conjunto, estos incidentes sugieren que, a pesar de su infraestructura avanzada y su tecnología de punta, Israel enfrenta crecientes desafíos para mantener sus activos más sensibles a salvo de amenazas externas.
En este contexto, las acciones coordinadas de Irán, Hezbolá y HAMAS han puesto en jaque la doctrina de seguridad nacional de Israel. Esta estrategia, fundamentada en una serie de principios que garantizan la estabilidad y defensa del Estado, ha sido desafiada por las operaciones conjuntas de estos tres actores clave del denominado Eje de Resistencia. Este frente, además, cuenta con el apoyo de Ansarolá, el grupo insurgente de Yemen, y de milicias iraquíes alineadas con los intereses iraníes.
Las incursiones y ataques cibernéticos de esta coalición han logrado desgastar y vulnerar los puntos estratégicos sobre los que se basa la doctrina de seguridad israelí, como la superioridad tecnológica, la defensa fronteriza autónoma y la capacidad de anticiparse a amenazas externas. La combinación de recursos y tácticas de estos grupos demuestra una capacidad de resistencia y contraataque que Israel no ha logrado contrarrestar del todo, complicando la capacidad de respuesta y reflejando un debilitamiento de sus capacidades defensivas.
Un ejemplo clave y fundamental en la estrategia de seguridad nacional israelí es el principio de preservar la existencia misma del Estado, una prioridad evidente y central en su doctrina. Desde el 7 de octubre de 2023, esta supervivencia está bajo amenaza, cuestionando por primera vez en mucho tiempo la estabilidad del proyecto colonial sionista. Además, la dependencia casi absoluta del apoyo estadounidense socava la autonomía y soberanía de Israel, dejando en evidencia las limitaciones de su autodefensa sin respaldo externo.
Otro pilar fundamental en esta doctrina es el de llevar la batalla al territorio enemigo. Dada la limitada profundidad estratégica de Israel, trasladar los enfrentamientos fuera de sus fronteras es esencial para proteger infraestructuras vitales y activos estratégicos. Sin embargo, los recientes ataques coordinados han llevado el conflicto al propio territorio israelí, desafiando este principio. Los constantes bombardeos de Hezbollah, por ejemplo, han forzado la evacuación de colonos en las zonas fronterizas con Líbano, debilitando las defensas en esa línea crítica. Las dos operaciones militares lanzadas por Irán —y las señales de una posible tercera— han logrado desestabilizar la tradicional superioridad militar israelí, transformando su propio territorio en un escenario de combate.
Un tercer principio clave en la doctrina de seguridad israelí que también se ha visto vulnerado es la premisa de evitar conflictos prolongados. Tradicionalmente, Israel ha procurado minimizar la duración de las confrontaciones, alcanzando sus objetivos de forma rápida y decisiva, consciente de la dificultad de mantener una movilización militar extendida. Sin embargo, el conflicto en Gaza, a pesar de los bombardeos y las intensas operaciones militares, sigue abierto; y en el frente libanés, la operación terrestre israelí ha fracasado en sus objetivos iniciales. Ambos frentes siguen activos, planteando una tensión sostenida que Israel no había experimentado en estas dimensiones.
Además, la estrategia israelí de crear una “profundidad estratégica artificial” mediante asentamientos ha sido puesta en entredicho. Este enfoque buscaba alejar los centros de población y áreas industriales clave de las líneas de conflicto, a través de colonias en territorio palestino ocupado. Sin embargo, la actual oleada de resistencia en Palestina y el sur de Líbano ha convertido estas zonas en puntos de vulnerabilidad, expuestos a ataques regulares y a una rebelión local que desafía la capacidad de Israel para mantener el control. Las áreas que antes se consideraban un colchón de seguridad ahora han pasado a ser focos de riesgo constante.
Esas vulnerabilidades no solo debilitan el mito de la superioridad e “invencibilidad” de Israel, sino que también ponen en entredicho los pilares de su doctrina de seguridad nacional. La estrategia que durante décadas se consideró una garantía de estabilidad enfrenta ahora serias dudas sobre su viabilidad a largo plazo. Israel se encuentra en una encrucijada: las fisuras en su doctrina de seguridad representan riesgos profundos, no solo para su estabilidad política, sino también para su capacidad de mantenerse como un actor estratégico en la región.