Por: Xavier Villar
En primer lugar, Kanani hizo referencia a las celebraciones del Día Mundial de Al-Quds y dijo: “Este año hemos vivido el Día Mundial de Al-Quds con más entusiasmo que nunca. La apasionada y magnífica presencia de los partidarios del pueblo oprimido de Palestina en todo el mundo ha demostrado la sabiduría de la iniciativa del difunto Imam, quien designó el último viernes del mes bendito de Ramadán como el Día de Al-Quds. De hecho, la cuestión palestina se ha convertido en un tema global. Esperamos que los esfuerzos a nivel mundial nos lleven a la libertad de Palestina”.
Una vez más, el Gobierno iraní, a través de las palabras de Naser Kanani, ha dejado en claro que la liberación de Palestina es una parte fundamental de la visión política de la República Islámica.
Sin embargo, lo más relevante de este artículo son las palabras de Kanani sobre la situación en Afganistán y las soluciones propuestas por la República Islámica para este país vecino. Durante su intervención, Kanani mencionó la reciente reunión en la ciudad de Samarcanda, Uzbekistán, entre los ministros de Asuntos Exteriores de China, Irán, Pakistán y Rusia, en la cual se discutieron varios temas importantes. Destacó especialmente el apoyo a una estrategia para abordar los problemas en Afganistán, así como los resultados de la salida irresponsable de Estados Unidos de este país.
Durante la reunión, se enfatizó la importancia de formar un gobierno inclusivo, algo en lo que la República Islámica está trabajando incansablemente, y también se discutió la lucha contra el grupo terrorista Daesh en la región. Irán apoya firmemente la paz en Afganistán y tiene una política clara y coherente hacia ese país, oponiéndose a la presencia de actores extranjeros y cualquier interferencia externa en sus asuntos internos. Además, es importante entender que para la República Islámica interactuar con los talibanes no significa reconocer su gobierno, sino simplemente entender la situación actual.
Afganistán es uno de los lugares donde se puede observar con mayor claridad la ocupación discursiva llevada a cabo por la gramática occidental. Autores como Abu Lughod y Saba Mahmood son imprescindibles para entender cómo el sufrimiento en Afganistán, y especialmente el sufrimiento de las mujeres afganas, se expresa a través del enjuiciamiento de su religión y cultura, excluyendo lo político, económico e histórico. En otras palabras, en lugar de ofrecer explicaciones políticas e históricas, los expertos ofrecen explicaciones religioso-culturales.
La construcción de la mujer afgana en el discurso occidental facilita a su vez la construcción del “occidental civilizado”, la “mujer musulmana en peligro” y el “hombre musulmán peligroso”. Estas figuras culturalizan la violencia y fomentan la llamada “guerra contra el terrorismo”.
En lugar de ser retratadas como individuos complejos con sensibilidades, afectos, habilidades e incapacidades para transformarse a sí mismas y a los demás, las mujeres afganas a menudo son reducidas a la figura unidimensional de una mujer pasiva y oprimida que se ve obligada a usar un velo. Es importante destacar que no se quiere negar en este artículo las políticas de los talibanes contra las mujeres. Sin embargo, la atención casi exclusiva que se presta al velo y a ciertos edictos de los talibanes sobre la movilidad y el empleo de las mujeres, ha eclipsado las modalidades más amplias y quizás más consecuentes de sufrimiento experimentado por las mujeres afganas como resultado de más de dos décadas de conflicto armado.
A este respecto, Saba Mahmood planteó una pregunta relevante: ¿Por qué se considera que las condiciones de guerra, militarización y hambruna son menos perjudiciales para las mujeres que la falta de educación, empleo y, especialmente, en la campaña mediática, el estilo de vestimenta occidental?
La ocupación discursiva de Afganistán facilitó la defensa de la invasión del país, con honrosas excepciones, como una acción para vengar o proteger a las mujeres afganas, a diferencia de la guerra en Irak. En esta ocupación discursiva, también encontramos a lo que llamamos la “izquierda occidental”. El término occidental no se refiere a una ubicación geográfica, sino a una epistemología. Esta izquierda aún cree que la falta de un estado socialista dirigido por indígenas en Afganistán se debió a la intervención de EE.UU., sin reconocer la violencia cometida por la Unión Soviética en el país. Como explica la antropóloga afgana Anila Daulatzai, una crítica selectiva de la violencia solo contra ciertos perpetradores fomenta la islamofobia y forma parte del problema.
La cuestión no es negar la violencia y el sufrimiento en Afganistán, sino más bien ofrecer una ayuda que no reproduzca una nueva ocupación discursiva del país y que aborde a la población, especialmente a las mujeres, desde una visión que no esté limitada por la gramática del liberalismo. En este sentido, se trata de reconocer que la agencia puede tomar múltiples formas y no solo aquellas que encajan en los marcos del secularismo.
La propuesta de Irán logra escapar de la fascinación racista y orientalista por Afganistán. A diferencia de las potencias occidentales, que utilizan un lenguaje hegemónico para privilegiar a aquellos que promueven sus puntos de vista y políticas, la República Islámica ofrece ayuda en el lenguaje común del Islam, sin pretender moldear y domesticar sensibilidades y costumbres.