El 28 de junio, el extremista Silwan Momika, un migrante iraquí de 37 años, prendió fuego a un ejemplar del Corán frente a la mezquita más grande de Estocolmo, la capital de Suecia, bajo protección policial. Las autoridades suecas permitieron por segunda vez a esta misma persona profanar el 20 de julio este libro sagrado.
Ante ello, los musulmanes salieron en diversos países a protestar y exigir medidas de represalia para los autores y patrocinadores de estos actos islamófobos.
Para el politólogo Luis Javier Ruiz, todo este proyecto de islamofobia se inició en 2001, cuando Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) empezaron una guerra contra el Islam, asociando esta religión con el terrorismo.
En reacción al ataque constante a las santidades islámicas en Occidente, los países musulmanes, destinos importantes de las exportaciones suecas, han jurado duros castigos.
Según la base de datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Arabia Saudí y Turquía son los mayores importadores musulmanes de bienes suecos. Indica que solo, en 2022, las ventas de Suecia al reino saudí superaron 1,27 mil millones de dólares.
De acuerdo con el reporte, los principales productos importados son minerales, maquinaria, vehículos y equipos electrónicos, entre otros.
Es de mencionar que la lista de marcas suecas que enfrentarían boicot en países musulmanes es larga. Teniendo en cuenta que la población musulmana suma 1900 millones, Suecia tiene que preocuparse por su economía orientada a la exportación.
En el caso más reciente antislámico, cinco miembros del grupo extremista llamado “Patriotas Daneses” han quemado este martes unas copias del libro sagrado de los musulmanes frente a la representación diplomática de Egipto en Copenhague, la capital de Dinamarca.
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