En una tarde fría de febrero, se eleva una protesta sonora. Desde la embajada de EE.UU. en Madrid, hasta la Comisión Europea, las cacerolas resuenan bajo el grito de “Palestina No Se Vende”, rechazando las declaraciones violatorias de las leyes internacionales del presidente Trump.
Los manifestantes expresan su condena al intento de transformar la Franja de Gaza en un destino turístico y la expulsión forzada de su población. Esta cacerolada no es solo ruido; es una poderosa demanda por justicia para el pueblo palestino.
El sonido de la protesta se convierte en un eco de resistencia, llamando al mundo a actuar en contra del imperialismo de EE.UU. y Europa.
Javier Couso, Madrid
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