Durante ese tiempo, la actividad cerebral siguió sus ritmos circadianos habituales, con una intensidad reducida en las horas matutinas y completas durante el resto del día.
Para hacer factible el experimento, los científicos desarrollaron una plataforma de perfusión “microfluídica” con un material polímero que a menudo se usa como antiespumante en medicamentos, detalla un artículo publicado el jueves en la revista Analytical Sciences.
El tejido neuronal se sujetó en ese dispositivo sobre una membrana porosa y se mantuvo en constante humedad, aunque sin rociarle líquido directamente.
El estudio, realizado en el Centro RIKEN de Investigaciones en la Dinámica de Biosistemas, con sede en las afueras de Tokio, la capital japonesa, sigue los pasos de unas pruebas realizadas en EE.UU. para volver a la vida cerebros muertos de cerdos. Este trabajo del estadounidense Nenad Sestan utilizó una máquina de perfusión que permitía una actividad cerebral ‘post mortem’ solo a un nivel muy parcial, mientras que los japoneses no pusieron un límite predeterminado.
Este método se puede utilizar para más cosas que los tejidos explantados de animales”, afirma Nobutoshi Ota, el autor principal de un estudio sobre cómo mantener vivo el cerebro extraído de ratones.
Hot article: A Microfluidic Platform Based on Robust Gas and Liquid Exchange for Long-term Culturing of Explanted Tissues, https://t.co/fwJiCk5qYR pic.twitter.com/sOgYbxljaR
— AnalSci, JSAC (@AnalsciJ) October 10, 2019
Los autores esperan que su invento consiga convertirse en un interfaz universal para mantener distintos órganos fuera del cuerpo y para crear organoides.
“Este método se puede utilizar para más cosas que los tejidos explantados de animales”, afirma el autor principal del estudio, Nobutoshi Ota, cuyas palabras recoge el sitio web de RIKEN. “También mejorará la investigación sobre la organogénesis a través del cultivo a largo plazo y la observación que es necesaria para cultivar tejidos y órganos”.
Para conseguir una mejor visibilidad del resultado, los investigadores utilizaron ratones genéticamente modificados para que sus tejidos contuvieran una proteína altamente fluorescente. Al medir los niveles de luminiscencia proveniente de esa sustancia, pudieron comprobar que el sistema neuronal permanecía activo y funcional durante más de 25 días, aunque la función circadiana disminuyó al final de ese tiempo.
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