Octubre de 2018, el candidato del PT Fernando Haddad asume su derrota ante Jair Bolsonaro en las elecciones.
No hay forma de encontrar un archivo similar de 4 años después, cuando Lula se impuso en la siguiente elección.
Bolsonaro no asume esa derrota hasta el día de hoy y difunde que hubo fraude aun habiendo sido informado de su inexistencia por sus propios camaradas de armas.
Además estimuló y financió las movilizaciones frente a los cuarteles militares para impedir la asunción de Lula y hasta intentó seducir a los comandantes de las fuerzas armadas para intervenir en la transición constitucional.
Ahora, impedido de ser candidato y mientras avanza la investigación judicial en su contra, el ex presidente niega cualquier tipo de conspiración y no oculta su intención de volver al poder.
Por si algo le faltara a esta narrativa, Bolsonaro clama por una intervención directa de Estados Unidos en Brasil.
El diputado nacional del PT Rogerio Correia se presentó ante la justicia para pedir que le sea colocada una tobillera electrónica al ex presidente.
Bolsonaro parece tener un único defensor público, su hijo Eduardo, también diputado nacional, que sin embargo reside de manera casi permanente en Estados Unidos, desde donde reza igualmente por una intervención de Washington.
Las articulaciones de estos grupúsculos de la ultraderecha brasileña y latinoamericana no son algo que pueda menospreciarse, basta recordar que en los últimos días estas facciones que tienen su histórica base de operaciones en Miami Beach han logrado torcer el brazo de Trump y suspender las actividades de la petrolera Chevron en Venezuela.
Andrés Sal.lari, Sao Paulo
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