El pasado 31 de julio fueron arrojados cócteles molotov contra dos viviendas pertenecientes a la familia palestina Daubasha. El atentado acabó con la vida de Ali, de 18 meses, y de sus padres, Said y Riham.
Tras el ataque, que conmocionó a la sociedad palestina y fue considerado un acto de "terrorismo judío" en el régimen de Israel, fueron detenidos varios radicales judíos.
El fiscal general del régimen de Tel Aviv ha acusado de momento a dos sospechosos, que pertenecen a una organización clandestina de terroristas judíos.
Según medios locales, el grupo cuenta con entre 30 y 40 miembros. La imputación de solo dos sospechosos como autores de los asesinatos en Kafar Duma contrasta con el relato de testigos palestinos que aseguran haber visto hasta cuatro individuos en el incidente.
Aunque el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, presumió del juicio de los dos asesinos para decir que en Israel se aplica la ley a todos los ciudadanos, pero ahora la gran pregunta es si el juicio acaba en condena y si el responsable será enviado a la cárcel. Algo que ponen en duda los familiares de las víctimas.
El asesinato de Kafar Duma tuvo y sigue teniendo un efecto explosivo en el terreno. Muchos consideran el asesinato, y sobre todo la incapacidad o la falta de voluntad israelí para castigar a los responsables, como uno de los exponentes que hizo estallar la ola de violencia entre palestinos e israelíes a una escalada que muchos definen como la Tercera Intifada.
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