Ocho años después de la caída del exdictador Muamar Gadafi, Libia vuelve a sufrir el recrudecimiento de su crisis: alentada por injerencias externas y la ofensiva del mariscal Haftar contra Trípoli a principios de abril.
En una conversación telefónica el lunes, el presidente estadounidense, Donald Trump, felicitó al mariscal de campo Jalifa Haftar por su papel en la lucha contra el terrorismo y el aseguramiento de los recursos petroleros libios. Este elogio de Trump se produce días después de que su secretario de Estado, Mike Pompeo, haya condenado la agresión del general hacia el gobierno reconocido internacionalmente.
En las calles de Trípoli (capital libia), donde Haftar pretende hacerse con su control, una concentración multitudinaria repudió la postura imperialista de la Casa Blanca.
Según el informe anual de la compañía petrolera British Petroleum (BP) para 2018, Libia posee las mayores reservas probadas de petróleo de África con cerca de 48 mil millones de barriles potenciales y una de las más grandes del mundo, motivo suficiente para varios países de tener intereses ahí.
Las fuerzas del Ejército Nacional Libio (ENL), liderado por Haftar, iniciaron hace dos semanas una ofensiva sobre Trípoli, sede del Gobierno de Unidad Nacional libio promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Más de 200 personas han muerto en los combates y miles han resultado heridos, según datos de la ONU.
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