Karami, de 22 años, había participado junto con otros alborotadores en los disturbios registrados en la ciudad iraní de Karay, cerca de Teherán (la capital), a principios de noviembre. Intentaron cortar la autopista Karay-Qazvin y atacaron a agentes de seguridad.
Tras ser arrestado, Karami confesó que participó en el asesinato del joven iraní Seyed Ruholá Ayamian, miembro de las Fuerzas de Resistencia Popular de Irán (Basich), quien fue apuñalado por un grupo de alborotadores con armas blancas, golpeado brutalmente y arrastrado vivo por la calle.
Los documentos del caso de Mohamad Mehdi Karami muestran que era culpable de varios delitos menores y arrestado, incluso por la denuncia de su familia.
El pasado 16 de agosto, su padre fue a la emergencia policial a las 9:45 y dijo que Mohamad Mehdi era adicto a las drogas y había destruido muebles del hogar y amenazado a los miembros de la familia con un cuchillo.
Además de hostigar a su familia, según el informe que ofreció la Policía al centro de tratamiento de adicciones, donde fue enviado tras su arresto, Karami insultó y amenazó a los agentes policiales, su familia y otras personas que estaban presentes en la comisaría. Además, destruyó un armario y dañó las cámaras de seguridad.
Es más, hace siete años, Karami fue acusado por cargos de preparación y distribución de tres kilogramos de explosivos. También fue arrestado en 2019 por no respetar las leyes del país persa.
Desde hace casi cuatro meses, vándalos y antirrevolucionarios, apoyados por los países occidentales, se han aprovechado de la muerte de una joven iraní Mahsa Amini, de 22 años —suscitada en septiembre en un hospital días después de que fuera detenida por la Policía de Irán—, para atentar contra el orden público.
Los actos vandálicos han provocado la muerte de varios civiles, fuerzas de seguridad y destrucciones en propiedades públicas y privadas. Por tanto, se han arrestado decenas de actores vandálicos extranjeros e integrantes de grupos armados y terroristas por su implicación en disturbios.
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