Publicada: miércoles, 23 de octubre de 2024 6:00

Israel ha optado por destruir la infraestructura del Líbano en un intento por alcanzar sus objetivos, tras no haber logrado avances significativos en su invasión terrestre.

Por: Xavier Villar

La noche del domingo 21 de octubre, aviones de combate israelíes llevaron a cabo múltiples ataques en el sur del país, con un total de 13 bombardeos aéreos que afectaron aldeas, localidades y barrios de Beirut, según informó la cadena Al Jazeera.

Siguiendo la doctrina aplicada en Gaza, Israel está preparando el terreno para bombardear el hospital Al-Sahel en Dahya, alegando sin fundamento que el Movimiento de Resistencia Islámica de E Líbano (Hezbolá) oculta dinero en un búnker bajo la instalación. Mientras que en Gaza Israel actúa con impunidad, respaldado por el apoyo incondicional de EE.UU. y sus aliados occidentales, en el Líbano se ve obligado a crear justificaciones en esta fase inicial del conflicto.

Varios expertos libaneses, incluida la politóloga Amal Saad, advierten que un ataque a este hospital podría intensificar la respuesta de Hezbolá, que la semana pasada declaró una “nueva fase de escalada”. Por otro lado, es evidente que la destrucción de la infraestructura en Líbano pone de manifiesto la falta de una estrategia militar por parte de Israel tras tres semanas de intentos fallidos de invadir el sur del país.

Uno de los aspectos más relevantes de esta ofensiva es la destrucción de la institución social Qard al-Hassan, calificada como “el banco de Hezbolá” por Avichay Adraee, portavoz en árabe del ejército israelí. Este indicó que “existen cientos de sucursales de Qard al-Hassan en todo el Líbano, muchas de ellas ubicadas en edificios y apartamentos residenciales”. El objetivo de Israel es claro: desmantelar las infraestructuras financieras del Líbano y desestabilizar su economía.

Qard al-Hassan cuenta con 31 sucursales en todo el país y opera con la licencia oficial del Ministerio del Interior libanés. Su labor se centra en la banca islámica, proporcionando préstamos sin interés a los sectores más vulnerables de la población. Uno de sus servicios más destacados ha sido la concesión de préstamos a familias afectadas por la crisis energética en el Líbano. La institución ha declarado que sus fondos provienen de donaciones y benefactores, y que otorga préstamos sin discriminación, independientemente de la religión, secta o afiliación política.

Aunque Irán ayudó a establecer Qard al-Hassan en la década de 1980, hoy en día es una organización completamente autofinanciada, principalmente por la comunidad chií del Líbano. Desde el colapso económico del país en 2019 y la quiebra de su sistema bancario, Qard al-Hassan se ha convertido en un recurso vital para miles de personas, desde el pago de matrículas escolares hasta la financiación de pequeñas empresas e instalaciones de paneles solares. La ONG atiende a todas las comunidades: en la sucursal de Santa Teresa, cerca de Hadath, entre el 30 y el 40 % de los clientes son cristianos, mientras que, en Sidón, la mayoría no son chiíes.

A pesar de que Qard al-Hassan ha afirmado que ha protegido los depósitos y ahorros de las personas desde el inicio de la guerra, las acciones de Israel forman parte de una estrategia destinada a empobrecer aún más a la comunidad chií del Líbano, que ya es vulnerable y en gran parte desplazada, dado que aproximadamente el 85 % de los depositantes y prestatarios pertenecen a este grupo.

Amal Saad señala que este castigo colectivo no solo implica una erradicación física, sino también una erradicación socioeconómica, con el objetivo de aniquilar, desarraigar y empobrecer la base de apoyo de Hezbolá. Esta situación agrava la crisis que enfrenta el país y plantea serias preocupaciones sobre el futuro de la comunidad chií en Líbano.

Por su parte, Hezbola ha anunciado su entrada en una nueva fase de confrontación con el régimen israelí. Varios analistas pronostican que, en esta etapa, Hzbolá podría revelar nuevas armas y ampliar su lista de objetivos estratégicos. Esta transición hacia una fase más intensa continúa la etapa anterior, en la que el jeque Naim Qasem, vicepresidente del secretario general de Hezbolá, declaró el 15 de octubre que el movimiento se encuentra en una fase destinada a “hacer que el enemigo sienta dolor”.

En esta nueva fase de operaciones, Hezbolá podría emplear misiles que no se han utilizado previamente. Estos ataques podrían dirigirse a lugares sensibles y objetivos estratégicos del régimen israelí, a través de operaciones sorpresa, incluidas acciones marítimas. Se anticipa que el grupo utilice misiles tierra-mar, balísticos y antiaéreos de corto alcance, adoptando tácticas de “guerra de guerrillas”. Esto implicaría atraer al enemigo hacia el interior del territorio libanés para llevar a cabo emboscadas precisas, con el fin de infligir el mayor número de bajas posibles y generar un “dolor creciente” mediante un control intensificado del campo de batalla.

Además, existe la posibilidad de que nuevos asentamientos sean añadidos a la lista de objetivos, y los ataques podrían incluso alcanzar el corazón de Tel Aviv. Esta estrategia representa un cambio significativo en la dinámica del conflicto.

Recientemente, Hizbolá atacó el Aeropuerto Ben Gurión en Tel Aviv con cinco drones. Los israelíes afirmaron haber interceptado los vehículos aéreos, aunque el aeropuerto suspendió temporalmente sus operaciones. La principal preocupación para los líderes de Tel Aviv radica en el ataque a las infraestructuras económicas, ya que la paralización de las actividades económicas y el cierre de fábricas podrían imponer grandes costos al régimen israelí.

Hezbolá ha ampliado el alcance de sus ataques en los territorios ocupados y continúa causando pérdidas significativas a las fuerzas ocupantes israelíes. La ineficacia de los sistemas de defensa aérea israelíes frente a los misiles de Hezbolá ha incrementado el miedo y la ansiedad entre los colonos. Además, medios de comunicación y funcionarios israelíes han admitido que Hezbolá cuenta con capacidades significativas que, en un conflicto prolongado, podrían hacer que los territorios ocupados sean cada vez menos seguros.

Mientras la invasión terrestre se mantiene paralizada gracias a los esfuerzos de la resistencia, Israel continúa con su programa de destrucción, aplicando el plan previamente desplegado en Gaza. Esto incluye la demolición de hospitales e instituciones financieras, con el objetivo no solo de consolidar la ocupación del territorio, sino también de debilitar a la población local para evitar que pueda resistir la colonización.