Por Xavier Villar
En caso de que esto ocurra, diversas autoridades militares de la República Islámica han advertido que “la respuesta será significativamente más contundente que la propia operación Verdadera Promesa II”.
En este contexto, las autoridades iraníes, junto con medios de comunicación y analistas, han señalado en los últimos días las posibles reacciones a un ataque israelí contra Irán. Todos ellos han puesto el foco en el reducido tamaño de Israel en comparación con Irán, su escasa profundidad estratégica (entendida como la distancia entre las líneas del frente y las zonas industriales y centros de población más importantes) y la vulnerabilidad de su infraestructura crítica.
El estado colonial de Israel tiene una anchura máxima de apenas 137 km y tan solo 14 km en su punto más estrecho. Esta situación hace que los centros de población, industria e infraestructura militar estén fuertemente concentrados y ubicados a poca distancia de sus fronteras. Esta falta de profundidad estratégica ha llevado a Israel, desde la época de Ben Gurión (el primer primer ministro de la entidad colonial sionista), a adoptar un enfoque ofensivo y preventivo en sus conflictos, una postura que se alinea con su visión colonial de expansión y conquista.
La situación dio un giro dramático tras la Guerra de los Seis Días en 1967. El conflicto entre Israel y una coalición compuesta por Egipto, Siria, Jordania, Irak y Arabia Saudita resultó en una victoria decisiva para el estado israelí. Anticipándose a una invasión egipcia planificada, Israel lanzó un ataque preventivo que destruyó casi todos los activos aéreos militares de Egipto y Siria, logrando así la superioridad aérea y finalizando la guerra en tan solo seis días, mucho al pesar de los árabes. Como resultado de este conflicto, Israel ocupó la Ribera Occidental, la Franja de Gaza, la Península del Sinaí y los altos del Golán. De estos territorios, solo la Península del Sinaí fue devuelta a Egipto posteriormente, mientras que los demás permanecen ocupados hasta hoy. El estado sionista considera que estas áreas ocupadas le proporcionan cierta profundidad estratégica en caso de un ataque.
Israel es plenamente consciente de que existen dos tipos de profundidad estratégica: interna y externa. La externa se encuentra más allá de las fronteras de un país; en este caso, en el mar. La profundidad estratégica que ofrece el Mediterráneo jugará un papel cada vez más importante en la defensa de Israel. Por ello, el estado colonial ha intensificado sus esfuerzos para fortalecer su profundidad estratégica marítima.
En los últimos años, se han descubierto importantes reservas de hidrocarburos en las aguas territoriales de Israel. En la última década, sus reservas de gas han crecido más de un 40 %. Entre los campos más destacados se encuentran los de Tamar, Leviatán y Katlan. Así, Israel busca expandir su presencia militar en el Mediterráneo para asegurarse una profundidad estratégica que, aunque aumentada a base de expansión colonial, sigue siendo insuficiente desde un punto de vista defensivo.
Desde un punto de vista militar, un país con mayor profundidad estratégica se considera en una ventaja considerable en comparación con aquel que dispone de menos espacio. La profundidad estratégica es un factor geográfico que, por un lado, fortalece la capacidad de defensa de un país y, por otro, impone grandes desafíos al agresor. Refuerza la capacidad natural de un defensor para absorber una agresión militar y, al mismo tiempo, carga al agresor con el problema de mantener una logística extensa y sostenible. En este sentido, la República Islámica cuenta con una profundidad estratégica muy significativa.
Otro de los puntos débiles de Israel es, como se ha mencionado, la vulnerabilidad de su infraestructura crítica, que incluye campos de petróleo y gas, plantas de energía, refinerías, plantas desalinizadoras y el reactor nuclear de Dimona. Por tanto, se puede afirmar que, si Israel decidiera atacar a Irán, la respuesta iraní buscaría paralizar toda la infraestructura de la entidad colonial, centrándose en su economía.
Cabe recordar que el petróleo y el gas representan aproximadamente el 39% y el 42%, respectivamente, de la energía de Israel, con más del 80% de su energía total proveniente de unas pocas instalaciones clave. Esto hace que el régimen sea vulnerable a ataques militares. En 2023, Israel importó 225,000 barriles de petróleo al día, de los cuales el 60 % procedía de Kazajistán y Azerbaiyán. Este petróleo se procesa en dos refinerías: Haifa y Ashdod.
Como apuntaba el periódico Farhikhtegan Daily, “la infraestructura gasística de Israel es tan vulnerable que la destrucción de un solo campo de gas detendría sus exportaciones a Egipto y Jordania. Si ambos campos fueran destruidos, se eliminaría el 42 % del suministro energético total de Israel”.
Desde un punto de vista estratégico-militar, existen varios objetivos israelíes que Irán podría atacar, todos ellos capaces de ocasionar terribles pérdidas económicas, energéticas, militares y materiales:
Además de los ya mencionados puertos de Haifa y Ashdod, se identifican otros objetivos estratégicos que Irán podría atacar en caso de conflicto con Israel:
- La empresa Rafael: Ubicada en Haifa, es el principal punto de ensamblaje de las armas nucleares de Israel.
- El campo petrolero Karish: La destrucción de las instalaciones de Karish interrumpiría gravemente los planes a largo plazo de Israel, especialmente si los grupos de resistencia logran impedir su reconstrucción.
- El reactor nuclear de Dimona: Este es el único sitio de producción de plutonio en Israel. Su destrucción podría generar una crisis significativa para los asentamientos en el centro y sur del país.
- El puerto de Ashkelon: Ampliado para aliviar la presión sobre Haifa, Ashkelon facilita la transferencia de petróleo desde el Golfo Pérsico y alberga múltiples tanques de almacenamiento de petróleo.
- Las instalaciones de Tirosh: Aquí se almacenan armas nucleares estratégicas. La destrucción de Tirosh eliminaría activos clave y representaría serios riesgos para la seguridad de Israel.
- La base aérea Sdot Micha: Alberga misiles balísticos Jericho, equipados con cabezas nucleares.
- Yodfat: Otro lugar de ensamblaje de armas nucleares, que también podría ser un objetivo.
Por último, cabe mencionar Tel Aviv, la ciudad más poblada de Israel y su capital económica. Un ataque en esta área no solo tendría un impacto económico significativo, sino que también generaría una inmensa presión social.
Todo lo anterior indica que la República Islámica está preparada para cualquier tipo de escenario y cuenta con una serie de recursos militares que le permiten tener confianza en sus posibles respuestas ante una agresión israelí.