Amini, que provenía de la ciudad de Saqqez, ubicada en la provincia occidental de Kurdistán en Irán, estaba en Teherán para reunirse con sus familiares cuando fue detenida y llevada a la sede de la policía por violar el código de vestimenta.
Las imágenes de las cámaras de seguridad publicadas por la policía mostraron más tarde que Mahsa se desmayó dentro de la oficina de policía, sin ningún contacto físico, después de lo cual fue trasladada a un hospital de Teherán, donde fue declarada muerta.
Su trágica muerte provocó dolor y conmoción en todo el país. En las redes sociales, los tuits persas con el hashtag #MahsaAmini se convirtieron en tendencia mundial. Su muerte misteriosa causó manifestaciones masivas en Teherán y otras ciudades importantes de Irán.
Las autoridades iraníes, incluido el presidente Ebrahim Raisi, intervinieron de inmediato y ordenaron investigaciones exhaustivas sobre el incidente y aseguraron a los manifestantes que la verdad prevalecerá.
Sin embargo, eso no alivió las preocupaciones de algunos de los llamados “manifestantes”, quienes subieron la apuesta. Pronto, como vimos, las protestas se convirtieron en disturbios mortales, con alborotadores que arrasaron en diferentes ciudades.
Estos vándalos atacaron propiedades públicas, incendiaron ambulancias, destrozaron bancos y mezquitas, incendiaron la bandera de la República Islámica y apuñalaron fatalmente a algunos policías que patrullaban las calles.
El número de muertos por los disturbios en todo el país persa subió a 41. Los regímenes occidentales y sus medios de comunicación siguieron animando a los matones a más violencia.
Azizulá Maleki, el jefe de policía de la provincia de Gilan, en el norte de Irán, declaró que más de 739 manifestantes habían sido arrestados en diferentes partes de la provincia tras la muerte de la mujer iraní.
El jefe de la policía, en declaraciones concedidas a la agencia oficial de noticias de Irán, IRNA, reveló que los agentes policiales incautaron una gran cantidad de armas, municiones y explosivos en posesión de los alborotadores durante los arrestos, lo que apunta a una conspiración respaldada por países extranjeros.
Si, como retratan los principales medios de comunicación occidentales, estos alborotadores son manifestantes pacíficos que piden justicia y responsabilidad, ¿por qué hieren a otros civiles, degüellan a los policías, destrozan la propiedad pública o llevan armas, municiones y explosivos?
Tomemos, por ejemplo, los eventos del 6 de enero de 2021 en Washington. En comparación con la forma en que EE.UU. trató despiadadamente a los manifestantes desarmados en los terrenos del Capitolio ese día, las fuerzas iraníes han ejercido la máxima moderación al tratar con los alborotadores que descaradamente han violado las reglas del país, apuñalando a los policías y arrastrándolos por las calles con evidencia en vídeos que muestran sus crímenes documentados.
Hace apenas dos días, uno de los que irrumpieron en el Capitolio de EE.UU. el 6 de enero de 2021, fue condenado a cuatro años de prisión. Ese hombre no portaba arma de asalto, ni degolló a un policía. Pero los principales medios de comunicación occidentales quieren que las autoridades iraníes permitan que los elementos armados hagan lo que les da la gana.
Además de los rumores y las narrativas contradictorias que circulan en Internet sobre lo que algunos activistas han llamado el “tema políticamente apetecible”, comenzó a llegar una serie de condenas globales contra la República Islámica de Irán.
La Casa Blanca calificó la muerte de Amini como una “violación flagrante y atroz de los derechos humanos”, a pesar de que las imágenes de las cámaras de seguridad mostraran el momento en que la mujer iraní se derrumbó sola dentro de la oficina de policía, sin recibir contacto físico.
El director general de Medicina Forense de Teherán, Mehdi Forozche, declaró en un informe que en el cadáver de Mahsa Amini no había señales de golpes o heridas, tampoco la mujer había sangrado o recibido rupturas en sus órganos internos, descartando así con evidencias cualquier acto de violencia en su muerte.
No obstante, como es de costumbre, se ve cómo la Casa Blanca juega descaradamente la “carta de los derechos humanos” contra la República Islámica de Irán, mientras que el propio Gobierno estadounidense ha gastado más de 1500 millones de dólares para resolver las denuncias de mala conducta policial que involucran a miles de sus agentes acusados reiteradamente de haber cometido infracciones.
Los medios de EE.UU. difundieron todo tipo de informes y noticias falsas sobre la Policía de Irán e incitaron a más violencia en el país persa mientras han cerrado los ojos a los crecientes y, a la vez preocupantes, tiroteos fatales de la Policía en Estados Unidos con un total de 730 civiles baleados, incluidos 71 afrodescendientes, hasta el 8 de septiembre de 2022. En 2021, hubo 1055 muertos en tiroteos policiales, y en 2020 alrededor de 1020.
Con todo lo expuesto, ¿sigues sorprendido con el oportunismo del régimen estadounidense y su uso de los derechos humanos como una herramienta para instigar revoluciones de color que causen un “cambio de régimen” en países como Irán que se niegan a someterse a la beligerancia política, económica y militar del país norteamericano?
¿Acaso nos sorprende que los sitios web de noticias y las plataformas de redes sociales afiliados y financiados por el Occidente estén inundados de artículos, vídeos y podcasts que dirigen a la opinión pública contra Irán con discusión de las libertades públicas e individuales en Teherán? La respuesta es: NO.
Independientemente del hecho de que se están llevando a cabo investigaciones sobre la trágica muerte de Amini, la cobertura de los medios de comunicación en Occidente y algunos países árabes ha seguido centrándose en el incidente en sí, distorsionándolo y tergiversándolo para adaptarlo a sus siniestras agendas, sin decir nada sobre las investigaciones en curso.
Continúan incitando a los alborotadores sedientos de sangre contra la policía y el gobierno iraníes mientras imaginan que la sangre inocente que se derrama en las calles pondrá fin a la Revolución Islámica y reinstalará un régimen pro-occidental en Teherán. Eso es pura ilusión.
Los medios occidentales continúan retratando las protestas convertidas en disturbios en Irán como una señal de un cambio sociopolítico fundamental en el país, lo que sugiere que los alborotadores constituyen la mayoría de las personas que actúan por su cuenta.
Los que queman la bandera iraní, destrozan bienes públicos, atacan ambulancias o levantan consignas de “cambio de régimen” son un puñado de matones que trabajan para las agencias occidentales.
La mayoría son los que orgullosamente tomaron las calles de Teherán y otras grandes ciudades iraníes el viernes, reafirmando su compromiso sagrado con los ideales de la Revolución Islámica y los mártires que dieron su sangre para mantener viva la revolución. Su sangre es la línea roja.
************************************************************************************************************
La Dra. Marwa Osman es profesora adjunta universitaria, escritora, comentarista política y productora y presentadora de Press TV del programa The MidEaStream.