El terremoto de 7,1 grados dejó a la Ciudad de México paralizada de terror durante horas. Nadie lo podía creer: otro gran sismo el mismo día, pero hace 32 años. En los edificios caídos decenas de personas luchan por su vida y miles intentan sacarlos con todos los recursos a la mano.
Este fue el mensaje nocturno del presidente Enrique Peña Nieto, quién en pleno vuelo al sur de México para supervisar labores de ayuda a Oaxaca y Chiapas, que aún no se recuperan del sismo del pasado 7 de septiembre, se entera de la tragedia en la capital. Vuelve para atender lo inmediato, cuando otros mexicanos están sin resolver lo urgente por la misma causa; otro gran sismo.
Los capitalinos, mejor preparados ayudan sin parar. Retiran escombros, brazo con brazo en largas filas, a pocos metros la tragedia domina el rostro de cualquiera. Y todavía más cuando cae en carne propia.
El laboratorio caído liberó gases tóxicos a la par de historias que se multiplicaron a causa del movimiento de telúrico que no duró mucho.
Los civiles organizaron centros de acopio en poco tiempo con agua, baterías para lámparas, comida y hasta suministros médicos. Pero ninguna autoridad los coordinó.
El caso más conmovedor de este 19 de septiembre, es del Colegio Enrique Rébsamen. 25 personas murieron, 21 de ellos niños. La Ciudad de México fue declarada en estado de emergencia. No hay clases hasta nuevo aviso, igual que en 10 estados más. Solo en la capital hay 209 escuelas afectadas, 15 con daños graves.
EL 19 de septiembre se ha convertido en una fecha fatídica para la Ciudad de México. Este día como hace 32 años, un fuerte sismo remeció a la Ciudad de México y también los habitantes de esta gran capital, salieron en miles a ayudar a quienes han perdido todo como los que habitaban el edificio que está aquí a mis espaldas, en pleno centro de la capital mexicana.
Arturo Calvillo, Ciudad de México.
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