Desde el martes, una ola de protestas se desencadenó en Bagdad (la capital) y otras ciudades del país. El detonante: la ira de los iraquíes ante la corrupción, el desempleo y los problemas existentes en los servicios públicos, y la plaza Tahrir fue el telón de fondo, el epicentro de la muchedumbre.
A pesar de que las autoridades iraquíes reconocieron el derecho de los iraquíes a reclamar sus derechos; ciertos personajes, identificados como “infiltrados”, se encargaron de desviar el curso pacífico de las protestas que devinieron en choques entre manifestantes y policías.
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La violencia dejó varios muertos y la Policía acusó a grupos de francotiradores no identificados de disparar contra las manifestaciones en la capital. Varios policías fueron asesinados.
En realidad, la violencia desafió la seguridad lograda hace dos años, tras la derrota del grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe) por parte del Ejército y las Unidades de Movilización Popular de Irak (UMP, Al-Hashad Al-Shabi, en árabe). Y aquí, surge la pregunta: ¿Por qué han emergido protestas en este momento tan sensible?
Aunque ninguna agrupación política apoyó las manifestaciones, el estallido de las mismas es ambiguo, sin embargo, algunos informes aseguran haber detectado la raíz del caos. Un análisis, publicado hace unos días, puso de relieve que el 79 por ciento de los tuits sobre las protestas en Irak es publicado por usuarios en Arabia Saudí.
Los medios saudíes publican incesantemente noticias de protestas sin ofrecer una fuente que evidencia su veracidad, con titulares como “agentes de Policía y miembros de Al-Hashad Al-Shabi reprimen a los manifestantes” con el fin de incitar a la violencia. Pero, en realidad, las Unidades de Movilización Popular de Irak solo están involucradas en la lucha contra los terroristas.
Los medios estadounidenses (The Washington Post, The Washington Times, The Hill entre otros), británicos (Reuters, The Guardian y Independent) y emiratíes han adoptado también estrategias que instigan a los iraquíes.
Por otra parte, las manifestaciones coincidieron con la finalización de la investigación gubernamental sobre la implicación del régimen de Israel en una serie de ataques contra las posiciones de Al-Hashd Al-Shabi en el territorio iraquí. Hay una hipótesis de que Israel busca generar un nuevo caos en Irak para impedir las posibles medidas de represalia de las fuerzas populares iraquíes.
A mediados de agosto pasado, el propio primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, insinuó desde Ucrania que el régimen estuvo detrás de tales ataques. “Estamos operando, no solo si es necesario, estamos operando en muchas áreas contra un estado que quiere aniquilarnos. Por supuesto, les di carta abierta a las fuerzas de seguridad y les indiqué que hicieran todo lo necesario para frustrar los planes de Irán”, manifestó Netanyahu, al ser preguntado si dicho régimen estaba considerando operaciones en Irak.
Al-Hashad Al-Shabi ha enfatizado en reiteradas ocasiones que “cualquier ataque contra las posiciones iraquíes tendrá una respuesta contundente”.
Las huellas de EE.UU. también podrían ser investigadas en las recientes protestas. Una parte de los iraquíes se manifestó contra la falta de electricidad en las provincias sureñas sin prestar atención a la implicación de Washington en este asunto.
Hace unos años, hay disputas entre el gigante alemán de ingeniería electrónica Siemens y la estadounidense General Electric por el suministro de electricidad a Irak. En 2018, la compañía alemana logró suscribir un acuerdo informal con Bagdad, pero la agencia británica de noticias Reuters informó en junio pasado que las presiones extranjeras obligaron al ex primer ministro de Irak, Haidar al-Abadi, a cambiar los planes y permitir a General Electric proveer electricidad. Esas disputas han impedido la utilización de los recursos eléctricos por parte de Bagdad.
Además, Washington está involucrado en la explotación incesante de crudo iraquí. Los opositores de la invasión estadounidense a Irak en 2003 destacan la importancia del petróleo, al explicar el motivo de la agresión. Aunque los funcionarios de la Casa Blanca negaron en aquel momento esta motivación, no hay duda de que los enormes campos petróleos del país árabe ofrecieron oportunidades en la era de posconflicto para las compañías del país norteamericano.
Unos años antes de la invasión, la industria estaba en manos de la Compañía Nacional de Petróleo de Irak. El “crudo árabe para los árabes”, fue uno de los lemas más populares en el territorio iraquí.
De acuerdo a la revista The Conversation, tras la derrota del dictador iraquí Sadam Husein, los estadounidenses planearon abrir la industria petrolera nacionalizada de Irak a los inversores internacionales, una estrategia que beneficia más a las empresas occidentales que a las compañías iraquíes.
Exxon Mobil se encuentra entre una de las empresas estadounidenses que goza de libertad de acción en Irak. Los iraquíes, a su vez, denuncian las políticas de Exxon Mobil.
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Ante tales medidas de los actores extranjeros, el Gobierno de Bagdad logró calmar las protestas y prometió seguir las demandas de los manifestantes. En este sentido, el primer ministro Adel Abdul-Mahdi anunció el domingo una serie de reformas sociales en respuesta a las exigencias económicas en las manifestaciones.
Las estadísticas muestran que Abdul-Mahdi está decidido y firme a cambiar la situación económica del pueblo y combatir la corrupción. Un ejemplo de ello es que hace unos días despidió a 1000 funcionarios por cohecho.
Asimismo, el presidente del Parlamento Muhamad al-Halbousi, prometió el viernes implementar planes para construir viviendas y generar empleos dentro de un plazo específico.
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